Capítulo 12

39 5 0
                                    

El despertador. Ese incansable objeto que te pone de mal humor absolutamente todas las mañanas, antes de ir a clase, como si fuese un calentamiento para la mala leche que uno va cogiendo a lo largo del día. Primero, el irritante y agudo sonido; después, la insistencia de mi padre de que apuremos y luego tener que esperar por él. Finalmente, ver las caras odiosas de cada una de las personas asquerosas que se pasean por el instituto. Sin embargo, no estoy pensando en Will al decir eso; me refiero a todos esos góticos, pero sobre todo a Lauren, Mason, Steve y Olivia. Me dan ganas de vomitar cada vez que pienso en lo que han hecho. Pero, aún así, me obligo a bajar a desayunar.

- Buenos días, Katie -me saluda Andrew, tan alegre como siempre.

Le devuelvo el saludo. No entiendo cómo alguien puede levantarse gracias a un pitido criminal para los oídos y ser tan feliz, o al menos parecerlo y obligarse a sonreír. Desde luego, yo no soy de esas personas. La verdad, no ya no encuentro ningún motivo por el alegrarse de seguir siempre la misma rutina, día tras día, y esperar al maravilloso fin de semana, que al final te lo pasas o haciendo cosas para el resto de la rutina o yendo a un hospital a visitar a tu mejor amiga. Si hay algo que mata de verdad es el aburrimiento, pero esto de ir al instituto va más allá: te quita tu preciado tiempo libre, pues lo tienes que emplear en hacer excesivos trabajos en vez de tener vida social, es decir, te encierra y sientes que te roba la libertad. Para el colmo, hoy llegaré al colegio y estaré sola, cosa a la que ya estoy acostumbrada, pero tendré que fingir que todo va bien mientras veo como el cotilleo de Abby se dispersa de oído en oído y todos, absolutamente todos, se burlan de ella, incluso los que no tuvieron la decencia de fijarse en ella cuando aún era normal (admitamos que después de lo que le pasó, nadie volvería a sentirse normal). Parece que en esta vida hace falta hacer cosas malas para que se te recuerde pues, al fin y al cabo, criticar a una persona ajena puede llevarte a conocer a alguien impresionante e igual de iluso.

Por el contrario, tengo que admitir que nunca tuve tantas ganas de que se terminase un fin de semana. Ya lo sé: suena estúpido después de demostrar que odio la rutina; pero este domingo me lo he pasado observando como Andrew salía de casa para ir al hospital a ver a Abby. Yo no quise ir por dos principales motivos, que puede que tengan fundamentos egoístas y sí, también admito que no soy lo bastante fuerte como para verla así, puede que por si la vuelvo a mirar, me da miedo que aparezca el cadáver de mi madre en su lugar. Además, creo... no, estoy casi segura de que se cuece una relación amorosa entre esos dos, ya que es imposible volver de visitar a alguien de un hospital y llevar esa sonrisa en la cara.

El pitido del coche me despierta de mis pensamientos. Lo que yo decía: estos incansables sonidos me preparan para el mal humor que poco a poco voy cogiendo a lo largo del día. Meto todos los libros que encuentro a toda prisa en mi mochila. No sé muy bien por qué, pero me detengo y me alejo del mundo en cuanto encuentro el libro de química de Will entre mis cosas. Recuerdo la tarde de ayer en su casa y la divertida discusión con su padre, el "Gran John Baxter", como lo había descrito Will. Sale un impulso desde dentro de mí e, inconscientemente, empiezo a pasar las páginas. Me paro en la que nos quedamos ayer. Entonces, veo una nota en la que está escrito el poema que Will me recitó -o me dedicó- anoche. Le doy la vuelta y leo "Dedicado y pensado para ti, Katherine Jackson. De Will", escrito con su letra de pijo que incluso es preciosa. Dejo escapar una risita. ¿En serio intenta ligar conmigo? ¿De verdad puede ser tan ingenuo? Tengo que admitir que tampoco es esa persona asquerosa y repelente que pensaba al principio, pero primero debería de intentar ser mi amigo. Pero cada vez que pienso en sus ojos cuando me mira, siento que...

Otra vez el maldito pitido. Meto el libro en la mochila y salgo corriendo de la habitación. Intento recordar cómo ha acabado ahí, pero no puedo. De casualidad no parece haber sido, o si no esa nota no estaría allí. Me subo al coche sin darme cuenta de cómo; estoy demasiado absorta en mis pensamientos, algo ya muy normal en mí. La nota, la dichosa nota que Will ha puesto ahí solo para marearme. O tal vez solo quiera burlarse de mí, quién sabe. Pero una parte de mi cerebro desea que no sea así, desea que confíe y me deje llevar, y le gusta pensar que ese chico -o cualquier otro- podría estar enamorándose de mí. Sea lo que sea, no quiero pensar más en ello. Solo quiero saber la verdad, que desde hace bastante se me ha estado escurriendo entre los dedos.

Quédate cerca #Wattys2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora