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El sol brillaba a través de las ventanas de la sala, creando un ambiente cálido y acogedor. Era un día tranquilo y soleado, típico de la primavera, y el aire estaba lleno de la fragancia de las flores que comenzaban a florecer en el jardín. Mi nombre es Eri, y aunque sea una niña, ya he vivido suficientes momentos hermosos como para saber que estoy en el lugar correcto. Ahora, todo es diferente.
Desde que papá y Saori decidieron estar juntos de nuevo, la vida en nuestra casa ha cambiado por completo. Recuerdo los días oscuros, cuando el silencio era ensordecedor y el ambiente estaba cargado de tristeza. Papá siempre parecía estar en su propio mundo, luchando contra sus propios demonios, y yo sentía que no podía hacer nada para ayudar. Pero eso era antes. Ahora, hay risas, amor y felicidad en cada rincón. Los días se han vuelto más brillantes. Saori ha traído consigo una chispa que ilumina la casa. Es tan diferente a la mujer que conocí al principio; ahora es más abierta, más feliz. Cuando la veo sonreír, siento que el mundo se vuelve un lugar mejor. papá, por su parte, parece más relajado, como si hubiera dejado caer una pesada carga. Puedo ver en sus ojos el amor que siente por Saori. A veces los miro y me parece que están flotando en una burbuja de felicidad, ajenos a todo lo demás. Una de mis memorias favoritas fue aquel picnic que tuvimos en el parque. Era un día radiante y decidimos ir a disfrutar del aire libre. Llevamos una manta, algunos sándwiches y frutas frescas. No podía creer lo emocionados que estaban papá y Saori mientras preparaban todo. Se reían y hacían bromas entre ellos, como si fueran dos niños en su primer día de vacaciones.
— ¿Quién quiere el último trozo de sandía? —. preguntó papá con una gran sonrisa, haciendo que Saori se le acercara rápidamente.
— ¡Yo! ¡Yo quiero! — gritó ella, con sus ojos brillantes de emoción.
Los vi pelear de una manera juguetona por el último trozo, y ese momento me llenó de alegría. Así era como debía ser una familia: riendo, disfrutando de los pequeños momentos y apoyándose mutuamente. Me senté entre ellos, disfrutando del juego, riéndome a carcajadas. En ese instante, supe que estaba en el lugar perfecto.
Otra tradición que hemos establecido son nuestras noches de películas. Nos acomodamos en el sofá, tapados con mantas, y elegimos una película. Recuerdo claramente la primera vez que hicimos esto. Papá había decidido que debíamos ver una película de superhéroes. No sabía si iba a disfrutarlo, pero cuando vi la emoción en sus ojos, supe que tenía que intentarlo.
— Vamos, Eri, ¡este superhéroe es increíble! — me dijo papá, y yo sonreí, dispuesta a darle una oportunidad.
Saori se sentó a nuestro lado, sonriendo y diciendo: — No puedo esperar a ver cómo se enfrenta al villano.
A medida que la película avanzaba, las tres horas se convirtieron en risas, gritos y emoción. Cada vez que algo inesperado sucedía en la pantalla, todos reaccionábamos al unísono. A veces, me encontraba acurrucada entre ellos, y me sentía tan protegida, como si no hubiera nada que pudiera lastimarnos. En esos momentos, todo lo que había pasado antes se desvanecía, y solo existía la felicidad de ser parte de esta familia. A lo largo de los meses, he aprendido muchas cosas sobre lo que significa ser parte de una familia. Mis padres, Kai y Saori, siempre se aseguran de que me sienta amada y apoyada. Un día, Saori me llevó a su habitación y me mostró cómo hacer pulseras con cuentas de colores.
— ¿Ves, Eri? Cada cuenta representa un momento especial que hemos compartido — me explicó.
Mientras pasaba el hilo por las cuentas, me di cuenta de que cada color tenía su propio significado: el rojo representaba amor, el azul, la tranquilidad, y el verde, la esperanza. Me encantó la idea de que nuestras experiencias juntas podían ser representadas de esta manera, como un recordatorio de lo felices que éramos juntos.
— Así como estas pulseras, nuestra familia también está hecha de momentos — dijo Saori, mi mamá, sonriendo —. Algunos son difíciles, pero otros son maravillosos. Lo importante es que estamos juntos en todo.
Con el tiempo, he aprendido que la familia no siempre es perfecta. A veces hay malentendidos, y hay momentos de tristeza, pero lo que realmente importa es cómo enfrentamos esos desafíos juntos. He visto a papá y mamá superar obstáculos, y eso me ha enseñado que el amor verdadero no se rinde fácilmente.
El otro día, papá me dijo:
— Eri, siempre debes recordar que una familia es un equipo. Nos apoyamos mutuamente y siempre estamos aquí para levantarnos los unos a los otros — me dio un fuerte abrazo y sentí su calidez, dándome la certeza de que nunca estaré sola.
A medida que me siento aquí, rodeada de amor, reflexiono sobre lo que significa ser parte de esta familia. Me doy cuenta de que no importa lo que pase en el futuro, siempre habrá momentos que valgan la pena recordar. La vida con papá y mamá ha sido un viaje lleno de risas, aventuras y amor incondicional. Cierro los ojos y me imagino un futuro donde seguimos creciendo juntos, donde cada día es una nueva oportunidad para crear recuerdos. Sé que, pase lo que pase, siempre estaré rodeada de amor y apoyo. El sonido de la puerta se abre y veo a papá y mamá entrar con una gran sonrisa.
— ¡Eri, estamos listos para la noche de películas! — grita papá. Mi corazón se llena de felicidad mientras corro hacia ellos.
— ¡Sí! ¿Cuál vamos a ver? — pregunto emocionada.
Mamá me abraza y dice: — Tú eliges, pequeña. Esta es tu noche.
Mientras nos acomodamos en el sofá, con las luces apagadas y las mantas sobre nosotros, sé que este es el comienzo de más momentos felices juntos. La vida es hermosa y, con ellos a mi lado, no podría pedir nada más. La familia es amor, es risa, es apoyo. Y en este momento, aquí y ahora, estoy en el lugar donde siempre quise estar. Mi corazón se llena de alegría y esperanza por lo que está por venir. Sabía que estábamos destinados a estar juntos, y esta es solo la primera de muchas historias que crearemos como familia.
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¡Hola!
Gracias por acompañarme de principio a fin en este fic <3.
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