She's crazy, but she's mine | StellaxAdminRomeo

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Stella estaba acostumbrada a controlar cada situación. Su liderazgo en Champion City la había enseñado a manipular, a mover los hilos detrás de escena, impecable como siempre, daba órdenes a sus ciudadanos, moviéndose con una confianza que solo ella podía proyectar. Pero a pesar de su enfoque en su trabajo, no podía evitar sentir la presencia de Romeo, el Administrador, acechando en las sombras, observando cada uno de sus movimientos.

Él siempre estaba cerca, incluso cuando no lo veía. Romeo tenía una forma de aparecer en su vida de manera inesperada, como un trueno en un cielo despejado. Y aunque Stella no lo admitiría fácilmente, había algo en él que la desafiaba y la atraía de una manera que ninguna otra persona podía.

—Te ves concentrada hoy —dijo la familiar voz de Romeo, resonando justo detrás de ella.

Stella no se molestó en girarse de inmediato. En cambio, suspiró suavemente, ajustando su traje con precisión y perfección antes de dirigirse a él.

—Alguien tiene que mantener el control de las cosas —respondió, con esa elegancia y autosuficiencia que siempre la acompañaban.

—Así que crees que puedes manejarlo todo, ¿eh, Stella? —preguntó Romeo, su voz resonando por la sala donde se encontraban. Sus ojos brillaban con un destello de diversión mientras la miraba.

Stella lo observó desde su posición, cruzada de brazos, intentando mantener su compostura habitual. Pero con Romeo, siempre era más complicado. Había algo en él que la volvía loca. Una mezcla de admiración y rabia, de atracción y repulsión. Sabía que no debía ceder, que no podía dejar que él viera cuánto le afectaba. Pero ahí estaba, sintiendo su corazón latir con fuerza solo por su presencia.

—No eres el único que sabe cómo manejar las cosas —respondió Stella con una sonrisa coqueta, aunque sus palabras estaban cargadas de desafío.

Romeo dio un paso hacia ella, acortando la distancia entre ambos. Era más alto, imponente, y esa energía dominante que siempre llevaba consigo era imposible de ignorar. Stella lo odiaba y, al mismo tiempo, no podía dejar de sentirse atraída por él. Esa sensación de peligro, de estar jugando un juego en el que las reglas cambiaban constantemente, la excitaba más de lo que quería admitir.

—Me encanta cuando hablas de control, Stella. Como si realmente lo tuvieras todo bajo control —dijo, acercándose lo suficiente para que la distancia entre ellos fuera apenas perceptible.

—Es que lo tengo, Romeo. No soy como tus marionetas —contestó ella, sin perder ni una pizca de su firmeza.

—Tú juegas a ser la reina de tu pequeño reino, pero sabes que no eres más que una pieza en mi tablero, ¿verdad? —dijo Romeo, su tono cargado de arrogancia.

Stella levantó la barbilla, negándose a dejarse intimidar, aunque su piel hormigueaba por la cercanía de él.

—Quizás soy una pieza, pero no olvides que hasta las piezas más pequeñas pueden cambiar el juego —contestó, sus ojos clavados en los de él.

Romeo soltó una risa baja y profunda, esa que siempre la hacía sentir una mezcla de irritación y deseo. Se acercó aún más, hasta que sus rostros estuvieron a apenas centímetros de distancia.

—Eso es lo que me gusta de ti, Stella. Eres audaz. Crees que puedes enfrentarte a mí, incluso cuando sabes que puedo destruirte en un abrir y cerrar de ojos. —dijo Romeo en un tono más bajo, casi como si estuviera hablando para sí mismo—. Estás loca, Stella, pero eso es lo que me encanta de ti.

Stella levantó una ceja, claramente ofendida, pero al mismo tiempo, intrigada por lo que acababa de decir. 

—¿Loca? —repitió, cruzándose de brazos mientras lo miraba con intensidad—. ¿Es esa tu forma de alabarme, Romeo? Porque si es así, necesitas mejorar.

—Lo digo en serio —continuó él, con una sonrisa que reflejaba su creciente interés—. Estás loca. Tan controladora, tan determinada a hacer las cosas a tu manera... pero esa locura es lo que te hace irresistible.

Stella podía sentir su pulso acelerarse, aunque intentara mantener la calma. Sabía que Romeo disfrutaba de este tira y afloja, de esa dinámica de poder entre ambos. Pero lo que él no sabía es que ella también lo disfrutaba. En su propia forma, también jugaba su juego.

—Si piensas que halagarme va a darte alguna ventaja, estás muy equivocado —le advirtió, con esa sonrisa confiada que tan bien había perfeccionado—. Yo no caigo tan fácil.

Romeo no parecía desalentado por sus palabras. Al contrario, la manera en que sus ojos se iluminaron dejó claro que estaba disfrutando cada segundo de esa interacción.

—No necesito ventajas, Stella. Me basta con verte actuar, moviéndote por tu ciudad, siendo tan perfecta... y tan impredecible —dijo Romeo, acercándose un poco más. Ya no había espacio entre ellos.

Stella sintió que su respiración se aceleraba, pero se obligó a mantener su postura. Sabía que Romeo intentaba provocarla, y no iba a darle el gusto de verla perder la calma. Al menos, no tan fácil.

—Es curioso que hables de impredecibilidad, Romeo, cuando tú eres quien siempre está creando caos —dijo, su voz llena de reproche, pero también con una pizca de algo más, algo más profundo que no se atrevía a reconocer.

Romeo sonrió de nuevo, esa sonrisa que siempre lograba ponerla de los nervios.

—Exacto, Stella. Somos dos locos en el mismo mundo. Tú mantienes el orden, yo traigo el caos. Y eso es lo que nos hace tan... perfectos juntos —susurró, su mirada clavada en la de ella, como si quisiera asegurarse de que ella entendiera lo que realmente quería decir.

Las palabras de Romeo la hicieron titubear por un momento. Había algo en su tono, algo que tocaba una parte de ella que intentaba mantener enterrada. Esa atracción que siempre había estado allí, esa chispa entre ellos, se sentía ahora más fuerte que nunca. Pero Stella no podía permitir que él la superara.

—Perfectos juntos, ¿eh? —repitió Stella, con un toque de sarcasmo—. Eso suena como una fantasía tuya.

—¿Fantasía? —Romeo alzó una ceja—. Es la realidad, Stella. Míranos. Todo este tiempo, hemos estado en este juego, y ninguno de los dos puede salir. Porque lo sabes tan bien como yo: tú me vuelves loco, y no puedo dejarte ir.

Stella por primera vez en mucho tiempo, no supo qué decir. Había verdad en lo que decía. No podía negar que Romeo la volvía loca, pero de una manera que la hacía sentirse viva, que la desafiaba de maneras que nadie más podía. Era una locura peligrosa, sí, pero también adictiva.

—Quizás estés en lo cierto —murmuró Stella, más para sí misma que para él, mientras sentía cómo esa tensión entre ambos crecía.

Romeo sonrió, sabiendo que había ganado esa pequeña batalla.

—Lo estoy. Siempre lo estoy contigo —susurró él, inclinándose lentamente hacia ella, tanto que su aliento rozaba su piel.

Stella cerró los ojos por un breve segundo, permitiéndose sentir el calor de su cercanía, la locura de todo lo que representaban el uno para el otro. Pero no iba a dejar que él tuviera la última palabra.

Abrió los ojos y, con una sonrisa desafiante, respondió:

—Quizás seas tú el loco por mí, Romeo.

Y con esas palabras, Stella dio media vuelta y se alejó, dejando a Romeo con una sonrisa de satisfacción y una mirada que dejaba claro que esto no era más que otro capítulo en su interminable juego.

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Libro de Oneshot's | MCSM | Solicitudes abiertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora