XXI

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Estar en una relación con Saori es algo que nunca imaginé

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Estar en una relación con Saori es algo que nunca imaginé. Menos aún que llegaría a confesarle lo que realmente sentía. Pero aquí estamos, un mes después de aquella noche en la que, por primera vez, ambos bajamos nuestras defensas y dejamos que nuestras emociones se encontraran. Lo que empezó como un juego cruel de mi parte, con la intención de verla rota, se convirtió en algo mucho más profundo. Un lazo que ni siquiera puedo describir del todo, pero que me tiene más atrapado de lo que jamás pensé posible.

Nunca quise dejarla entrar, no de esta forma. Esa noche, todo lo que deseaba era verla llorar, ver en sus ojos el mismo dolor que yo siempre he llevado dentro. Pero algo cambió. Algo que no puedo explicar del todo. No fue solo que ella no reaccionó como esperaba. Fue su fuerza, su capacidad para mirarme a los ojos cuando todos los demás apartaban la mirada. Saori nunca me ha tenido miedo, y creo que eso fue lo primero que me hizo detenerme.

Ahora, después de haberle confesado lo que siento por ella, nuestra relación ha sido... ¿cómo describirla? Fluida. Natural. Como si hubiera sido inevitable que termináramos así, juntos. Este mes que hemos pasado como pareja ha sido extraño para mí. Nunca he sido alguien que se permita sentir algo tan profundo por otra persona, mucho menos compartir mi vida de una manera tan íntima. Y sin embargo, con Saori, todo parece tan... fácil.

En el trabajo, seguimos manteniendo las apariencias. Después de todo, ella sigue siendo una practicante, y yo su jefe. Pero hay momentos, pequeñas miradas o sonrisas a escondidas, que nos recuerdan lo que hay entre nosotros. Me gusta esa parte. Me gusta que haya algo solo nuestro, algo que no necesita ser exhibido para ser real. Es un tipo de conexión que nunca pensé que podría tener con nadie.

Y luego están los fines de semana, cuando Saori viene a cuidar de Eri. Al principio, no sabía cómo sentirme respecto a eso. Eri es... complicada, y no dejo que cualquiera se acerque a ella. Pero ver cómo Saori se ha ganado su confianza, cómo ha sido paciente y cuidadosa con ella, me ha hecho ver a Saori de una manera diferente. Es como si, de alguna forma, hubiéramos comenzado a formar una especie de familia.

No puedo negar que la idea no me disgusta.

Recuerdo claramente la primera vez que vi a Saori interactuar con Eri. Fue como si algo dentro de mí hiciera clic. Verlas juntas, riendo y jugando, me hizo sentir algo que no había sentido en años: paz. Era como si, por un momento, todo estuviera bien. Como si todas las piezas finalmente encajaran. Eri, Saori y yo, los tres en una misma habitación, como si hubiéramos estado destinados a estar juntos de esta manera.

Saori ha sido increíble con Eri. Siempre encuentra la forma de hacerla sonreír, de sacar lo mejor de ella. Y lo que más me gusta es que no lo hace por obligación, sino porque genuinamente se preocupa por ella. A veces me encuentro observándolas desde la distancia, preguntándome cómo fue que llegué a tener tanta suerte de tenerlas a las dos en mi vida.

Y luego está el coqueteo. No puedo evitarlo. Hay algo en la forma en que Saori me mira cuando cree que nadie la está observando, la manera en que sus labios se curvan en una sonrisa juguetona que me vuelve loco. Esos momentos en los que Eri está distraída y Saori aprovecha para acercarse, para rozar mi mano o para susurrarme algo que solo ella y yo podemos entender. Es como si todo lo que hay entre nosotros se intensificara cuando estamos a solas, como si el simple hecho de compartir el mismo espacio ya fuera suficiente para que la tensión aumente.

Speechless |Kai Chisaki|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora