Capítulo 3 - El acuerdo

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- Bueno pues supongo que me toca enseñarte la casa - dijo Pedro haciéndose el bueno

- No te preocupes seguro que consigo encontrar todo lo que necesito por mi cuenta - le respondí con una sonrisa fala

- Ari, vamos a tener que convivir durante mucho tiempo - me recordó - ¿No crees que sería más fácil si los dos pusiéramos un poco de nuestra parte?

Me crucé de brazos a pesar de que sabía que tenía razón, si nos pasábamos el día a la defensiva esto se nos iba a hacer muy pero que muy complicado.

- Está bien - me resigné - A ver muéstrame la casa

Pedro me guio por los pisos de la casa enseñándome las cosas más básicas, pasamos también por el jardín donde había una gran piscina que me dejó sorprendida y acabamos en mi cuarto.

Era mucho más grande que el que tenía yo en Tegueste. Tenía un baño solo para mi y un gran vestidor perfecto para guardar todas mis prendas. Sonreí para mi misma, quizá después de todo esto no iba a estar tan mal.

- Bueno pues ya sabes, estás en tu casa - me dijo Pedro - Si necesitas algo estaré abajo

Y se fue. Al quedarme sola me invadió un sentimiento inexplicable, y una parte de mi quiso pedirle que se quedara un rato más ¿En qué estaba pensando? No había ninguna situación en la que yo voluntariamente quisiera pasar más tiempo con el ¿verdad?

Sacudí la cabeza, necesitaba sacar todos esos pensamientos de mi cabeza. Para evitar seguir pensando tonterías, decidí que era mejor ponerme a organizar mis cosas, al fin y al cabo ya era tarde y al día siguiente empezaría a trabajar

Me pasé un buen rato ordenando las cosas y cuando la habitación ya se sentía más mía, decidí ponerme ya el pijama y bajar a buscar algo para cenar.

Al salir del cuarto me invadió un olor a pasta recién hecha que hizo que me rugieran las tripas. Bajé las escaleras para encontrarme con Pedro frente a los fogones

- Vaya vaya, quien me iba a decir a mi que vería al gran Pedri ensuciándose las manos - me burlé sentándome frente a el

- Te sorprendería lo que la gente madura sabe hacer, rubia - me devolvió

Le saqué la lengua a modo de respuesta y una sonrisita se le dibujo en la cara

- ¿Ya te has asentado? - me preguntó

- Más o menos, necesitaba que la habitación se sintiera más mía - le respondí

- Bueno ya sabes, si se te hace muy insoportable mi puerta esta abierta - me chinchó

Le tiré un trozo de papel que tenía al lado pero no pude evitar reírme. Se me hacía raro poder tener una conversación con el, casi parecía que habíamos vuelto al pasado, cuando nuestras charlas no se basaban en chincharnos uno al otro

—Oye, tengo que admitir que la pasta huele muy bien —dije, intentando cambiar de tema.

—Eso es porque es un secreto de familia. —respondió, con un toque de arrogancia en su voz.

—Entonces, supongo que estás a salvo de un posible desastre culinario esta vez —bromeé, mientras me servía un plato.

—No me subestimes, puedo ser un chef de alta cocina en un abrir y cerrar de ojos —dijo, señalando la pasta como si fuera una obra maestra.

—Sí, claro. Solo asegúrate de no quemarla, porque no tengo intención de pedir comida a domicilio todos los días —le dije, mientras empezábamos a comer.

La conversación fluyó sin problemas, lo que me sorprendió. Pedro tenía una forma de hacer que todo sonara divertido, y aunque era un dolor de cabeza en muchos aspectos, había algo en su actitud despreocupada que era contagioso.

Siempre fuiste tú - Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora