Las luces del aeropuerto de Tenerife se reflejaban en los cristales de la sala de embarque, creando un resplandor dorado que hacía que todo se sintiera más nostálgico. El ambiente estaba impregnado de despedidas.
Había algo en el aeropuerto que siempre hacía que las emociones se sintieran más fuertes, más pesadas.
Miré de reojo a Pedri, que estaba sentado a mi lado, jugando con la cremallera de su chaqueta sin prestar demasiada atención. Su rostro estaba tranquilo, pero yo sabía que la despedida le afectaba tanto como a mí. Después de todo, no sabíamos cuando volveríamos
Mi madre se secó una lágrima disimuladamente mientras intentaba sonreírme.
- Cuídate mucho, mi niña - me dijo con ese tono que solo una madre podía usar, como si quisiera envolverme en su voz y protegerme de cualquier cosa que pudiera salir mal en el mundo.
Asentí, aunque mi garganta se sentía cerrada, como si las palabras no quisieran salir.
- Venga, no os pongáis sentimentales - dijo Fernando con una sonrisa traviesa cuando nuestros padres empezaron a abrazarnos de nuevo - No se van a la Luna
Pedri soltó una pequeña risa y me miró con esa mirada suya que siempre lograba relajarme un poco, incluso cuando sentía que el mundo me pesaba más de lo normal.
Las despedidas siempre eran incómodas, pero esta lo era especialmente. Tras lo que pasó en la cena, después de que nuestras madres sacaran a la luz lo que llevábamos intentando esconder —o entender— entre Pedri y yo, había una nueva dinámica en el aire.
Mi madre había sido sutil, pero claramente emocionada con la idea. La suya, por otro lado, tenía una especie de mirada cómplice cada vez que me dirigía la palabra. Y Fer... bueno, Fer nos había pillado besándonos antes de todo esto. Aún podía sentir el calor subir a mis mejillas cada vez que recordaba su expresión divertida y un poco sorprendida cuando nos vio.
Pero ahora, aquí estábamos, a punto de subir al avión de regreso a Barcelona, con todas esas emociones y dudas girando en mi cabeza.
Pedri se levantó primero cuando anunciaron el embarque, y, sin decir nada, me tomó de la mano. Fue un gesto sencillo, natural, pero lleno de significado. Sentí un cosquilleo en mi estómago, esa mezcla de nervios y expectativas que llevaba semanas evitando reconocer.
- Vámonos ya, rubia - dijo en voz baja, como si quisiera arrancarme de ese remolino emocional. Y yo solo pude seguirle.
El avión despegó con suavidad, pero no pasó mucho tiempo antes de que las turbulencias hicieran su aparición.
El zumbido del motor se convirtió en un leve tamborileo, y de repente, el avión empezó a moverse de un lado a otro.
Mis manos se aferraron a los reposabrazos con fuerza, y el pánico se instaló lentamente en mi pecho. Miré a mi alrededor y vi a otros pasajeros mirando con preocupación.
- Esto es un desastre - murmuré, intentando mantener la voz serena, pero sentía que la ansiedad me invadía.
Pedri, que estaba a mi lado, notó mi inquietud.
- Tranquila, rubia. Esto es normal, los aviones están diseñados para soportar turbulencias - dijo, tratando de sonar despreocupado.
-No es la turbulencia lo que me asusta-, respondí, mi voz temblando. - Es la sensación de que estamos cayendo. ¿Y si no se detiene?
Él me miró con una mezcla de comprensión y diversión.
- ¿Sabes? Lo que realmente deberías temer es el hecho de que Fer tiene barra libre para contar como nos vio liándose - intentó hacer que mi mente se centrara en otra cosa
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Siempre fuiste tú - Pedri González
Romance-Ahora lo tengo claro - ¿El qué? - Siempre fuiste tu Ariadna Castillo siempre ha sentido que su vida está marcada por la sombra de Pedri González, el joven prodigio del fútbol del FC Barcelona. Criados en Tenerife, donde sus padres son los mejores a...