Capítulo 24

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•Placer•

Nicholas.

¿Celos?, no existe esa palabra en mi vocabulario y mucho menos en mi vida, simplemente, protejo lo que todos desean tener y es mío

No soporto la idea de que hable con otro, que la mire o la toque, y mucho menos cuando ese hijo de puta se le nota a metros las ganas que le tiene. No lo culpo, esta maldita gata insoportable es un jodida diosa, creada para tentar al mundo entero con ese par de curvas que enloquecen a todos, con esa limpia y delicada piel blanca que te incita a marcarla como tuya y esos ojos, ¡mierda!, no hay palabras.

No puedo dudar de que cualquier imbecil quiera arrancarla de mi lado.

La ira incrementa en mi en cada paso que doy, escucho sus gritos exigiéndome que la suelte y como golpea mi parte baja con sutileza. Me aferro más a sus piernas y suelto un gruñido para que le quede claro que esta vez, no ganará. Que se joda, tentó al monstruo que acepte las consecuencias.

La dejó sobre la cama en cuanto entramos a la habitación dentro del barco y su mirada se carga de rabia en el segundo en que se gira encontrándose con la mía

—Voltéate— ordenó y ella, la muy maldita, en vez de obedecer como todas, se levanta de la cama quedando frente a mi con evidente molestia en la mirada—Cora, sigues tentándome.

Sonríe retándome y sus brazos quedan en el torso resaltando esas tetas que me tienen adicto.

—Mi radar de intenciones me indica que te vayas a la mierda.— Escupe con molestia. Camina a pasos seguros chocando su hombros contra el mío, sonrió porque está mujer está loca. Me giro y la tomo de la nuca antes de que salga de la habitación atrayéndola hacia mi

Estampe mis labios contra los suyos de forma severa y su boca me recibió con agilidad. Me aferro a sus labios de forma dominante porque es mía, soy su dueño y la maldita tiene que entenderlo.

Sube sus manos por mi rostro hasta llegar a mi cabello entrelazando sus dedos en el. La agarro de las caderas pegándola más a mi polla que desea sentir ese coño estrecho que me recibe cada vez más deliciosamente.

Le advertí el precio del placer que le daría, sería mi eterna sumisa, pues mi voz ahora es el detonante a aquella sumisión que ella aceptó. Lo hizo, ella vendió su alma al monstruo para después besarlo.

Rompo su vestido dejándolo echo trizas sin separar nuestros labios y ella jadea necesitada de más. Jamás fui lo demasiado cuerdo para negarme a esta loca de mierda que me la pone dura en un segundo. Porque pueden existir millones de mujeres, pero Cora, Cora Queen logra ponerme en el fondo del peor de los abismos cuando se lo propone.

La tumbó sobre la cama deshaciéndome de mi corbata con su mirada atenta a mis movientos, me acerco posando una rodilla sobre la cama y antes de que ella pueda decir algo, tomó sus muñecas dejándolas sobre su cabeza, las amarró y ella cae sobre la cama expuesta ante mis ojos

—Nicholas....

La miro a los ojos y se calla en cuanto el agarre se intensifica en sus manos. Me vale mierda quien la halla tocado, quien la halla mirado, quien la halla tenido, ahora es mía, su cuerpo y todo su ser, soy el dueño y esta puta tiene que entenderlo de una jodida vez.

—Dilo por el resto de tu jodida vida, Cora—Espetó tomándola de la barbilla obligándola a mirarme directamente a los ojos.— Soy tu dueño. Eres mi mujer y nadie toca lo que es mío.

La solté abruptamente y si, puede que me esté comportando como un maldito celoso, pero la sola imagen de ella siendo abrazada, besada y tocada por otro, me pone los huevos en la garganta cegándome la ira por completo

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