Capítulo 2

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Carraspeó al abrir los ojos, la garganta le molestaba, había trabajado hasta tarde en este nuevo contrato y no podía perderlo

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Carraspeó al abrir los ojos, la garganta le molestaba, había trabajado hasta tarde en este nuevo contrato y no podía perderlo. La compañía esperaba mucho de él. Se incorporó en la cama, sintiendo el peso de la responsabilidad en sus hombros, mientras buscaba las gafas en la mesa de noche. El sonido del iPhone lo molestó, era demasiado temprano aún. La luz de la pantalla se veía a través de las sábanas, iluminando tenuemente la habitación en penumbras.

Al abrir el mensaje, sonrió al ver las fotos que se adjuntaban en él. Una mujer con una sonrisa enorme sostenía a un pequeño bebé. "Hola tío, hoy cumplo seis meses" decía el mensaje. Era el tercer hijo de Camila. Al menos una Mendoza había encontrado la felicidad en este mundo tan trágico y desafortunado.

"Quisiera estar allí" respondió. Cuando nació, viajó de inmediato, pero solo pudo permanecer por un par de días; el trabajo reclamaba por él.

"Deberías venir, necesitas vacaciones Armando", insistía su hermana.

"Estoy en medio de algo importante, apenas lo consiga te juro que me tienes allí" escribió antes de conectar el teléfono al cargador. Se dirigió directamente a la ducha. Aunque las notificaciones continuaron llegando, no les prestó atención. Camila insistía demasiado en que se tomara días libres, pero simplemente dejaba de contestarle. Ya tendría tiempo para atravesar medio mundo para verla.

El agua caliente de la ducha alivió su garganta irritada y despejó su mente. En menos de cinco minutos, estaba en el vestidor, eligiendo el traje que usaría. Era un día importante para la empresa. Sumó un toque de su característico perfume y bajó a la planta principal. Entró a su estudio para recoger el maletín y los documentos que necesitaría para la reunión. Los papeles estaban perfectamente organizados, reflejando su meticulosidad y dedicación, características que había cultivado en los últimos años.

Se dirigió a la cocina, recordando haber dejado las llaves de su carro sobre la barra. Se detuvo un momento para mirar por la ventana. El sol apenas comenzaba a salir, bañando el jardín con una suave luz dorada. Por un instante, deseó tener la libertad de disfrutar de una mañana tranquila, pero sabía que no podía permitírselo.

-Está listo el desayuno - dijo ella con una sonrisa, acercando la taza de café a sus manos y sacándolo de sus pensamientos. La cocina estaba impregnada del aroma a pan tostado y huevos revueltos.

-Solo tomaré el café, se me hace tarde -respondió, mirando el reloj con ansiedad. Las prisas eran el factor común de sus mañanas, un ritmo frenético que se había vuelto rutina.

-Pero... -ella iba a protestar, odiaba verlo tan estresado, tan nervioso. Se preocupa por él y no podía ocultarlo.

-Comeré algo en la empresa, lo prometo -aseguró, tratando de dejarla tranquila mientras le daba un beso en la frente- Debo irme, adiós.

Ella suspiró, resignada, viendo cómo se alejaba. Armando recogió su maletín, las llaves y todo lo que necesitaría para el resto del día. En los últimos años, había optado por cambiar de carro varias veces. Ya no conducía un deportivo; necesitaba algo más versátil y resistente. La adquisición del Jeep Grand Cherokee del año, al fin, había logrado dejarlo cien por ciento conforme. El imponente vehículo negro relucía bajo la luz del sol naciente.

Al final de este viaje.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora