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El sonido del viento golpeaba suavemente las velas del barco que navegaba por las tranquilas aguas del océano de bloques. Jack, con su usual semblante heroico, estaba de pie en la proa, observando el horizonte con los ojos entrecerrados, como si ya estuviera planeando su próxima gran aventura. A su lado, el siempre calmado Nurm observaba todo con una mirada calculadora, anotando detalles de su viaje en su pequeño cuaderno de bitácora.
A pesar de ser dos personas tan diferentes, funcionaban a la perfección juntos. Eran el equipo que nadie esperaba, pero que todos necesitaban.
—No entiendo cómo logras mantener la calma cuando estamos en medio del mar abierto, con peligros potenciales en cada esquina —dijo Jack, soltando una carcajada nerviosa mientras le daba un golpecito a su confiable espada.
Nurm lo miró de reojo y soltó un pequeño gruñido en su idioma, que Jack interpretó como una mezcla de paciencia y resignación. Desde que se conocieron, Jack había aprendido a entender las expresiones y sonidos de Nurm sin necesidad de palabras. No era que Jack fuera malo para los idiomas, pero Nurm siempre había sido mejor para decir mucho con poco.
—Vamos, Nurmi, relájate un poco. Después de todo, ¿quién tiene a un héroe como yo a su lado? —Jack sonrió con su típico aire de confianza.
Nurm lo observó con esa mirada que decía "no eres tan increíble como crees". Jack ya estaba acostumbrado a esa dinámica entre los dos. Por muy distinto que fuera, Nurm siempre sabía cómo mantener los pies de Jack en la tierra, recordándole que no todo era grandiosidad y dramatismo. Y Jack, por su parte, traía emoción y aventura a la vida de Nurm.
Tan diferentes, pensaba Jack. Pero, de alguna manera, eso era lo que los hacía encajar tan bien.
—¿Sabes, Nurm? —dijo Jack después de un rato, mientras el barco seguía deslizándose por el agua—. Nunca hubiera imaginado que alguien tan meticuloso, tan... —se quedó pensando en la palabra adecuada— organizado, podría ser mi compañero ideal en estas locas aventuras.
Nurm, sin perder su compostura, solo alzó una ceja. Jack entendió perfectamente lo que significaba ese gesto: "Eres tú el que siempre está causando caos, no yo". Jack no pudo evitar soltar una carcajada.
—Exacto, eso es lo que digo —respondió entre risas—. Yo soy el caos, tú eres la calma. Somos perfectos juntos.
Nurm lo miró fijamente durante un momento y luego, sorprendentemente, dejó escapar una pequeña risa, tan breve que casi parecía un susurro en el viento. Jack se detuvo un segundo, sorprendido. No era común ver a Nurm reír, pero cuando lo hacía, sabía que algo realmente lo había tocado.
Somos el complemento perfecto, pensó Jack, sonriendo.
Los dos volvieron a caer en un cómodo silencio, uno de esos momentos en los que las palabras no hacían falta. Era curioso cómo, a pesar de sus diferencias, habían aprendido a entenderse de formas que otros no podían. En muchos aspectos, Jack admiraba la calma de Nurm. Donde él veía riesgo y acción, Nurm veía estrategia y paciencia.
—Recuerdo la primera vez que nos conocimos —dijo Jack de repente, mirando al cielo—. No pensé que duraría ni un día contigo. Creí que serías un aburrido bibliotecario más. —Hizo una pausa y luego rió—. ¡Pero mira dónde estamos ahora! Dos aventureros, recorriendo el mundo, luchando contra monstruos y descubriendo tesoros.
Nurm dejó de escribir por un momento y lo miró con una pequeña sonrisa en los labios. Sus ojos mostraban algo que Jack entendía perfectamente: aprecio.
Y era verdad. Lo que tenían era una especie de equilibrio único. Jack era la energía desbordante, siempre buscando la próxima gran hazaña, mientras que Nurm, con su sabiduría tranquila, lo mantenía centrado, asegurándose de que el héroe no perdiera el rumbo. Sin Nurm, Jack probablemente estaría perdido en alguna parte, enredado en una de sus propias historias grandiosas. Sin Jack, Nurm probablemente seguiría en su tienda, leyendo libros y jamás saldría a vivir aventuras por su cuenta.
—Somos un equipo raro, ¿verdad? —murmuró Jack, más para sí mismo que para Nurm.
Nurm soltó otro gruñido bajo, que Jack interpretó como un acuerdo. Y eso le bastaba.
El sol comenzaba a descender, pintando el cielo de naranjas y rosas, y las olas susurraban suavemente alrededor del barco. Era un momento de tranquilidad, uno de esos que hacían que todo el esfuerzo y el caos valieran la pena.
—Sabes, Nurmi, creo que somos la definición de... —Jack buscó las palabras, recordando algo—. De "perfectamente imperfectos". —Sonrió con satisfacción, contento con la elección de sus palabras.
Nurm lo miró con diversión y resignación. Aunque no hablara su idioma, Jack sabía que Nurm lo entendía mejor que nadie.
Jack se levantó, estirando los brazos, y miró hacia el horizonte.
—¡Así que, Nurm! —gritó, como si estuvieran a punto de embarcarse en la mayor de las aventuras—. ¿Qué dices? ¿Otra aventura más para el dúo más perfecto de todo este mundo?
Nurm lo miró un segundo más y luego, lentamente, cerró su cuaderno, guardándolo en su bolsa. Con un gesto de su mano, señaló hacia el horizonte, dándole a Jack la señal que tanto esperaba.
Jack sonrió de oreja a oreja.
—¡Sabía que lo dirías!
Y con eso, los dos se prepararon para lo que fuera que el futuro les deparara, con el viento a sus espaldas y el océano a sus pies, y a pesar de todas sus diferencias, eran el equipo perfecto.
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