010, "El principio del fin"

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[ Aemyra Targaryen y Cormac Martell ]

[ Aemyra Targaryen y Cormac Martell ]

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"EL PRINCIPIO DEL FIN"

Los grandes estandartes de los Targaryen, negros como la noche y con el imponente dragón tricéfalo de rojo sangre, fueron desplegados con solemnidad, ondeando bajo la suave brisa que soplaba desde la Bahía del Aguasnegras.
La Fortaleza Roja estaba engalanada como nunca antes, cada rincón irradiaba una opulencia que solo los reyes y sus bodas podían permitirse. La alianza que se forjaba ese día entre Aemyra Targaryen y Cormac Martell prometía sellar una paz que por generaciones había sido esquiva, pero el costo de ese acuerdo era uno que muchos, en sus corazones, sabían que dejaba cicatrices invisibles en la princesa.

Los muros de piedra milenaria de la fortaleza estaban adornados con ricas sedas, colgaduras bordadas en hilos de oro, y estandartes que ondeaban en honor tanto a los Targaryen como a los Martell, anunciando el comienzo de la unión. La grandiosidad de la ocasión no dejaba lugar a dudas: esta boda debía ser recordada por generaciones. Incluso los utensilios que reposaban en las largas mesas eran de plata pura, reflejando las luces de los candelabros, mientras los mejores vinos, traídos de las tierras más lejanas de los Siete Reinos, llenaban las copas de los nobles que habían acudido de todas partes.

El banquete era un espectáculo en sí mismo, un festín digno de reyes. Platos de Invernalia, del Dominio, y hasta del Valle de Arryn estaban dispuestos, formando una vasta mesa de manjares exóticos y espléndidos. Postres delicadamente preparados de las Ciudades Libres llenaban el aire con aromas dulces y especiados, mientras los nobles y señores del reino se deleitaban en cada bocado, compartiendo sonrisas y brindis que sellaban la aparente paz.

Pero por más majestuosa que fuera la escena, todas las miradas estaban puestas en la protagonista del día, la princesa Aemyra. Su cabello plata, emblema de su sangre Targaryen, estaba dispuesto con sencillez y elegancia. Los rizos, naturales y etéreos, caían con suavidad sobre sus hombros, pero lo que los hacía destacar eran los finos pasadores de oro que adornaban su cabello, pequeños, delicados, pero cargados de significado. Una corona de jade, modesta pero resplandeciente, descansaba sobre su cabeza, símbolo no solo de su rango sino de la unión que estaba a punto de sellar.

Su vestido, blanco como las cumbres de los Dientes de Dragón, era una obra de arte tejida en finísima tela myrense, con capas y más capas que se extendían como una ola a su paso, susurrando mientras se movía. Los dragones bordados en hilo de oro en sus hombros parecían cobrar vida, casi como si el propio linaje de la princesa quisiera manifestarse en su atuendo. Las mangas largas, abiertas por la mitad, eran sostenidas por broches dorados en forma de pequeños dragones, símbolos del poder ancestral de su familia, de la casa que había nacido para dominar a todos los demás.

La lujosa mesa frente al Trono de Hierro se extendía imponente, de extremo a extremo, como un río de riqueza y poder que simbolizaba la grandeza de los Siete Reinos. Los dorados candelabros arrojaban una luz cálida que bailaba sobre los manteles de terciopelo púrpura, cada uno adornado con los mejores bordados de la Ciudadela. El Rey Viserys I Targaryen, majestuoso y solemne, ocupaba el lugar de honor en el centro, y a su derecha, resplandeciente como una estrella lejana pero inalcanzable, se encontraba la princesa Aemyra, la futura princesa de Dorne. Su rostro, aunque sereno, mostraba sombras de un alma que luchaba por mantener la compostura en medio de tanta opulencia.

𝐇𝐄𝐈𝐑𝐒 𝐎𝐅 𝐅𝐈𝐑𝐄, ( THE CRUEL BLOOD ) HOTD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora