Siempre fuiste tú - Pedri González

Capítulo 40 - La gran pregunta

Pedri

— Todo el mundo arriba — escuché a mi madre abrir la puerta

— Mhm — me quejé

— Va Pedro — me dijo mi rubia emocionada — Que ha venido Papa Noel 

Abrí los ojos sonriente al escuchar lo feliz que estaba y ella se inclinó a darme un beso de buenos días

— Venga Pedro — me animó mi madre — Te estamos esperando todos

Me desperece y decidí levantarme. Ari bajó corriendo y yo la seguí con una sonrisa. Bajo el árbol, estaban todos los regalos que había dejado "Papa Noel"

Cuando llegué al salón, vi a Ari de pie frente al árbol, con los ojos brillando de emoción. Todos estaban reunidos alrededor, sonriendo al verla tan feliz. Mi madre nos ofreció tazas de chocolate caliente y nos acomodamos, listos para la apertura de regalos.

— ¡Empieza tú, Ari! — le animó mi padre, entregándole un paquete grande envuelto en papel rojo.

La rubia abrió el regalo de parte de mis padres y se encontró con un bonito vestido que seguro que le quedaría espectacular

— Muchísimas gracias, no hacía falta de verdad — les agradeció

— No seas tonta — le regañó mi madre — Claro que hacía falta

Empezamos a intercambiar regalos, mi hermano y Ari, yo y mis suegros, mis padres y yo, y finalmente mi chica y yo

— Toma, espero que te guste cariño — le dije dándole mi regalo

— Seguro que sí, toma — me respondió dándome el suyo

Ari abrió mi regalo, un collar que había visto hace tiempo y le encantó, y yo abrí el mío, unos zapatos de futbol que quería desde hacía tiempo.

— Pedro... No hacía falta — me dijo con una sonrisita — Era muy caro

— Ari cariño, no es por sonar prepotente ¿De verdad te crees que el dinero es un problema? 

Me miró con una sonrisa y se acercó a besarme

— Gracias, mi amor — me agradeció

— Gracias a ti, cariño — le respondí 

Tras desayunar empezamos a preparar las cosas para irnos a la casa de vacaciones de los Castillo. Era ya tradición subir ahí después del 25 y quedarnos hasta reyes.

Subimos cada familia con su coche y llegamos a la casa. Volver ahí un año más tarde se sentía raro, pero es que solo de pensar lo que había cambiado todo des de el año pasado me hacía querer crear mejores recuerdos.

Descargamos las maletas y nos repartimos las habitaciones, obviamente yo dormiría con Ari. Después de dejar nuestras cosas en la habitación, me acerqué a la ventana y eché un vistazo al paisaje. 

La casa estaba rodeada de montañas y árboles, y el aire fresco de la sierra se sentía increíble. Al ver todo el lugar decorado con luces y adornos de Navidad, me di cuenta de cuánto había echado de menos este rincón tan especial.

Ari se acercó, abrazándome por la espalda, y apoyó su cabeza en mi hombro.

— ¿Te das cuenta de lo que ha cambiado todo desde la última vez que estuvimos aquí? —susurré, entrelazando mis dedos con los suyos.

— Es increíble —contestó, mirándome—. Y, de alguna forma, siento que todo ha cambiado para mejor.

Nos quedamos en silencio un momento, disfrutando de la calma antes de que los demás terminaran de instalarse. Luego escuchamos risas y voces desde abajo, y supimos que la fiesta estaba por empezar. Sonreímos al ver a Fer y los demás subiendo ya, llamándonos para empezar a organizar la noche de juegos.