¹³| huir.

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Siempre le di la cara a todos mis problemas. Nunca huí, nunca me escondí, nunca me detuve para tomar un poco de aire y no ahogarme.

Nunca me importo, siempre intenté ver todo con gracia o burla desde mi perspectiva. Para no terminar perdiendo la cabeza ante cualquier minima cosa.

¿Porque ahora no podía divertirme con todo ese dolor y miedo? ¿Porque ahora la nostalgia me invadía?.

Me reí.

-es obvio. Deja de ser gracioso cuando notas que nada de esto va a acabarse nunca- le respondo a las patéticas voces que me recuerdan eso, en voz alta.

Tiemblo. Me deshago rápido de la camisa que llevo puesta. Levanto la cabeza hacia el espejo frente a mi y las marcas que se han tornado moradas en mi dorso se hacen visibles. Siguen ahí todavía. Al igual que el dolor que provocan estás con un simple roce.

Me observo. Tocó. Siento asco. Me muerdo la lengua en un intento de no perder la paciencia.

De no perderla y tirar aquel gran espejo contra el suelo. De hacer un caos con todos esos trozos, clavandomelos en el cuello, al mismo tiempo que las voces disfrutarán de un espectáculo así de bueno como el que pasaba por mi cabeza.

-te extrañe. No sabés la falta que me hicistes, niña.

La voz masculina se escuchó detrás. Las pequeñas risas de su boca me provocaron inquietud al instante. Me cubri con aquella camisa e intenté hacerme lo más pequeña posible sobre ese borde de la cama.

-No..no hoy..- pedí. La vista me estaba traicionando. Los calmantes habían hecho efecto hace poco y este no iba a desvanecerse hasta unas 2 dolorosas horas más.

El cansancio en el cuerpo y articulaciones dictaba aquello. No podía percibir con claridad a ese hombre frente a mi, que se acercaba poco a poco, como un gran monstruo lleno de grandeza.

-¿No, niña? ¿Cómo que no?- sonrió. Caminó hasta frente a mi y me observo detenidamente -he dicho que te he extrañado mucho...¿Tu no me has extrañado, acaso?- pregunto con morbo. Al mismo tiempo que enredaba sus manos en mi cabello y lo acariciaba con lascivia.

Los calmantes tenían mis emociones apagadas. No podía sentir algo en ese instante. No podía percibir miedo, ni tampoco un poco algo más que nervios ante aquel agarre fuerte en el cabello.

-no..yo...- mire un punto fijo en el suelo. Sabía lo que estaba sucediendo, pero mi mente estaba bloqueando cualquier sensación, que solo me obligaba a estar ahí, desubicada.

Se rió. La presión en su agarre creció al momento que un empujón me dejó tirada en la cama, sin complicaciones. Las risas seguían con diversión. Y no solo por su parte, si no también en mi cabeza.

-que bonita...- murmuró cínico. Quitó aquella camisa de mis manos e intenté abrazar mis piernas en un intento nulo de cubrirme de su vista.

No veía nada. Solo había puntos borrosos alrededor. El dolor cabeza estaba y el peso de alguien más subiendo a la cama, me hizo cerrar los ojos con fuerza.

-por favor...por favor... haré lo que quieras pero no por favor...no eso..no más.- pedí. Aunque ya hubiera perdido la cuenta de las veces que rogaba a llanto aquellas palabras.

Que se detuviera. Que se fuera, que me dejara ahí. Que yo solo quería dormir, que yo solo quería descansar un rato en paz, que yo solo quería que tuviera un poco de compasión.

Pero es obvio. Nadie nunca la ha tenido cuando se trata de mi.

-no sabés cómo me encanta que me ruegues - se rió otra vez, ignorando mis suplicas. Separó mis piernas y desabrochó el short de estás.

•quítate el disfraz, frente a mi.•©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora