¹⁰| te odio.

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Ya no me quedaban cosas buenas. La vida me las había arrebatado todas de un solo movimiento, con ira, sin pensarlo. Cómo si aquello siempre hubiera sido demasiado para que mi pobre vida pudiera tenerlo o soportarlo.

Al diablo, cállense. En verdad, todo eso era muy gracioso.

Mi madre fue angel. Tan tranquila, tan paciente, tan dedicada, tan ella. Tan perfecta, que siempre me pregunté por qué tuvo que acabar en las manos de ese miserable hombre que compartía mi sangre.

Porque tuvo que soportar todos esos golpes y rechazos toda su vida si al final no lo necesitaba. Nunca faltó dinero, nunca hubo necesidades, nunca hubo carencias, claro. Nunca más que aquellas emocionales, que serían mi tormento por siempre.

Nunca más que esos abrazos y palabras que nunca estuvieron. Que ahora provocaban náuseas y solo serían necesarias, si aquellos abrazos venían con apuñaladas incluidas.

Entonces.

¿porque ella debía encerrarme en el baño cada noche, para que ese hombre no me matará? ¿Porque debíamos temerle, tanto? ¿Porque debía sacrificarme, para que ella pudiera dormir en paz, sin ningún golpe?.

¿Porque todos a mi alrededor siempre parecieron ser tan inhumanos? Tan mediocres, tan malos, tan fríos, tan malditos.

¿Porque me había arrastrado a mi junto a todo ese universo de rencor?.

-a-alexa..- la voz femenina se entrecorta. La venda en su boca menciona que aquello la vuelve aún más nerviosa. Me encanta.

Ay claro ¡Exacto!, el amor. El maldito, despreciable y obsoleto amor.

Amor, amor amor. Tan simple, pero tan horrible e inhumano. Tan inservible, pero tan adictivo. Si, por supuesto que mis padres habían sido siempre el claro ejemplo de el.

La vida les dió el derecho de sobrevivir o vivir. Pero mi padre siempre tomo el camino de la muerte, de la supervivencia. Claro que ella siempre iría fielmente detrás. Como una estúpida mano derecha.

Ja.

Jamás terminaron, jamás acabó aquel sufrimiento, jamás hubo un descanso de esos momentos que también me mantuvieron atada a mi, por todos esos años, despreciables y malditos.

Lloré, grite, rogué. Le pedí a dios cada noche que aquello parará. Que fuéramos al parque como esos niños, que caminaramos agarrados de la mano por las calles y que ellos se besaran con amor, frente a mi.

Bueno.

Eso nunca sucedió. Nunca hubo final feliz, nunca mejoró. Nunca hubo parques, ni helado, mucho menos besos y abrazos con cariño. El destino me lanzó su peor cara y tuve que recibirla como un “tomalo o dejalo".

Eso no estaba mal.

-shh...- la silencie, mientras me acercaba lento a ella. Coloqué mis mano en una de sus mejillas y sonreí con tentación. Tan linda, tan tierna, tan patética.

Crecí creyendo que no existía nada más que golpes y gritos. Creyendo que no había más que encierro y mentiras, más que engaños o más que ruido en mi cabeza.

Nada más que psicólogos, nada más que restricciones, nada más que un horrendo vacío, que no tenía sentido y me perseguía.

Porque el mundo era malo, era frío, era mentiroso. Lo sabía porque el mío siempre lo había sido. Nada de lo que estuviera afuera de ahí merecía mi confianza. No cuando mi casa siempre fue el verdadero infierno y conocía cada una de esas trampas.

Debía usarlas a favor, nunca dejar una puerta abierta a que fueran en mi contra.

-¿Te has cuestionado tu existencia?- le pregunto a aquella chica de cabello largo, que se encuentra frente a mi.

•quítate el disfraz, frente a mi.•©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora