004, "Consejo Real"

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"CONSEJO REAL"

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"CONSEJO REAL"

La noche había descendido sobre Desembarco del Rey, su manto oscuro cubriendo cada callejuela y tejado, mientras los últimos vestigios de actividad en el castillo se desvanecían. Los sirvientes se movían apresurados, temerosos de que la hora del murciélago los sorprendiera aún en sus labores, pues sabían que la oscuridad traía consigo no solo el reposo de los nobles, sino también las intrigas que reptaban por los corredores del poder. Desde el balcón de sus aposentos, la princesa Aemyra contemplaba la vasta ciudad que yacía a sus pies. Las luces titilaban en la lejanía como estrellas caídas, mientras uno que otro guardia patrullaba las murallas, apenas visibles bajo la sombra de la noche.

Cormac, su esposo, se acercó silenciosamente desde atrás, rodeando su cintura con sus brazos fuertes y morenos. La calidez de su cuerpo contrastaba con el aire frío que soplaba desde el Mar Angosto, pero no era suficiente para apaciguar la inquietud que arrastraba la princesa desde su llegada.

—¿Sigues preocupada, esposa? —murmuró Cormac con suavidad, inclinándose para depositar un beso en la coronilla de su amada.

Aemyra suspiró profundamente, recargando su cabeza en el pecho de su esposo, buscando en su cercanía un consuelo que, sin embargo, se escapaba de su corazón.

—No estoy cómoda aquí —confesó, con una voz que apenas rompía el silencio de la noche—. Ya viste cómo Alicent intentó hacer que Myrah acatara su voluntad, disfrazando una orden bajo una capa de cortesía. La reina no nos quiere aquí, Cormac, nunca lo ha hecho.

Sus palabras estaban cargadas de una profunda amargura, la misma que había sentido tantas veces al enfrentarse a la gélida cortesía de la reina. Alicent, con su inquebrantable semblante, había dominado la corte durante años, pero su sonrisa era una espada afilada, y su mirada, siempre fija sobre Aemyra, era un recordatorio constante de que ella, su esposo y sus hijos no eran bienvenidos en la Fortaleza Roja.

Cormac, con un leve bufido, acarició suavemente el brazo de su esposa, intentando calmarla, aunque sabía bien que las palabras apenas podrían aplacar las tensiones que se cernían sobre ellos.

—La reina ya es una vieja amargada —dijo con desdén, sus ojos oscurecidos por el desprecio que sentía hacia Alicent—. Myrah no es una niña que se deje ningunear, y lo sabes bien. Nuestra hija es fuerte, como tú, y no se doblegará ante la voluntad de esa serpiente. Pero, Aemyra, no puedes dejar que sus intrigas te consuman. Mientras más lejos estés de la Fortaleza Roja, más intentará Alicent tejer alianzas y envenenar las mentes en la corte.

Sus palabras, aunque dichas con calma, escondían una verdad dolorosa. Alicent Hightower, la reina verde, había estado tejiendo su red de poder por años. Con su padre, Otto Hightower, siempre a su lado, y sus hijos plantados firmemente en la corte, la influencia de la casa Hightower se extendía por todos los rincones de los Siete Reinos. Y en ese juego de poder, la presencia de Aemyra, una princesa Targaryen de pura sangre valyria, con hijos de sangre dorniense, no era más que una amenaza para los planes de la reina.

𝐇𝐄𝐈𝐑𝐒 𝐎𝐅 𝐅𝐈𝐑𝐄, ( THE CRUEL BLOOD ) HOTD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora