16| no me escucharon.

12 7 0
                                    

Los recuerdos me parecían un chiste. Recordar aquellos tiempos, me provoca un terrible desagrado.

Si.

Tuve mi etapa de lucha. Mi etapa fuerte en dónde hacia lo posible para salir adelante, en dónde intentaba, trataba, ignoraba, seguía.

Esa etapa donde intenté encontrar amor en diferentes formas. Con esos amigos que un día tuve, esos familiares que intenté por mucho tiempo excusar de aquellos abusos.

Siempre fui intensa, abrumadora. Siempre estuve ahí escribiendo para alguien, haciendo poemas, diciendo cumplidos, armando historias.

Cuando claramente yo nunca sería el poema de nadie. Nunca nadie escribiría para mí en una madrugada, nunca nadie crearía poemas para mí, nunca nadie dibujaría, pensaría, soñaría, desearía estar conmigo, con anhelo. Mucho menos pensaría en mi con cariño.

Nada de eso sería para mí y creo que todo eso me había dejado de importar hace mucho tiempo. Supongo que olvidé el verdadero sentido de vivir y solo estaba todo el tiempo en aleratorio.

-A si que usted, está declarando el día de hoy. Frente a la abogada Inés. ¿Sufrir abuso físico, por parte de su padre?- había dicho aquella mujer frente a mi.

El rencor me había atacado desde hace unos dos años. Me cansé de la sumisión, de el miedo que me advertía mi mamá, de el dolor de los golpes, de los gastos innecesarios en aquellos calmantes, antidepresivos, psicólogos, citas.

De todo. Pero llegó el 2021. El año que logró abrirme los ojos. Mi peor año y a la vez, el mejor.

Ocurrieron muchas cosas. Atente contra mi vida unas cuantas veces. Dejé de comer como huelga, use la violencia tanto como podía, en un intento desesperado de que notarán mi estado. Que notarán lo mucho que deseaba que todo cambiara.

Pero. ¿Que hubo como respuesta? Claro, Una orden de vigilancia por parte de el psicólogo, vías en las venas cada dos horas, calmantes y diversas terapias para mejorar mi “destructivo" comportamiento.

Pero nunca me escucharon, nunca me creyeron.

-s-si, es correcto.- conteste. Temblando frente a aquellas personas que me observan con seriedad.

Mi padre con la cabeza agachada desde una esquina. Que de vez en cuando me miraba con un odio en los ojos. Mientras Sabía que esta sería mi última oportunidad, sabía que si esto no mejoraba aquí, nunca más tendría la dicha de librarme de aquel hombre.

Mientras. El psicólogo que me atendía en aquellos tiempos. Había asistido y se encontraba a mi lado, sosteniendo mis datos e información.

-¿Que dice usted ante la acusación de su hija, señor?- voltearon a mirarlo, con la misma seriedad.

-no he hecho nada- soltó mi papá. Con una calma fingida, pero tan real, que logró asustarme.

-¿¡No?!- el enojó me ganó. Alcé la voz, moviendo las manos con exageración.

-por favor. Silencio en la sala, Alexa - la abogada decía en un estado neutral. Mientras unia ambas manos en su escritorio. Volteo hacia mi psicólogo -¿Usted viene como testigo?- pregunto.

Esté negó repetidas veces -alexa es mi paciente. Su tía es una amiga cercana y me ha pedido que la acompañe el día de hoy. Alexa ha decidido declarar y aquello es un derecho, así que ella ni yo, podemos negarnos- soltó el psicólogo.

La abogada suspiró. -entiendo..- murmuró. Se levantó de su silla y paso la vista por todos nosotros -aun así, lamento informarles, que no podemos llevar a cabo nada, si no hay pruebas que verifiquen que todo lo que usted ha dicho es verdad - dijo.

Comencé a desesperarme. Mire a mi psicólogo a los ojos, en busca de que este me defendiera o afirmará que todo eso era verdad.

