XIII

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Desde que era niño, siempre me dijeron lo mismo: "¿Por qué no puedes ser más como esa niña?"

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Desde que era niño, siempre me dijeron lo mismo: "¿Por qué no puedes ser más como esa niña?". 

Esas palabras, tan simples, habían plantado una semilla de resentimiento que florecería con el tiempo. No importaba lo que hiciera, lo que lograra, siempre me comparaban con ella y su sonrisa brillante, su amabilidad natural. Como si mi valor dependiera de ser igual a ella. Y así, mientras crecía, mi objetivo también crecía conmigo: hacerla sufrir. Quería verla caer, quería borrar esa sonrisa que me había perseguido desde mi infancia. Pero ahora, mirando su progreso bajo mi supervisión, algo en mí no estaba del todo claro.

Todo comenzó hace semanas, cuando Saori empezó sus prácticas profesionales en mi empresa. Ella no era la única practicante, pero fue la única que despertó algo en mí que preferiría haber ignorado. Kaina, mi mano derecha, me entregaba los reportes semanales sobre el desempeño de los practicantes, y cada vez que veía el nombre de Saori, sentía una punzada en el estómago. Era como si el simple hecho de leer su nombre desencadenara una tormenta de emociones que no podía controlar. Los informes eran impecables, llenos de elogios sobre su rendimiento. Kaina, quien no solía repartir halagos gratuitamente, hablaba con un entusiasmo inusual cuando se refería a Saori.

—Ella tiene algo especial, Kai —me dijo Kaina una tarde mientras discutíamos el progreso de los practicantes—. Tiene un potencial increíble, su ética de trabajo es impecable.

Escuchar esas palabras solo avivaba el conflicto dentro de mí. ¿Cómo podía estar haciendo todo tan bien? Parte de mí sentía una profunda rabia al verla destacarse de nuevo, como cuando éramos niños. No podía soportarlo. Quería encontrar una grieta en su armadura, algo que demostrara que no era tan perfecta como todos creían. Pero cada semana, los reportes de Kaina me recordaban que no era tan sencillo. Saori se estaba desenvolviendo de manera brillante, y eso me enfurecía.

A medida que pasaban los días, empecé a notar pequeños detalles que complicaban aún más las cosas. No solo era eficiente en su trabajo, sino que había algo en ella que me desarmaba. Cada vez que la veía, sus ojos me hablaban de una calma que nunca había encontrado en mí mismo. Me recordaba demasiado a la Saori de mi infancia, la chica que todos admiraban, y esa imagen chocaba violentamente con el resentimiento que llevaba años cultivando. ¿Cómo podía hacerla sufrir cuando, por primera vez en años, sentía algo que no fuera odio hacia ella? Empecé a observarla más de cerca. No era solo su habilidad para completar tareas, era su actitud, su manera de enfrentar los problemas con serenidad. Parecía que nada la afectaba. ¿Era una fachada? ¿O realmente era tan intocable? Esta duda se convirtió en una obsesión. Quería descubrir qué había detrás de esa sonrisa que tanto me recordaba a los días en que la comparaban conmigo. ¿Era tan fuerte como aparentaba? ¿O todo era un mecanismo de defensa, una estrategia para no mostrar debilidad?

A pesar de mi determinación inicial, las cosas comenzaron a complicarse dentro de mí. Cada vez que Saori hablaba, cada vez que mostraba su entusiasmo por algún proyecto, sentía una creciente atracción hacia ella. No era solo física, aunque no podía negar que me sentía atraído por su presencia. Había algo en su personalidad que me desarmaba. Y ese conflicto me estaba consumiendo por dentro. No podía seguir ignorándolo: mi deseo de hacerla sufrir chocaba brutalmente con los sentimientos que empezaban a nacer.

—Kai, he terminado el informe de esta semana —la voz de Kaina me sacó de mis pensamientos una tarde, mientras me entregaba una carpeta con los informes semanales de los practicantes. Asentí y tomé la carpeta, hojeando las páginas hasta llegar al nombre que me interesaba. Como siempre, el informe de Saori era impecable. Eficiencia, puntualidad, creatividad... Todo estaba allí, en blanco y negro. Y cada línea que leía me frustraba más. ¿Por qué no podía encontrar una falla? ¿Por qué tenía que ser tan perfecta?

Pero había algo más que me inquietaba. No solo eran sus logros lo que me perturbaba, sino la manera en que sus palabras y acciones parecían influir en mi manera de verla. A veces, al observarla trabajar, me encontraba admirando su dedicación, su capacidad para resolver problemas con calma y eficacia. Y entonces me odiaba por sentir eso. Este no era el plan. Mi objetivo siempre había sido hacerla llorar, hacerla pagar por todo lo que había soportado en mi infancia. Y sin embargo, aquí estaba, luchando con sentimientos que no podía controlar. Las semanas pasaron y mi frustración solo crecía. No sabía qué hacer con todo lo que sentía. Mi misión original, mi plan para derrumbar a Saori, se mezclaba con un torbellino de emociones. ¿Cómo podía hacerle daño cuando, en el fondo, parte de mí comenzaba a desear protegerla? Era ridículo, pero no podía evitarlo.

Finalmente, después de mucho reflexionar, decidí que tenía que ponerla a prueba. Necesitaba saber si era tan intachable como parecía. Si había algo en ella que no era real, lo descubriría. Así que, una tarde, cuando Saori estaba terminando su jornada, me acerqué a ella.

—Saori, he estado observando tu progreso —dije con tono neutral, aunque por dentro luchaba por mantener la calma—. Me gustaría invitarte a salir este viernes por la noche, después del trabajo. Podemos relajarnos un poco en un club nocturno que suelo frecuentar. Creo que mereces un descanso.

Vi el destello de sorpresa en sus ojos. Estaba claro que no esperaba una invitación así. Por un momento, pensé que rechazaría la propuesta, pero después de unos segundos de vacilación, aceptó con una sonrisa educada.

—Claro, Kai. Me encantaría —respondió.

A pesar de su sonrisa, algo en su tono me dejó una ligera duda. ¿Estaba aceptando por obligación, porque yo era su superior? ¿O había algo más detrás de esa respuesta? Esa noche sería mi oportunidad para descubrirlo. Quería saber si era tan leal como parecía, si realmente era esa chica perfecta que todos creían o si, como cualquier otra persona, también tenía sus debilidades. 

El viernes por la noche llegó más rápido de lo que esperaba. La tensión en mi pecho aumentaba a medida que se acercaba la hora de nuestra salida. No sabía exactamente qué esperaba encontrar, pero una parte de mí estaba ansiosa por desentrañar el misterio que rodeaba a Saori. Me vestí con ropa casual, algo más relajado de lo habitual, y me dirigí al club donde habíamos acordado encontrarnos. 

Cuando Saori llegó, me sorprendió lo diferente que se veía fuera del ambiente de la oficina. Vestía de manera sencilla, pero había algo en su presencia que seguía siendo cautivador. Nos sentamos en una mesa algo apartada, lejos del bullicio de la pista de baile, y comenzamos a hablar. Al principio, la conversación fue superficial, hablando sobre el trabajo y su progreso en las prácticas. Pero luego, conforme pasaban los minutos, comencé a sentirme más cómodo, y la conversación giró hacia temas más personales.

—Siempre me he esforzado mucho en todo lo que hago —dijo Saori en un momento, con un tono pensativo—. Creo que es una manera de demostrarme a mí misma que soy capaz, que puedo hacer lo que me proponga.

Esas palabras resonaron en mí de una manera que no esperaba. Por primera vez, vi una parte vulnerable de Saori que no había percibido antes. No era la chica perfecta que yo había imaginado. Era humana, con sus propias inseguridades y luchas. Y eso me descolocó aún más. Mientras la noche avanzaba, me di cuenta de que mi plan original —ponerla a prueba— ya no tenía sentido. No podía seguir viéndola como el objetivo de mi resentimiento. Había algo en ella que me hacía cuestionar todo lo que había planeado.

Speechless |Kai Chisaki|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora