Los días pasaron en una vorágine que ayudo a Betty a despejar su mente, a olvidarse de las palabras que Armando había dejado plasmadas en la carta que Nicolás le había hecho llegar.
Su día comenzaba muy temprano en la mañana y terminaba a altas horas de la noche, había días en que ni siquiera parecía tener tiempo para comer. El evento de Ragtela había salido tal cual lo planearon, Catalina estaba muy orgullosa por la ayuda que Betty le había brindado desde Cartagena. Ahora, con ese evento resuelto, podrían dedicarse a tiempo completo al nuevo proyecto.
Catalina regresaría en un par de días, y aunque el apartamento estaba impecable, Betty volvió a repasar cada mueble, casa espacio del lugar para quitar cualquier rastro de suciedad. Después de pasar un par de horas abocada a la limpieza y el orden, recordó que Michel pasaría por ella antes del atardecer, otra vez con un tono misterioso "quien sabe que se trae entre manos está vez" pensó para si misma.
Dejó todo en orden y se metió en la ducha para refrescarse, un minuto después de terminar de prepararse, el timbre sonó estridente anunciando la presencia de Michel.
Betty recogió su cartera, un abrigo liviano de hilo y bajó hacia la recepción del edificio para encontrase con él. Michel vestía ropa informal, podía verlo a través de la puerta de vidrio, apoyado con la espalda en su carro.
Michel condujo hasta una feria cercana. Al llegar, Betty sonrió sin poder evitarlo, las luces de colores, el bullicio de la gente y el sonido de la música festiva la llevaron a su niñez por un instante, a recordar aquella vez que sus padres los habían llevado a ella y Nicolás a una feria instalada en un pequeño pueblo cerca de Bogotá.
-¿Te gusta? -preguntó Michelle, con una sonrisa divertida.
-No esperaba esto -respondió ella, sintiéndose más ligera de inmediato.
-Entonces prepárate, porque no te vas a escapar de los juegos.
Michel la llevó directamente a la rueda de la fortuna. Mientras esperaban su turno, él bromeaba con los premios que ofrecían en otros juegos.
-¿Qué tal si gano ese oso gigante? ¿aceptarías ese regalo? -dijo, señalando un peluche que apenas cabía en el puesto de tiro al blanco.
Betty río un poco nerviosa- ¿Está diciendo que tiene buena puntería?- desvío el tema bromeando con el juego.
-No, pero soy buen negociador -Michelle guiñó un ojo y Betty no pudo evitar soltar una carcajada.
Finalmente, subieron a la rueda de la fortuna. El lento ascenso les permitió disfrutar de las vistas de la ciudad iluminada, que se extendía como un manto de luces ante ellos. Betty se dejó llevar por el balanceo suave de la cabina, sintiendo cómo la brisa fresca de la noche le acariciaba el rostro. Michel seguía hablando, haciendo chistes sobre la gente en los demás carros, inventando historias absurdas que arrancaban sonrisas y risas a su acompañante.
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Al final de este viaje.
FanfictionFuimos el amor perfecto en el tiempo equivocado. Historia basada en la novela "Yo soy Betty la fea" de Fernando Gaitán.