¹⁷|no necesito ir al estúpido cielo.

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Había estudiado mil maneras maneras de acabar con mi vida. Había llevado a cabo algunas. La clásica cuerda, la traicioneras pastillas, ingerir sustancias tóxicas. Las conocia y ninguna había funcionado. Estaba segura de que mi mala suerte también haría que las demás fallaran, en un futuro.

Quizás solo debía intentar con algo más efectivo. Quizás ir directo a las venas. Quizás cortarmelas. Quizás un golpe directo al pecho con un objeto filoso. Quizás algo más rápido.

¿Pero que sucedería con todos esos, que no me deseaban ahi? ¿Que me odiaban tanto y querían ayudarme con ese sueño de morir? Acabar con mi vida sería demasiado simple, si todos ellos estarían feliz luego de eso.

No quería ver felicidad en sus caras ni un segundo más. No queria que disfrutaran una vez más a costa de mi sufrimiento. No más, nunca más. Ellos merecen agonizar. Merecen hacerlo gracias a mi.

-¿Que crees que pase después de la muerte? ¿Que crees que haya, allá en el cielo?.

-no lo sé. Pero creo que debe ser horrible - me río con los ojos cerrados. Ante el chico que se recuesta a mi lado.

Voltea a mirarme.

-¿Horrible, el cielo? No creo que sea horrible. Todos deseamos ir allá ¿No?.- contesta. Mientras se apoya en sus codos para levantarse un poco hacia mi.

Mantengo los ojos cerrados. mi respiración está calmada. Puedo escuchar la de André en total tranquilidad y aquello me hace relajar los pocos sentidos que tengo activos.

-yo no necesito ir a ese estúpido cielo.- abro los ojos y me encuentro con los bonitos de el. Mirándome desde su esquina.  -Ese lo conozco, cada que tú estás a mi lado, André- sonrío.

•••

Nunca me he preocupado en socializar. En hablar con personas, asistir a fiestas, reuniones. Compartir con personas.

Nunca sentí atracción por jugar con niños, en mi infancia. Mucho menos desear amigos o interés en juntarme con alguno de ellos.

Y si, creo que fue una de los principales razones por la que mi madre decidió llevarme a psicólogos desde muy pequeña. Siempre sentí estrés y un profundo asco por acercarme a otras personas. Siempre sentí esa fuerte incomodidad.

Bueno. Creo que con los años había mejorado un poco aquello. Si, supongo que almenos ahora podía dirijirme a otras personas sin soltar insultos a los mínimos segundos.

Aun así. Yo preferiría mantenerme alejada de entornos llenos de personas y no acercarme demasiado a nadie. Aún me seguía pareciendo tedioso. Aún seguía aquella repulsión y asco que sentía a los 7 años, cuando era hora de recreo en la escuela y todos esos niños jugando me parecían ridículos.

-buenos días. ¿Cómo se encuentran?- el profesor de matemáticas había entrado al salón. Mientras yo me encontraba en mi esquina segura, jugando con un lápiz en la mano.

Chicas a mi lado que recibían los exámenes de la clases pasadas y se lamentaban por las notas. Algunos exigían volver a llevar a cabo este, otros solo ponían cara de desesperó.

Yo los observava con algo de risa. El 12/20 en mi hoja no me causaba nada. Había pasado, eso era lo único importante. Aunque, por supuesto que mis calificaciones por un tiempo fueron perfectas. Claro que yo también fui de ese grupo de personas  que se ahogaban en una esquina por no haber logrado el 20.

supongo que comencé a ver todo con realidad. No tenía sentido. ¿Cuál era el verdadero punto de yo querer aquel, 20? ¿Que mis padres estuvieran orgullosos? ¿Sentirme bien conmigo, misma?. Vamos, Era mi último año en la institución. No faltaba mucho por graduarme y habia entendido aquello.

•quítate el disfraz, frente a mi.•©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora