Al día siguiente, me encontré a mí mismo de pie frente a la puerta de la oficina, sintiendo un peso inusual en el pecho. No era solo por el cansancio de una noche sin mucho descanso. No, esto era diferente. Las palabras de Saori, y ese beso... estaban frescos, como si todo hubiera pasado apenas unos minutos atrás. Recordé la calidez de sus brazos, la sinceridad en su voz. Me estremecí y, antes de abrir la puerta, me forcé a recordar quién se suponía que soy: Kai Chisaki, el hombre que nunca baja la guardia.
Cuando salí de la oficina, y la vi de inmediato, pasó casi corriendo porque ese chico, Touya, quería molestarla con un globo de agua.
—Me lo lanzas y le digo a tu papá —acusó Saori y Touya sólo sonrió con diversión, pero cuando me miró, el globo se lo lanzó a Keigo en el rostro. Noté que Saori levantó la mirada al escuchar mi voz. Su expresión era una mezcla de nerviosismo y algo más que no pude identificar. Cuando nuestros ojos se cruzaron, el aire pareció volverse denso. Solo fueron un par de segundos, pero me pareció una eternidad. No sabía qué hacer con esa mirada. No estaba acostumbrado a enfrentar consecuencias emocionales, y menos en el trabajo.
Me acerqué, intentando mantener mi compostura habitual. Al verla, me sorprendí de cuán distinta parecía. La misma Saori, pero con una especie de vulnerabilidad que resonaba con la mía. Y aunque me incomodaba, también me llamaba.
—Buenas tardes, Saori —dije, manteniendo un tono neutral. Era difícil ocultar la tensión en mi voz.
—Buenas tardes, Overhaul-sama —respondió ella, pero su tono era distinto, casi inaudible. Parecía estar eligiendo cuidadosamente cada palabra.
El silencio se hizo entre nosotros, y yo, que siempre había dominado las pausas, ahora me encontraba sin palabras. Los otros tres chicos se fueron casi corriendo al sentir la tensión. Había algo en su mirada, algo que me hacía sentir expuesto de nuevo, como la noche anterior. Tomé un respiro y decidí enfrentar esto de la manera que mejor sabía: directo al grano.
—Sobre anoche... —dije, pero inmediatamente me detuve. Las palabras parecían atascadas, como si mi cuerpo se resistiera a abrirse de nuevo. Sus ojos me buscaron, expectantes.
—Sí, anoche —respondió, y bajó la vista, nerviosa. Mis manos se crisparon ligeramente. Me recordaba a alguien tratando de caminar sobre vidrio roto, cautelosa, insegura. Al verla así, sentí el impulso de asegurarle que todo estaba bien, que no había nada de qué preocuparse. Pero entonces me pregunté, ¿lo estaba?
—Fue un error, ¿no? —le dije, y el tono más frío de lo que pretendía. Al momento de decirlo, algo en sus ojos se apagó, y eso me desconcertó. Pero no podía retractarme. Tenía que mantener las cosas bajo control.
Ella tragó saliva y, en lugar de la mirada de desaprobación que esperaba, me ofreció una sonrisa forzada.
—No sé si llamarlo un error, Kai. Solo sé que... bueno, todo fue inesperado. Pero tampoco me arrepiento —dijo, y su sinceridad volvió a desarmarme. Me quedé mirándola, en silencio, sin saber qué responder. Había esperado un rechazo, un reclamo, algo que me diera una excusa para cerrar las puertas de nuevo. Pero en cambio, ella se mantuvo firme, mirándome sin reproches, sin exigir explicaciones.
No pude evitar sentirme aliviado, pero también más confundido de lo que estaba dispuesto a admitir.
—Entiendo —fue todo lo que logré decir, desviando la mirada. No estaba acostumbrado a este tipo de situaciones, y la incomodidad me carcomía.
—No tienes que decir nada más, Kai. Solo... quiero que sepas que estoy aquí —añadió ella, su voz suave, con una calidez que me hizo sentir algo que no quería sentir. Suena simple, pero nunca había escuchado a alguien decir algo así, al menos no con tanta sinceridad.
Asentí, incapaz de articular una respuesta que le hiciera justicia. Sabía que debía decir algo, algo que aclarara la situación, pero me faltaban las palabras. Solo pude mirarla una vez más antes de regresar a mi oficina, preguntándome cómo había llegado a este punto.
Ella se giró sobre sus talones para dirigirse en dirección del almacén. La miré, suspiré y al cerrar la puerta detrás de mí, el sonido me devolvió a la realidad. Todo estaba igual, y a la vez, todo había cambiado. Saori no solo había desmoronado mis defensas, sino que había dejado algo más en su lugar. Algo que ni siquiera estaba seguro de cómo empezar a enfrentar.
Desde que la besé, algo en mi interior no ha dejado de agitarse. No sé si es la vulnerabilidad que sentí al confesarle todo o la forma en que ella reaccionó, manteniéndose a mi lado, escuchándome, sosteniéndome. Me hizo sentir un tipo de cercanía que no creí posible, y eso me aterra. Es como si la barrera que había construido se desmoronara lentamente, y no sé cómo detenerlo. El día después de la confesión, en la oficina, todo parecía seguir igual a simple vista. Las mismas reuniones, los mismos reportes, la misma monotonía. Pero, al mismo tiempo, todo era diferente. Ver a Saori entrar en mi oficina con su habitual profesionalismo, actuando como si nada hubiese cambiado, me descolocaba. No podía dejar de pensar en el beso, en sus palabras, en el calor de su abrazo. Y lo peor era que una parte de mí deseaba sentirlo todo de nuevo. Durante el día, no podía concentrarme. Me distraía observándola, analizando cada gesto, cada palabra, buscando algún indicio de que ella también se sentía igual de confundida. No lo encontré. Saori parecía tan tranquila, tan segura de sí misma, como si la noche anterior no hubiese significado nada. Pero yo sabía que no era así. Lo vi en sus ojos.
Cuando el reloj marcó el final del día, esperé a que todos se marcharan. Me quedé en mi oficina, sumido en mis pensamientos, tratando de poner en orden el caos en mi mente. ¿Qué era lo que realmente sentía por Saori? ¿Por qué me importaba tanto? Había jurado no dejarme afectar por nadie, no permitir que nadie se acercara demasiado, y sin embargo, aquí estaba, cuestionando todas esas promesas. Finalmente, escuché un suave golpe en la puerta. Era ella. Saori estaba allí, con una expresión que parecía decir que sabía lo que estaba haciendo, aunque yo no tenía ni idea de cómo proceder.
—Kai, ¿podemos hablar? —su tono era calmado, pero firme, como si supiera exactamente lo que quería decir.
Asentí, haciéndole un gesto para que entrara. No sabía qué esperar de esta conversación, pero algo en mí me decía que necesitaba escuchar lo que ella tenía que decir. Saori se sentó frente a mí, y, durante un momento, ninguno de los dos dijo nada. El silencio entre nosotros era denso, lleno de palabras no dichas, de sentimientos que aún no entendíamos. Pero, al mirarla, supe que ya no podía seguir evadiéndolo.
Este momento podría ser la clave que define el rumbo de nuestra relación. Y aunque una parte de mí temía lo que estaba por venir, otra, más profunda, anhelaba escucharlo.
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Speechless |Kai Chisaki|
Fanfiction«Si me amas, entonces di que me amas, que eres mía». [Saga: Little Monster]