Ámame Como Nunca

17| Dulce deseo

(Lee)

—Maldito.—maldije en voz baja.— Es un maldito idiota.

—Lee, ¿puedes dejar de echarle la culpa a la gente?

—Es su culpa.

—No es la culpa del pobre chico que ella te haya dicho eso.

—¿No? Pues si él no se hubiera quedado en el ascensor no hubiera tenido que usar las escaleras, lo que significa que todo lo que pasó no hubiese pasado.

—Pues sí, pero no es su culpa haberse quedado ahí dentro.—me intentó explicar Dylan, aunque yo estaba muy molesto para prestarle atención.

Me encontraba sentado en la silla de mi escritorio, con una pie encima de el y los brazos cruzados. Y ni hablar de mi expresión facial.

—¿Hablaste con Pierson?—preguntó.

—Le expliqué un poco el trabajo, pero no terminé de cuadrar las cosas.

—¿Quieres que lo llame?

—No, ya me voy a casa.

—Bien... ¿Llamo al...?

—Yo manejo.—dije y salí de la oficina.

Hanna intentó decirme algo, pero la ignoré completamente.

Ahora sí funciona el ascensor.

Llegué al lobby y me dirigí al estacionamiento, en donde me subí a mi auto. Revisé mi celular y me metí a la app de rastreo. No quería encontrarme a Amely, o más bien sabía que ella no se querría encontrar conmigo. Una vez aseguré que Amely no se encontraba en casa sino que en el café de siempre, guardé mi celular y empecé a conducir. Antes de darme cuenta, lagrimas corrían por mis mejillas, y la frase cruzó por mi cabeza.

"Pero, Lee, yo ya no te amo, y eso es lo que cuenta."

¿Por qué tenía que decir eso?

Mi vista se puso borrosa, haciendo que me sea imposible manejar. Me detuve en donde pude. En el vidrio del carro noté como corrían gotas, había empezado a llover. Era algo tarde, no estaba tan oscuro ni tan claro. Eran al rededor de las siete. El clima hizo que la temporada fuera perfectamente triste. Su frase hirió mi corazón. Nunca hice nada para merecerlo, ¿o sí? Sí, es verdad que no fui tras ella. Sí, bien, es verdad que nunca pregunté, pero ¿de verdad era mi culpa? No. ¿Cierto?

Solo había un lugar al que podía ir. Aunque estuviera lloviendo, era mi lugar. Donde voy cuando me siento mal. Donde voy cuando pasa algo con Amely... Limpié mis lágrimas y tomé el volante. El sonido de la lluvia, el parabrisas que iba de un lado a otro, la calefacción del auto, y sobretodo mi gran tristeza. Llegué al lugar unos veinte minutos después. Estaba frío y oscuro. El sonido de las olas chocar con las rocas me tranquilizaba. Bajé del auto, dejé todo en el y me acerqué al mar. Me senté a la orilla y sin poder evitarlo volví a llorar.

Carajo, cuanto amo a esa mujer.

—¿Sabes qué te vendría bien ahora, Lee? Una buena jarra de cerveza fría. Pero como eres un idiota que no toma, decides venir a la playa a ahogar tus penas. Un día de estos vas a romper tu racha de señor bien portado y te vas a emborrachar como nunca, tanto que seguro haces una estupidez. Marca mis palabras.—me dije a mi mismo y suspiré. Cerré los ojos mientras pensaba.—Tu dime que vamos a hacer. ¿La vas a invitar a comer? ¿Qué tal Paris? Un vuelo privado no suena mal. ¿Un ramo de rosas? Por qué no. Pero sobretodo tiempo de calidad. ¿Pero como carajos me acercó a ella? Que mierda... Yo que me burlaba de los que se divorciaban. El karma me llegó feo. Carajo. —abrí los ojos y vi en el cielo una estrella fugas.—¿Una estrella fugas? ¡OH CARAJO! Eh eh, ¿qué se hacía? Ah sí. Estrella, te pido de por favor—empecé a recitar mi deseo.— que me hagas arreglar las cosas con Amely. Ella es todo lo que quiero, por favor has que funcione. Que no nos divorciemos y vivamos felices. Gracias.

Esperaba que mi deseo se volviera realidad. De hecho creo que era lo que necesitaba, una pequeña muestra de fe. Una sonrisa se formó en mi rostro, dejando atrás las lágrimas. Pude subir al auto, de igual forma había parado de llover hace un rato. Pude irme a casa pero estaba bien. Ahí sentado, y solo pensando y teniendo fe.

Tu eres mi deseo, Amely.