XXIII

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La luz del sol se filtraba a través de las nubes, creando un ambiente cálido y prometedor

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La luz del sol se filtraba a través de las nubes, creando un ambiente cálido y prometedor. Estaba al volante, con una mano en el volante y la otra revisando la lista de cosas que había preparado para el viaje. En la parte de atrás, Eri estaba sumergida en un libro, aunque de vez en cuando levantaba la vista para observar el paisaje que se deslizaba ante sus ojos, llena de entusiasmo.

—¡Mira, Saori! —exclamó Eri, apuntando hacia la ventana—. ¡Esa montaña se parece a un dragón!

Sonreí al escuchar la emoción en su voz. A mi lado, Saori me miró con complicidad, una sonrisa divertida en su rostro.

—¿Ves? Hasta Eri tiene buena imaginación —dije, girándome un momento hacia ella.

—Y tú también tienes que admitir que no es un dragón, sino una montaña —bromeó Saori, con esa chispa que tanto me gustaba.

Su risa era contagiosa. Mientras el trayecto continuaba, Eri comenzó a cantar canciones de su última película favorita, y Saori y yo nos unimos a ella, riendo y disfrutando de la música que llenaba el auto. Era un momento perfecto de familia, de felicidad sencilla.Al llegar a nuestro destino, un pintoresco resort junto al mar, Eri salió del auto corriendo, ansiosa por explorar. Saori y yo la seguimos, compartiendo miradas llenas de complicidad y alegría.

—Vamos, pequeña aventurera —dije, mientras sostenía la mano de Eri—. ¿Qué quieres hacer primero?

—¡A la playa! —respondió, saltando de alegría.

—Entonces a la playa vamos —dijo Saori, mirando hacia mí con una sonrisa—. Parece que este será un gran fin de semana.

Eri corrió hacia la playa, dejando atrás sus zapatos. La brisa del mar era refrescante, y el sonido de las olas rompiendo contra la orilla era casi hipnótico. Mi corazón se llenó de una mezcla de amor y felicidad al ver a Eri tan emocionada.

—¿Sabes qué? —le dije a Saori, mientras me deshacía de mis zapatos—. Hoy es un día especial.Eri, desde el agua, se volvió hacia mí con curiosidad.

—¿Por qué? —preguntó, con su cabello mojado cayendo sobre su cara.

—Porque hoy celebramos tu cumpleaños —respondí, sonriendo. Su expresión pasó de la sorpresa a la emoción, y antes de que pudiera decir algo más, Eri gritó de alegría.

—¡No puede ser! ¡Mi cumpleaños! —gritó, corriendo hacia mí para abrazarme.

La levanté en brazos y la giré en el aire. Era un momento sencillo, pero sentí que un torrente de felicidad me llenaba. Más tarde, mientras Eri jugaba con otros niños en la playa, Saori se acercó a mí.

—No puedo creer lo rápido que ha crecido —dijo Saori, mirando a Eri jugar.

—Lo sé —respondí, sintiéndome nostálgico mientras observaba a mi hija—. Parece que fue ayer cuando era solo una bebé. Cada día se parece más a ti, no fisicamente, pero esa personalidad la está copiando de ti.

Speechless |Kai Chisaki|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora