001, "Visita a DragonStone"

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120 d.C

"VISITA A DRAGONSTONE"

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"VISITA A DRAGONSTONE"

La majestuosa silueta de Rocadragón se alzaba ante ellos, con su imponente arquitectura tallada en piedra negra y adornada con las formas intrincadas de dragones en vuelo. Las criaturas aladas que sobrevolaban la fortaleza lanzaban sus sombras sobre las almenas, proyectando una atmósfera de poder antiguo y primigenio, una fuerza que solo la casa Targaryen podía reclamar como suya. El sonido del viento, entremezclado con los ocasionales rugidos de los dragones, llenaba el aire con una energía vibrante, casi tangible.

Aemyra, de pie frente a la entrada de la fortaleza, observaba cada pared, cada estatua y relieve con la mirada afilada de alguien que entendía el legado valyrio que corría por sus venas. Con una mano firme, sostenía al pequeño Rodrik, quien, fascinado por la inmensidad del castillo y los dragones que surcaban los cielos, miraba todo a su alrededor con asombro. Su esposo, el príncipe Cormac Martell, a su lado, sujetaba con ternura la mano de su primogénito, el príncipe Maegar, y del vivaz Daryo, uno de los gemelos, quienes también quedaban maravillados ante la vista que se desplegaba frente a ellos.

Myrah, con su espíritu curioso y aventurero, permanecía inmóvil, sus grandes ojos llenos de admiración mientras observaba los relieves de dragones que parecían cobrar vida en las paredes del castillo. Su hermano gemelo, Danyel, caminaba lentamente a su lado, igualmente impresionado, incapaz de apartar la vista de los cielos donde los dragones parecían danzar con las nubes. Todo en Rocadragón respiraba poder, un poder que, aunque ajeno a los suyos, resonaba profundamente en su sangre.

—Al menos Rocadragón me hace sentir el calor de mi hogar —musitó Aemyra, su tono impregnado de una suave ironía—. La Fortaleza Roja ya parece más una sede de la fe que un hogar para los dragones.

Cormac, quien nunca había sido un gran admirador de la Fortaleza Roja, sonrió con suavidad, compartiendo el sarcasmo de su esposa. —Puedo entenderte, esposa mía —respondió, estrechando con más fuerza las pequeñas manos de Maegar y Daryo, mientras una mirada fugaz pasaba entre ambos. La Fortaleza Roja, con sus cada vez más crecientes adornos devocionales y la vigilancia constante de los ojos de la reina Alicent, no era el lugar ideal para la orgullosa sangre valyria que corría en las venas de Aemyra.

No quisieron perder más tiempo, y juntos comenzaron a adentrarse en el castillo. Los vastos salones y pasillos de Rocadragón, iluminados por la luz tenue de las antorchas, se extendían ante ellos como un laberinto de sombras y ecos. Las estatuas de dragones, erguidas en posiciones de guardia o en vuelo, parecían vigilar cada paso que daban, como si aquellas criaturas de piedra guardaran los secretos más antiguos de la casa Targaryen. Para los pequeños, era como caminar dentro de una leyenda viviente, un lugar donde la historia cobraba vida ante sus ojos.

Finalmente, al llegar a la gran sala, fueron recibidos por la presencia imponente de la princesa heredera Rhaenyra, quien, rodeada de su familia, esperaba con una sonrisa cálida. A su lado estaban Jacaerys, Lucerys y Joffrey, junto con su esposo, Laenor Velaryon. Los ojos de Rhaenyra brillaban con orgullo y alegría al ver a su hermana menor, Aemyra, quien había sido siempre una aliada fiel y una confidente cercana. El saludo entre ambas fue genuino, un abrazo largo y lleno de emoción contenida, pues el peso de los tiempos difíciles las había separado más de lo que hubieran querido.

𝐇𝐄𝐈𝐑𝐒 𝐎𝐅 𝐅𝐈𝐑𝐄, ( THE CRUEL BLOOD ) HOTD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora