Until my heart stops beating | M.JessexLukas

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La noche era implacable, el viento frío arrastraba hojas secas por el suelo del cementerio mientras Lukas caminaba con pasos firmes pero silenciosos. La linterna en su mano apenas iluminaba el camino, pero no necesitaba verla para saber a dónde iba. Siempre era el mismo lugar. Siempre la misma razón.

Lo esperaba allí, sentado en una lápida rota, con su sonrisa torcida y esos ojos apagados que aún lo buscaban en la oscuridad.

Jesse.

Su piel grisácea y seca contrastaba con el leve temblor en sus dedos, sus movimientos ya no tenían la agilidad de antes, pero había algo en su mirada, un destello de reconocimiento que aún brillaba cuando veía a Lukas.

—Llegas tarde —gruñó Jesse con un tono de broma, aunque su voz sonaba más grave, más inhumana.

Lukas no pudo evitar la media sonrisa que apareció en su rostro, aunque sabía lo que estaba ocurriendo, aunque lo sintiera cada vez que venía a verlo. Jesse se estaba alejando lentamente de lo que alguna vez fue, y ese pensamiento le partía el corazón.

—Tráfico —respondió Lukas con un encogimiento de hombros, como si fuera algo cotidiano. Lo hacía para no enfrentar lo que realmente estaba pasando.

Pero no había tráfico. No había más gente. Solo quedaba Jesse, o lo que quedaba de él.

Jesse lo observó en silencio por un momento, inclinándose levemente, como si intentara captar su olor, y Lukas supo lo que estaba ocurriendo en ese mismo instante. Jesse olía la vida en él. Lo hacía cada vez con más frecuencia.

—Sigues oliendo a humano —murmuró Jesse, desviando la mirada, avergonzado. Sabía lo que sus instintos querían hacer. Sabía lo peligroso que era para Lukas estar tan cerca.

Lukas se sentó junto a él en la lápida sin apartar la vista del cielo oscuro. La frialdad de Jesse calaba a través de su ropa. Había aprendido a no tener miedo. No de Jesse. No de lo que alguna vez fue el chico que amaba. 

—¿Te arrepientes? —preguntó Lukas en un tono suave, casi temeroso de la respuesta. No era la primera vez que lo preguntaba, pero sabía que con el tiempo, la respuesta de Jesse podría cambiar.

Jesse lo miró confundido, sus ojos, aunque apagados, brillaron un poco más ante la pregunta.

—¿De qué hablas? —murmuró Jesse, inclinándose hacia él. —¿Arrepentirme de qué?

Lukas tragó saliva, mirando al suelo un segundo antes de encontrar la valentía para seguir.

—De todo esto. De... lo que eres ahora. De no estar vivo —contestó Lukas, su voz temblando por primera vez. —De no poder estar juntos como antes.

Jesse lo miró con una tristeza profunda, sus ojos apagados intentando mostrar emociones que su cuerpo ya no podía expresar con claridad. Esa pregunta siempre lo golpeaba fuerte. Sabía que Lukas lo había aceptado, sabía que seguía viniendo a verlo cada noche porque no podía dejarlo ir, pero nunca había pensado en lo que eso significaba realmente para él. ¿Arrepentirse? No lo había considerado. No hasta ese momento.

—No —contestó finalmente Jesse, con un hilo de voz. —No si significa que puedo estar contigo, aunque... aunque sea así. Aunque no sea igual. Aunque... sea de esta manera.

El nudo en la garganta de Lukas era insoportable. Quería decir que él también sentía lo mismo, que no le importaba lo que Jesse fuera ahora, pero el miedo seguía latente en cada momento que pasaban juntos. Sabía que el día llegaría. Sabía que Jesse cedería a sus instintos.

—Sabes que no va a durar, ¿verdad? —susurró Lukas, casi como un recordatorio de lo inevitable. —Que no puedes seguir controlándote para siempre.

Jesse cerró los ojos por un momento, sintiendo la verdad en esas palabras. Luchar contra su naturaleza había sido más difícil con cada noche que pasaba. El hambre, el impulso, se hacía más fuerte, más insoportable.

—Lo sé —dijo Jesse, resignado. —Lo he sabido desde el principio.

El silencio que siguió fue pesado. Lukas apretó los puños, el dolor acumulándose en su pecho, la tristeza aplastante de lo que sabía que estaba por venir. Lukas lo miró con tristeza, acercándose más, lo suficiente para que sus cuerpos casi se tocaran. El calor de su piel era un contraste agónico contra la frialdad de Jesse.

—No me importa —dijo Lukas finalmente, con una voz firme, mirando directamente a Jesse. —No me importa si eres un zombie. No me importa lo que pase después. Te amo, Jesse. Y si eso significa que algún día... te perderé por completo, entonces al menos habré estado contigo hasta el último segundo.

Jesse lo miró en shock, sus ojos muertos temblaban de una emoción que no podía controlar. Quería decir algo, algo que calmara el dolor de Lukas, pero no encontró las palabras. Solo pudo acercarse más, rodeandolo con sus brazos fríos y delgados, abrazándolo con fuerza, como si al hacerlo pudiera detener el tiempo, detener el hambre.

Pero no podía.

El latido del corazón de Lukas resonaba en el pecho de Jesse, cada pulsación llamando a sus instintos más profundos. Jesse cerró los ojos, apretando los dientes mientras luchaba por mantener el control. Pero el hambre era insaciable, y el calor de la vida que emanaba de Lukas se volvía irresistible.

—Lukas... —murmuró Jesse, con un temblor en la voz. —No puedo...

Lukas, al sentir cómo Jesse temblaba bajo su agarre, no se apartó. No retrocedió. Solo lo abrazó más fuerte.

—Está bien —respondió Lukas rápidamente, aferrándose más a él, sin miedo. —Hazlo. Está bien.

Jesse intentó resistir, intentó apartarse, pero el olor, el calor, el pulso de vida en Lukas lo llamaba, lo envolvía. Sus manos frías se aferraron a la chaqueta de Lukas, sus dedos se clavaban en la tela mientras su respiración se volvía irregular. Pero Lukas no se apartaba. Estaba allí, ofreciéndose, entregándose.

—Hazlo —repitió Lukas, con los ojos cerrados, su respiración entrecortada, aceptando lo que sabía que vendría.

Finalmente, Jesse no pudo más.

Con un gemido ahogado, sus colmillos se hundieron en la piel de Lukas, perforando la carne y venas que latían con vida. El sabor de la sangre caliente llenó su boca, aliviando el hambre que había reprimido por tanto tiempo. Lukas jadeó, el dolor atravesándolo, pero no se apartó. No lo empujó. Solo lo sostuvo más fuerte, hasta que el frío empezó a adueñarse de su cuerpo. 

Jesse, con lágrimas invisibles que no podían caer de sus ojos apagados, siguió bebiendo, dejándose llevar por el instinto que lo devoraba. En su mente, una sola palabra retumbaba: lo siento.

Y mientras el corazón de Lukas comenzaba a latir más despacio, susurró con lo último de su fuerza:

—Te amo, Jesse... siempre.

El cuerpo de Lukas se aflojó en los brazos de Jesse, y con un último aliento, se entregó por completo, dejándose consumir por el amor que nunca quiso dejar.

Jesse, finalmente saciado pero roto por dentro, se apartó, observando con horror lo que había hecho. Pero en su interior, sabía que Lukas se lo había permitido. Porque a pesar de todo, a pesar del hambre, a pesar de la muerte, el amor entre ellos siempre fue real. Aunque solo fuera por un último y desgarrador momento.

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Libro de Oneshot's | MCSM | Solicitudes abiertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora