005, "El Hijo Del Deber"

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"EL HIJO DEL DEBER"

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"EL HIJO DEL DEBER"

La reina Alicent caminaba por los pasillos de la Fortaleza Roja con pasos furiosos y la mirada fija en el horizonte, sus puños apretados como si contuvieran un fuego que amenazaba con desbordarse. Su cabello, suelto y salvaje, revoloteaba detrás de ella, como un reflejo de su agitación interior. Los cortesanos y sirvientes, siempre atentos a las señales de la reina, se inclinaban en reverencia a su paso, aunque Alicent no los veía; su mente estaba consumida por una tormenta que no admitía distracciones.

Cuando llegó a sus aposentos, cerró las puertas con un golpe seco, dejando fuera cualquier atisbo de la corte. Allí, en la soledad de sus habitaciones, el control que tanto había luchado por mantener se desmoronó. Sus manos, temblorosas de rabia contenida, se lanzaron sobre los jarrones que adornaban la estancia. Uno tras otro, las delicadas piezas de porcelana se estrellaron contra el suelo con un estruendo que llenó la cámara de ecos de su ira. Cada fragmento roto, cada destello de cerámica volando por el aire, era un reflejo de la rabia profunda que hervía en su pecho.

Vaegon y Aemyra, juntos en el consejo, representaban mucho más que una simple alianza familiar. Para Alicent, aquello era un ataque directo a su influencia, una amenaza a la frágil red de poder que había tejido con tanto esfuerzo. Vaegon, con su carácter temible y despiadado, y Aemyra, una princesa ya fuerte por derecho propio y soberana de Dorne, eran fuerzas que la reina no podía controlar, y lo sabía. Peor aún, ambos parecían gozar de la confianza de Viserys, lo que incrementaba su poder dentro del reino.

—¡Malditos sean! —murmuró entre dientes, sus ojos fijos en las ruinas que ella misma había causado. La presencia de Vaegon, el príncipe cruel, siempre había sido una sombra que se cernía sobre ella, intimidante, imparable. Nadie en la corte osaba enfrentarse a él abiertamente, y lo que hacía aún peor la situación era que Aemyra, su aliada en sangre pero enemiga en todo lo demás, no solo no temía a su medio hermano, sino que compartía con él una complicidad que Alicent nunca podría alcanzar.

El pensamiento de ambos, conspirando en las sombras o gobernando con puño de hierro desde el consejo, era insoportable. La corte era un lugar voluble, donde las lealtades cambiaban al ritmo del poder. Y si Vaegon y Aemyra unían fuerzas, la reina sabía que incluso los más cercanos a ella comenzarían a dudar. Aegon, su hijo, aún no tenía la astucia ni el peso político para imponerse en esa arena. Y aunque era su mayor anhelo verlo en el trono, cada día que pasaba sentía cómo la arena se deslizaba entre sus dedos.

—El tiempo no está a mi favor —susurró Alicent, con una mezcla de amargura y desesperación. Vaegon y Aemyra eran jóvenes, poderosos, y gozaban del favor del rey. La reina, en cambio, sentía los años caer sobre ella como una losa. Las arrugas en su rostro, las miradas que ya no eran de admiración sino de calculado respeto. Aegon era su única esperanza, pero sabía que para asegurar su destino, tendría que actuar pronto. El reino no sería tan indulgente con una reina madre envejecida que no supiera proteger a su linaje.

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⏰ Última actualización: 19 hours ago ⏰

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