Armando estaba en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, rodeado por el bullicio de viajeros apresurados, anuncios constantes y el eco de las ruedas de las maletas, yendo y viniendo por todo el lugar. Mientras esperaba su vuelo a Londres, su mente se llenaba de recuerdos y emociones encontradas. Londres no solo era una ciudad casi desconocida para él, sino también un símbolo de la distancia con su padre, una relación marcada por años de ausencia y silencio.
La noticia del empeoramiento de la salud de Roberto llegó inevitablemente, sacudiendo sus cimientos y despertando sentimientos que creía enterrados. Armando miraba por la ventana del aeropuerto, observando cómo los aviones despegaban y aterrizaban, sintiéndose como uno de esos aviones, un alma en tránsito, entre el pasado y un futuro incierto.
El avión despegó, y mientras se elevaba sobre las nubes, Armando cerró los ojos. Sentía el peso del tiempo, cada kilómetro recorrido marcaba un hilo invisible que lo ataba a los recuerdos de su infancia y juventud junto a su padre. Su relación con Roberto siempre había sido complicada. Recordaba las veces en que había buscado su aprobación, solo para encontrarse con una fría indiferencia.
Las horas de vuelo parecían eternas. Armando se sentía atrapado en un limbo temporal, donde cada minuto era una eternidad y cada pensamiento, un reflejo del dolor y la incertidumbre. Miraba por la ventana, tratando de encontrar un poco de calma entre tanta oscuridad.
Al llegar a Londres, la frialdad del clima lo recibió con un abrazo helado. Londres, con sus calles antiguas y su cielo gris, parecía un espejo de su estado emocional. El hospital, con su aroma a desinfectante y el murmullo constante de actividad, era un mundo aparte. Allí, en una habitación blanca y estéril, su madre lo esperaba. Al verla, el rostro de Armando se suavizó, ella era el puerto seguro en medio de la tormenta. Sin embargo, el encuentro con su padre, postrado en la cama, lo golpeó con una ola de realidad para la que no estaba preparado.
Las sensaciones se arremolinaban dentro de él como un huracán, tristeza, nostalgia, miedo. Armando sabía que este viaje no solo era un acto de deber filial, sino también una oportunidad para sanar viejas heridas, para enfrentar los fantasmas del pasado y, tal vez, para encontrar una nueva forma de conectar con su padre. Aunque la esperanza de que esto sucediera era escasa.
"Es hora de dejar atrás el orgullo y el rencor. Es hora de ser el hijo que siempre debí ser y que él necesitó." Se dijo a sí mismo. Respiró hondo para calmar el latido irregular de su corazón. Cada paso que daba, le pesaba como una losa, el techo parecía caer sobre su cabeza, aplastándolo sin piedad.
Allí estaba él, postrado en una cama, parecía frágil, solo una sombra del hombre fuerte y autoritario que Armando recordaba. Roberto dormía profundamente, su rostro se veía sereno a pesar de la enfermedad que lo consumía.
Armando se acercó a la cama con cautela, como si temiera romper la quietud que envolvía la habitación. Se arrodilló al lado de su padre, sus ojos recorrieron cada línea del rostro dormido. Margarita salió de la habitación, no solo para darle espacio a Armando, sino porque era difícil presenciar ese encuentro.
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Al final de este viaje.
FanfictionFANFIC: Historia basada en la novela "Yo soy Betty la fea" de Fernando Gaitán. Fuimos el amor perfecto en el tiempo equivocado.