Capítulo 18

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      •El legado•

Cora.

La tensión es demasiado asfixiante, las piernas me tiembla de pánico y mi corazón no me deja articular palabra. Estamos en una jodida batalla donde está claro que la más perjudicada seré yo. Todos se están apuntando unos a otros dispuestos a acabarse y no puedo ni imaginarlo las consecuencias de esto

¡Joder!, esto no debería estar pasando, no me cabe en la cabeza como es que Carlo me encontró, como es que la señora estúpidamente atractiva y muy, muy peligrosa, conoce a la madre de esos dos y no entiendo como es que tengo que tener una suerte apestosa.

¿No se suponía que Nicholas me protegería?, ese fue el trato y por ello firme aquel documento, su protección es lo único que nos unía y ni siquiera está cumpliendo su palabra. No debí confiar en el, eso está claro.

Mi mirada va directamente al agarre que alguien hace en mi brazo, la señora de cabello pelirrojo y cuerpo de envidia me hace una seña con la cabeza tan sutil que si no fuese por la sonrisa siniestra en sus labios juraría que entendí mal.

—Leonard— Murmure aferrándome a su brazo pues él estaba a un paso de mi cuerpo.—Dame tú arma.

Intenta girarse pero Nicholas nos interrumpe dándonos una mirada severa y amenazante a ambos. ¿Que pretende?, si él no me protege lo haré yo misma, no dejaré que ese imbecil me atrape y me haga quien saque que cosas.

—Besarte fue la puta cosa más peligrosa que hice en mi vida, gata— Sonríe con malicia y le da una mirada rápida a la mujer de cabello de fuego— Con tu vida.

Hundo mi ceño sin entender pues aquello último lo dijo apenas en un susurro inaudible. Cuando menos lo espere, se escuchó una fuerte detonación dejando a todos en el inicio de la batalla. Los disparos no se hicieron esperar retumbando por todo el lugar haciendo que mi cabeza doliera por el abrupto ruido

La mano que seguía aferrada a mi brazo, intensificó su agarre y empezó a arrastrarme aumentando la velocidad de mis pies. No quise apartar mi mirada de aquel monstruo que se veía todo, menos molesto o intimidado, era él quien veía a todos como si fuese un depredador y todos ellos su cena

Su porte de superioridad y rudeza destellaba en cada paso que daba mientras seguía disparándose a Carlo y a la tal Lizbeth, quienes se cubrieron tras aquella camioneta.

—Quédate aquí— ordena dejándome tras aquellas bodegas un poco apartada. Mi corazón empezó a latir con mucha fuerza y mis manos temblaron de la angustia de que algo malo le pasara por mi culpa

—Tengo que ayudarlo.— intentó dar un paso pero ella se interpone en mi camino quedando a mi altura con el semblante serio.

—Mira guapa, me he pasado la mitad de mi vida enseñándole a esos bastardos a defenderse solos, si alguien tiene que cuidar a alguien ese es el porque te lo prometió y los Massaro no rompen su palabra— Habla rapido dejándome anonada— Deja tu lindo trasero aquí y déjanos cuidarte.

Sonríe con amabilidad, en una forma muy retorcida, mientras dio un paso atrás tomando su arma.

—Ellos vinieron por mi y sé defenderme, no necesito que nadie lo haga por mi. Solo déjeme ir— hablo con seriedad en la voz y ella levanta la comisura de su labio. No cabe duda que es una mujer intimidante, sin embargo, no dejare que lo asesinen por mi culpa.

—No me sorprende que seas igual a el.— Sonrió y levantó su vestido rojo hasta dejarlo un poco más arriba de los muslos, guardó su arma en un pequeño cinturón alrededor de su pierna y sacó un cigarrillo llevándoselo a la boca.— ¿Por que sigues aquí?, eso aún no lo comprendo.

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