Capítulo 16

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Ya no tengo ganas de llorar. Puede que me haya hecho más fuerte o que el simple hecho de estar aquí, hace que lo sea. No puedo dormir. Tengo las mejillas pegajosas y los párpados no quieren juntarse. Estoy rodeada de las sábanas de su cama y huelen como él. Es igual que estar entre sus brazos, pero sé que está en el suelo, tumbado sobre un colchón y cubierto de mantas. Estoy segura de ello, pues lo he comprobado varias veces. Y sé que cuando me levante, seguirá ahí. Pero yo estoy aquí arriba, en su cama, y no puedo dormir. En mi cabeza, se lían entre sí multitud de hechos e incluso una idea disparatada. No paro de pensar en lo que ha pasado. Quiero que eso quede lejos, muy lejos.

***

Me encuentro sentada en el enorme salón. Todo afuera está oscuro, salvo por las luces que iluminan el inmenso jardín. No sé muy bien qué hago aquí, no se me ocurría un sitio mejor al que ir. Puede que buscase inconscientemente el calor de sus brazos, pero solo somos amigos. Y como mala amiga, le he despertado y ahora está aquí, con unos pantalones de pijama y una camiseta blanca, mirándome preocupado. Levanto la mirada y me encuentro con sus ojos. Me siento tan pequeña, tan infantil. Quiero reír, pues es lo más parecido que hay a llorar; pero no lo merezco.

- No me mires así. -le pido, y añado con una risita- Me hace sentir como si me estuviese muriendo de alguna enfermedad incurable.

- En ese caso no te miraría así-contesta rígido, pero ahora eso no es lo que necesito.

- Espero que no -digo, intentando esquivar la inminente conversación- porque en ese caso, te daría un bofetón por tratarme diferente.

- Lo sé. -hace una pausa- También sé que estás intentando evitar contarme que te ha pasado.

Resoplo; es imposible desviar la atención de ello.

- Recuerda que me prometiste que me apoyarías -no es la mejor solución, pues no quiero meterle en esto, pero es la única baza que tengo para que no me regañe. Le sujeto la mirada hasta que asiente- Me he visto con Michael y Rachel. Bueno, más bien, me han citado para una misión.

- ¿Qué clase de misión? -pregunta serio, como si fuera un entrevistador absorbiendo información.

- Me pidieron que fuese a casa de un chico, un antiguo gótico o algo así, y que... -trago saliva; las palabras pasan dificultosamente por mi garganta- Y que lo matara -termino al fin, mirándole fijamente a los ojos.

- ¿Lo hiciste? -no respondo. Sé la respuesta pero no respondo- ¿Katie? -se le quiebra la voz al pronunciar mi nombre.

- Me dieron una pistola y me dijeron que no me preocupase, que dejase la mente en blanco. Entré sola en la casa. Yo recordaba haber oído cómo apuntar y dar en el blanco. Estaba dispuesta a hacerlo. Me decía que era por Abby y por todas las víctimas que esto ha producido y por las víctimas que seguramente producirá si no se para. Apunté.

>> Entonces, me di cuenta de que esa no era yo y no soy quien de decidir quién muere y quién no. Así que corrí a la cocina, ignorando los gritos del chico y cogí algo que espero que fuese ketchup caducado. Le ordené que se tumbara y que no se moviese, pero no me hacía caso. Me apuntaba con su arma, ignorando que le estuviera salvando la vida. Le mencioné los nombres de Michael y Rachel, que actuaron como una palabra mágica.

>> El chico se quedó inmóvil, puede de lo aterrado que estaba, y yo disparé, apuntando a la mancha que había pintado en la pared. En ese momento, entraron Michael y Rachel, y lo único que recuerdo fue estar aquí, llamando a tu timbre sin razón alguna.

Por fin termino. La verdad, me he quedado a gusto. He confesado; ahora le toca a Will decidir. Pero no pronuncia palabra. Se queda mirándome, sin mostrar sentimiento alguno, analizándome en silencio.

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