In love | M.JessexLukas

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El sol de la tarde apenas iluminaba la habitación a través de las gruesas cortinas de terciopelo. Las sombras danzaban en las paredes, llenando el espacio con una atmósfera pesada, casi asfixiante. Jesse, el joven príncipe del reino, miraba por la ventana con la mirada perdida. Su respiración era lenta, pero su mente era un torbellino. Se suponía que este era el día que cambiaría su vida para siempre, el día en que conocería a su prometido, a la persona con la que estaría atado de por vida.

—¿Y si no me ama? —murmuró en voz baja, casi como un susurro, apenas audible en la vasta habitación vacía.

La idea lo atormentaba. La boda estaba siendo arreglada por razones políticas, como tantas en el pasado. Él sabía que no podía escapar de su destino, que no tenía opción, pero eso no hacía más fácil el peso que sentía en su pecho. El compromiso no era algo que hubiera pedido. El amor, para Jesse, siempre había sido un sueño distante, una fantasía. Y ahora, la realidad lo golpeaba como un muro frío e impenetrable.

Suspiró, dejándose caer sobre el borde de su cama, con las manos apoyadas en su rostro. ¿Qué clase de vida tendría al lado de una persona que probablemente no lo vería más que como una herramienta para alianzas? ¿Alguien que nunca lo vería realmente a él?

—¿Cómo será? —dijo en voz alta, aunque no esperaba respuesta—. ¿Será amable? ¿Cruel? O... —Jesse apretó los labios—. ¿Me verá solo como el príncipe?

En medio de su introspección, algo se movió en la esquina de su visión. Al principio pensó que era su imaginación, pero cuando bajó la mirada, se encontró con una pequeña serpiente de brillantes escamas doradas que se deslizaba silenciosamente por el suelo de su habitación.

Jesse arqueó una ceja. No era común ver serpientes en el castillo, mucho menos en su cuarto, pero algo en la pequeña criatura lo hizo sentir... tranquilo.

—Bueno, al menos no estoy hablando solo —comentó en tono bajo, inclinándose para observar mejor al reptil.

La serpiente lo miró con ojos pequeños y oscuros, casi como si entendiera lo que él decía. Había algo fascinante en la criatura, algo que lo hizo sentir que no estaba completamente solo en su dilema.

—Supongo que tú también estarías molesta si te encerraran, ¿no? —continuó Jesse, apoyando los codos en las rodillas—. Me pregunto si te dejarán ir cuando quieras. A mí no me lo permitirán.

La serpiente se enroscó levemente, quedando completamente inmóvil, como si lo estuviera escuchando. Jesse sonrió, casi con incredulidad, pero siguió hablando, tal vez más por necesidad de desahogarse que por cualquier otra cosa.

—Van a comprometerme con alguien que ni siquiera conozco. Alguien que, con toda probabilidad, nunca me verá de verdad. Solo verá al príncipe. —La amargura en su voz se hizo evidente, su tono teñido de frustración y tristeza—.

La serpiente levantó levemente la cabeza, manteniendo su mirada fija en él. Jesse rió suavemente.

—¿Por qué estoy contándote todo esto? —dijo, llevándose una mano al cabello, despeinándolo con nerviosismo—. Supongo que es más fácil hablar contigo que con cualquier persona en este castillo. Al menos tu no me juzgas.

El silencio se asentó entre ellos nuevamente. Jesse permaneció inmóvil por unos segundos, dejando que la calma de la serpiente lo envolviera. Pero justo cuando estaba a punto de decir algo más, la puerta de su habitación se abrió lentamente.

—Su alteza, ha llegado el momento —anunció una voz firme desde el umbral. Era su consejero real, una presencia constante e inmutable en su vida—. Su prometido está esperando para conocerlo.

El corazón de Jesse dio un vuelco. El momento había llegado, y ya no había forma de evitarlo. Su mirada se desvió hacia la serpiente, que aún permanecía enroscada en el suelo, como si esperara su siguiente movimiento. Lentamente, Jesse se levantó de la cama y se agachó hacia la pequeña criatura.

—Supongo que este es el final de nuestra pequeña charla —susurró—. Gracias por escucharme.

Jesse se inclinó, tomando la serpiente con cuidado en sus manos. Con delicadeza, la llevó hacia la ventana y la dejó libre en el jardín que se extendía más allá de las paredes del castillo. La criatura se deslizó entre las hojas, desapareciendo en la vegetación. El príncipe observó su partida con tristeza. Ojalá él pudiera escapar de la misma manera.

Con un último suspiro, se giró hacia la puerta y salió de la habitación, sabiendo que lo esperaba una situación mucho más difícil.

Unos minutos después, en la serenidad del jardín, la serpiente que Jesse había liberado comenzó a brillar con un suave resplandor dorado. Sus escamas centellearon, y su forma empezó a cambiar lentamente. En lugar de la pequeña criatura que había entrado en la habitación del príncipe, ahora había un joven de cabellos dorados, piel clara y ojos tan azulados como el diamante. Lukas.

Había quedado completamente hechizado por el príncipe desde el momento en que lo vio. No como una serpiente, sino como alguien que había presenciado su vulnerabilidad, su honestidad.

El joven, aún aturdido por la repentina transformación, apoyó una mano en el tronco de un árbol cercano mientras su mente se llenaba de imágenes del príncipe Jesse. Su voz, sus palabras, su dulzura innata. Jesse, sin saberlo, le había hablado directamente al corazón.

—Jesse... —susurró el nombre del príncipe como una oración, su corazón latiendo rápidamente.

El joven rubio se pasó una mano por el cabello, intentando calmarse. No era lo que esperaba cuando decidió transformarse para observar al príncipe de cerca, pero lo que había encontrado era mucho más que lo que hubiera imaginado. Había algo en Jesse que lo atraía, algo más allá de su título. Su vulnerabilidad, su anhelo por ser visto... Lukas estaba hechizado.

—No puedo dejarlo así —murmuró, mirando hacia el castillo con determinación en los ojos—. 

Observando el castillo a la distancia, Lukas se dirigió lentamente hacia la entrada. Pase lo que pase, debía volver a ver al príncipe.

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Libro de Oneshot's | MCSM | Solicitudes abiertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora