Capítulo 16

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-¡Abogada!

La mujer giró lentamente hacia él, como si el tiempo hubiera decidido ralentizarse en ese preciso momento. Cuando sus ojos se encontraron, todo en su interior se detuvo. Una punzada profunda atravesó su pecho al reconocerla. El aire que lo rodeaba pareció espesarse, dificultando su respiración. No podía reaccionar. No podía hablar. No podía moverse. El peso de ese descubrimiento lo aplastaba, haciéndolo sentir como si sus pies estuvieran atados a la arena, a punto de hundirse para siempre.

Su mente corría desbocada, pero su cuerpo no le respondía. Cada parte de él parecía estar atrapada en una parálisis desesperante. Finalmente, poco a poco, las sensaciones regresaron a sus manos, a sus piernas, a su pecho agitado. Apretó los puños como buscando una salida a la realidad que se le imponía con una fuerza abrumadora. Sin decir una palabra, se dio media vuelta sobre sus pies húmedos, en un intento desesperado por huir de esa verdad que no estaba preparado para enfrentar.

-Don Armando -la voz de ella lo detuvo al instante, helándole la sangre. Esa voz... La misma que había creído que jamás volvería a escuchar. Inmóvil, su cuerpo se tensó nuevamente, incapaz de procesar lo que estaba ocurriendo

Armando giró con dificultad, con el pecho a punto de estallar. Cuando logró mirarla de nuevo, trató de articular palabras que se le escapaban entre los labios, como si su mente no pudiera procesarlas con la rapidez que el momento exigía.

-Betty... le juro que yo no sabía que era usted... -dijo, con la voz entrecortada, incapaz de ocultar la conmoción que lo atravesaba.

Ella lo miró con inmensa serenidad en sus ojos, como si hubiera esperado ese momento durante mucho tiempo.

-Lo sé -respondió suavemente mientras daba un paso hacia él- tranquilo.

-Lo siento... Yo... no sé qué decir... -Armando sentía que el peso de los años y las palabras no dichas estaban a punto de desarmarlo.

-Ha pasado mucho tiempo, ¿no? -dijo ella, con una sonrisa apenas perceptible mientras se aferraba al pequeño bolso que colgaba de su hombro, el dolor del pasado se mezclaba con la paz que había encontrado después de tanto tiempo.

-Demasiado, Beatriz -Armando cerró los ojos con fuerza, el nombre salió de su boca con una carga emocional inmensa, como si con esas siete letras se desataran todos los recuerdos, las heridas, los sentimientos reprimidos.

-¿Casualidad o destino, ingeniero? -preguntó Betty, con un brillo misterioso en sus ojos, tratando de aligerar el ambiente, refiriéndose a la jugarreta del destino.

Armando se frotó la frente, sintiendo cómo la cabeza le palpitaba, incapaz de procesar todo lo que estaba sucediendo.

-Siento que me va a explotar la cabeza -admitió- No sé cómo puede estar tan tranquila.

Al final de este viaje.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora