⁹|no pienses en ella.

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No importaba que tan mal me fuera, que tan jodido estuviera todo a mi alrededor, que tan caótico se volviera mi mundo, ni tampoco lo mal y horrendo que acabaran mis dias. Seguía siendo fantasioso.

Yo seguia amando el desastre, el desorden, el ruido, la oscuridad, las tragedias.

El llanto en las personas, aquel sufrimiento en sus caras, las noticias malas, el caos que podía llegar a hacer, el descubrir que podía destabilizarlos con palabras, notar como su voces podían quebrarse con solo tocar una cicatriz de su alma.

Claro.

Aquello seguía siendo muy poco por supuesto. El desahogo con gritos era demasiado poco, el solo herir con eso, no era suficiente para terminar de deshacerme de la rabia.

Las voces siempre tendrían celos de lo que yo quisiera hacerme. Ellas me protegerían a toda costa de algún peligro que tuviera en mente. Aunque solo fuera a punta de mentiras.

Cómo yo, ¿No?.

Aveces solo quería ignorarlas y molestarlas un rato. Mostrarles que no todo el tiempo podrían ganar y solo meter la mano a las hornillas de la cocina, rasguñarme la piel hasta que se tornará roja, tirarme el cabello hasta sentir dolor.

Dictarles que eso que me prohibían no existían. Que iría en su contra y podía acabar con todo eso, por mi propia cuenta.

Si, claro.

¿Porque acabar conmigo, cuando ellas podían hacerlo por mi? Era obvio que ellas querían guerra, querían acción, querían ira, diversión. Supongo que yo también, pero ellas lo harían siempre de una manera más lenta, más frustrante, más desgarrante.

Eran egoístas, malas, pero muy fieles. Me atacaban, pero jamás me habían abandonado. Ellas eran las únicas que me habian tenido paciencia todo este tiempo, entre juzgadas bruscas.

Pero muy honestas.

-¡André! ¡Que bueno que te veo, Tengo muchas cosas que contarte!- la chica pasa frente a mi, o quizas también sobre mi.

Me pisa los pies. No lo nota, o tal vez esa haya sido su intención, no lo sé.

¿Tendría alguna otra explicación, para usar su maldita mente sin ideas? ¿Pisarme perla, enserio? ¿Porque no vienes aquí y acabamos esto?.

Ella menea el largo cabello hacia los lados y termina con el chico que lleva suéter, a unos pocos metros de mi, sonriendo.

Intento volver a la realidad con aquella pisada que recibo y me obligo a disimular, solo un poco. Ellos se abrazan, con ese absurdo afecto frente a mi.

Cálmate. Toma aire, Alexa.

Intento igualar la respiración, entre pensamientos estúpidos. Volteo hacia otro lado donde esa asquerosa escena no llegué a mi mente. Me muerdo la lengua con fuerza y aprieto las manos con la molestia, llenandome la cabeza.

La presión aumenta, en mi cabeza.

Las voces no se entienden, están hablando muy fuerte y al mismo tiempo. Se enredan, se abruman entre si. Siento que la cabeza va a reventarme en cualquier momento y el sitio lleno de personas me prohíbe pelear contra ellas.

Nadie me miraba, pero había prácticado lo suficiente para no perder la cordura frente a personas.

Miré un punto fijo en el suelo. Jugué con mis manos sin lograr moverme. Mientras trataba de no armar un show, ahí. Aunque ese fuera mi deseó.

-¡Perla!- la voz de André se oye de regreso. Eso es suficiente para que mi mente se fatigue aún más y empeore todo.

La chica sonríe como estúpida, André le sigue el juego. Mis ganas de acuchillarle el rostro y quitarle esa cara de felicidad me ataca, me solicita que lo haga sin miedo.

•quítate el disfraz, frente a mi.•©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora