Betty y Armando llegaron a Bogotá desde Londres, pasada la medianoche. Tras un silencioso y largo trayecto en taxi, se encontraron frente a la majestuosa fachada de la casa que Armando había mandado construir. Mientras él bajaba las maletas del maletero, Betty permaneció inmóvil, contemplando aquel lugar que, a partir de ese instante, se convertiría en su hogar.
-¿Le gusta, mi amor? -preguntó él, con una sonrisa orgullosa.
-Es preciosa -respondió ella, todavía asimilando la magnitud del cambio.
-Espere verla por dentro -dijo Armando, y luego, con un tono más íntimo- Aunque el tour lo dejaremos para mañana... Esta noche quiero llevarla directamente a la habitación.
Desde que se habían reencontrado, Armando no había podido contener su deseo por ella. En ese momento, lo único que ocupaba su mente era tenerla, por fin, en su cama.
-¡Armando! -lo reprendió Betty, en un susurro nervioso, sintiendo el calor subir a su rostro.
Ambos, cuidando no hacer ruido para no despertar a la nana que vivía con Armando, subieron directamente a la planta superior. Betty apenas pudo detenerse a observar los detalles de la casa, Armando la guiaba con una urgencia que no podía disimular. Al entrar en la habitación, ella sintió un huracán de emociones. Ese era el lugar donde él había soñado con ella durante tantos años. Aunque el aire estaba frío, el perfume de Armando impregnaba cada rincón.
-Detrás de esa puerta está el vestidor. Mañana organizamos sus cosas -dijo, señalando con la mano- Y esa otra es la puerta del baño.
-Necesito darme una ducha -respondió Betty, queriendo escapar de la intensidad del momento.
-Yo también, mi amor -dijo él, tomándola de la mano sin darle tiempo a protestar.
La condujo al baño, donde una enorme tina y una ducha de cristal dominaban el espacio, rodeadas de mármol negro que le daba un aire de lujo y misterio. El brillo de las luces reflejado en el mármol hacía que el cuarto pareciera sacado de un sueño, pero Betty no sabía si era el baño o la presencia de Armando lo que hacía que su corazón latiera tan rápido.
Armando abrió la llave del agua, esperando pacientemente a que la temperatura alcanzara el punto perfecto. Cuando el vapor comenzó a elevarse, se volvió hacia Betty. No hubo palabras. Sin apartar la mirada, se acercó lentamente, y con una calma deliberada, comenzó a desabotonar su blusa. Uno por uno, los botones cedían bajo sus dedos, dejando a la vista su sujetador. Esta vez no hubo espacio para sutilezas, sus ojos recorrieron cada centímetro de su piel con descaro, disfrutando del momento, de la intimidad que les pertenecía solo a ellos.
Las yemas de sus dedos se hundían en la piel de Betty, provocando un suave escalofrío que recorría su cuerpo. Sus caricias eran urgentes, hambrientas, como si no pudieran esperar un segundo más. Sin detenerse demasiado se deshizo del sujetador. Betty, por su parte, luchaba por mantener una respiración constante, por no dejar que la intensidad del momento la desbordara, pero su pecho subía y bajaba cada vez más rápido.
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Al final de este viaje.
FanfictionFuimos el amor perfecto en el tiempo equivocado. Historia basada en la novela "Yo soy Betty la fea" de Fernando Gaitán.