-¡Le juro que no miento!- se me hizo un nudo en la garganta. En cuanto intenté sonar firme.

-lo lamento, Pero como ya le dije..- la abogada intento seguir hablando. Pero no iba a rendirme tan fácil.

Comencé a bajar el cierre de quel suéter que llevaba, de manera rápida, mientras la respiracion se me hacia un caos.

Mee deshice de este, mientras me volteaba. Señale los diversos moretones y rasguños en mi espalda. Las marcas en mi dorso, en mi estómago, brazos.

-¡No miento! ¡Mire!- seguí mostrando de manera apresurada los golpes que aún se marcaban en mi cuerpo.

Pero solo recibi un abrumador silencio en esa sala. La abogada, el psicólogo y mi padre, se encontraban estaticos. Me miraban con seriedad, sin ninguna mueca. Cómo si la lastima que sintieran por mi en esos momentos fueran enorme.

-¿Me permite los papeles de el acausante?- la abogada fingió no escucharme. Me ignoro mientras veía mis papeles de nacimiento, mi expediente psicológico y algunas informaciones sobre mis padres.

Me quedé ahí. Temblando frente a ellos, con el nudo en la garganta y las ganas de desaparecer. Mientras esa fría mujer revisaba mi completa existencia en esas hojas.

Tomo aire.

-¿Porque te hicistes esos golpes. Porque estás aquí, acusando a tu papá de ellos?- la abogada rompió el silencio. Despegando la vista de esos papeles.

Emtrecerre los ojos.

-yo no me hice esto...- murmuré en confusión, a lo que está decía.

-el historial de el psicólogo Evans, afirma que te has autolesionado más de una vez. Golpeandote contra superficies. Que te has rasguñado en zonas como antebrazos y muslos. Las descripciones son iguales a tu estado de ahora, ¿Estoy en lo correcto, no?- le habló al psicólogo que se encontraba a mi lado.

Me miró unos segundos. -si.- afirmó esté de manera corta.

Mire a ambos con desesperación. Al mismo tiempo que mi padre me observava en cinismo desde el otro lado de la sala. Esperando aquella derrota.

-¡ESTO NO ME LO HICE YO!- subí el tono de voz. -¡FUE EL! ¡EL LO HACE! ¡TAMBIÉN GOLPEO A MI MADRE MILLONES DE VECES! ¡JODER! ¡¿NO ME CREEN!?- perdí la paciencia en esos pocos segundos. Le di un pisotón al piso mientras intentaba tomarme aquello con calma.

Se miraron entre si. -disculpela..es un caso difícil - le murmuró mi psicólogo a aquella mujer en completa seriedad.

-lamento no poder ayudarte. Espero mejores, querida - se alejo de su escritorio. Mientras guardaba sus cosas.

Los ojos se me llenaron de lágrimas. Tome al psicólogo de la camisa y lo oblige a que me mirara -¡Tu sabes que no miento! ¡Di algo! ¡Por favor!- le rogué al que traía aquella bata blanca.

-alexa, ya basta.

-¡Ayúdame, tu sabes todo! ¡Dilo, por favor!- le pedí entre lágrimas. Intentándo convencerlo, antes de que esa abogada terminara de irse.

-alexa...

-¡Por favor!.

-¡Alexa, ya! ¡Sabes que estás inventando todo eso! ¡Ya basta!- me dijo. Mientras me apartaba de el de un pequeño empujón y tomaba sus cosas listo para retirarse.

Observé como se iba. Cómo me abandonaba ahí. Cómo me dejaba sola con mi padre en aquella sala.

Aquel psicólogo me había hecho entender que a ninguno de ellos le interesaba ayudarme. Que ellos solo estaban ahí por el dinero y un par de palabras de ayuda, que disfrazaban el poco interés que había.

Que ninguno de ellos me haría mejorar nunca. Que ninguno le importaba.

Que ellos me dieron la espalda, que ellos no me escucharon. Que ninguno de ellos me creyó.

•quítate el disfraz, frente a mi.•©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora