Capítulo 150 ~ Su primera misión

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Riftan resopló incrédulo. Estaba claro que seguía considerando infundadas sus preocupaciones, pero al menos no parecía interpretar su inquietud como una falta de confianza en sus capacidades. Maxi se dio por satisfecha. Poco a poco, Riftan se daba cuenta de que él era tan importante para ella como ella para él.

Maxi lo miró a la cara, con los ojos llenos de afecto, y entrelazó sus dedos con los suyos, fuertes y callosos. Riftan se inclinó para que ella pudiera besar su suave mejilla.

— Me confiaste esta misión... porque creías que podía hacerlo, ¿verdad?

Reacio a responder, Riftan bajó los ojos. Finalmente se rindió con un gemido.

— Así es.

— Entonces... — dijo Maxi con calma, haciendo lo posible por no sonar demasiado eufórica —, ten fe en mí. Yo haré lo mismo.

Riftan la escrutó, su rostro era una mezcla de emociones. Asintió con un suspiro.

— Debes tener cuidado.

— Lo tendré.

Sus ojos se clavaron en los de ella durante un largo rato antes de inclinarse para darle un ligero beso. Él le soltó la mano.

Temiendo no poder separarse de él si se demoraban, Maxi se guardó rápidamente las manos en la bata. Observó por un momento a su marido en medio de los remolinos de nieve y se volvió lentamente.

*****

El viento era cada vez más violento. Según Elliot, era una buena señal. Un viento fuerte soplando hacia Midna ayudaría a transportar las flechas de la coalición a mayores distancias. Al mismo tiempo, entorpecería enormemente al ejército esquelético, cuyos proyectiles se soltarían desde lo alto de las murallas.

Después de observar a los arqueros distantes lanzando flechas incendiarias, Maxi desvió su atención hacia Kuahel. En lugar de su habitual armadura de placas oscuras, el comandante de los Caballeros del Templo y sus subordinados llevaban corazas y muñequeras de cuero sobre gambesones oscuros y ceñidos. Armados con arcos largos a la espalda y espadas a los costados, ningún observador casual los habría tomado por hombres del clero.

Maxi se sentía inquieta. Finalmente rompió el silencio diciendo.

— ¿No deberíamos... ponernos en marcha?

— Deberíamos esperar un poco más — respondió con calma el Caballero del Templo, mirando al cielo —. Se están formando nubes de tormenta. Cuando cubran el sol, eso y la nieve que sopla ocultarán nuestra aproximación a la muralla.

No se podía discutir su lógica. Midna se encontraba en un campo abierto. Aunque había un campamento maderero cerca de la muralla y formaciones rocosas salpicadas, la torre de vigilancia de la ciudad hacía casi imposible acercarse sin ser descubierto. Dispuesta a mantener la calma, Maxi mantuvo la mirada fija en el cielo cada vez más oscuro.

Al poco tiempo, todo era de un gris apagado, tal y como Kuahel había predicho. El viento soplaba con más fuerza y el asedio parecía intensificarse. Los soldados del ducado se dirigieron hacia la muralla con escaleras.

Maxi los observó hasta que los Caballeros del Templo empezaron a taparse la cabeza con sus capuchas. Ella siguió su ejemplo y se bajó aún más la suya. Aunque había ocultado su prolija trenza bajo un pañuelo gris, temía que la tela por sí sola no pudiera contener su cabello rebelde. Se ajustó el nudo del pañuelo y se unió a los caballeros.

— ¿V-Vamos a partir ya?

— Sí — respondió secamente Kuahel, haciendo un gesto con la cabeza a sus subordinados.

Debajo del Roble ~ Libro 10 [Temporada dos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora