El día siguiente se asomó con un aire tenso y cargado de incertidumbre. Leo, con una mezcla de determinación y desgano, había decidido que era hora de liberar a Celeste. La noche anterior había sido un torbellino de emociones, pero sabía que aferrarse a ella solo causaría más daño tanto a él como a ella. La llevó de la mano junto con Lucian y Cassandra hasta la puerta del castillo, donde los guardias estaban alertas, pero la sorpresa en sus rostros al ver a los Bernards era palpable.
-¿Qué diablos están haciendo aquí?- preguntó uno de los guardias, desconcertado.
-Venimos a entregar a Celeste Thorne al lugar donde pertenece.- Leo respondió, su tono decidido, aunque en su interior sentía un torbellino de emociones.
-¿Qué?- La incredulidad dominaba la voz del guardia, quien rápidamente corrió a avisar a los Lancaster.
Dentro del castillo, la noticia se esparció como pólvora. Edward, que se encontraba en el salón con su madre, la reina Isadora, se quedó estupefacto al escuchar que los Bernards estaban en la puerta.
-No puede ser... ¿es en serio? ¡Vamos!- ordenó, mientras se dirigía rápidamente hacia la entrada.
Cuando los Lancaster llegaron a la puerta, sus miradas se encontraron con los tres Bernards. Edward no podía creerlo. -Celeste...- susurró, y su corazón dio un vuelco al verla de pie allí, rodeada de sus captores.
-¡Celeste!- gritó, mientras se lanzaba hacia ella. Pero, antes de que pudiera alcanzarla, Leo levantó su mano en señal de advertencia.
-Un paso más y lo lamentarás.- advirtió Leo, sus ojos fijos en Edward, quien se detuvo en seco, furioso pero consciente de la advertencia.
-¿Por qué la entregas?- preguntó Edward, la voz temblorosa de rabia y desesperación.
-Déjame dejarte algo muy claro, querido príncipe- Leo dijo, su tono era frío y calculador. -Te estoy entregando su cuerpo pero no su corazón. Ya me asegure de marcarla con mi alma, y créeme cuando te digo que hice de todo para asegurarme de que no se olvide de mi.-
-¿Qué mierda estás diciendo?-
La tensión era palpable, y justo cuando las palabras flotaban en el aire, el rey Carlos apareció en la entrada. -¿Qué está ocurriendo aquí?- preguntó, su voz firme y autoritaria.
-Al parecer Los Bernard han venido a entregar a Celeste- respondió Isadora.
Antes de que se pudiera desarrollar la situación, Cassandra se movió con una rapidez sobrehumana y, en un abrir y cerrar de ojos, un grito desgarrador atravesó el aire. La hoja de la espada de Cassandra brilló con sangre bajo la luz del sol, y el rey Carlos cayó al suelo, su vida extinguiéndose en un solo golpe.
Los Lancaster se quedaron inmóviles, atónitos. El rey Carlos se desplomó con la mirada perdida, sus labios temblando, incapaz de formar palabras coherentes. Había terror en su rostro, un hombre que, por primera vez en años, se enfrentaba a algo que no podía controlar.
-¿Por qué...? -balbuceó el rey, sus ojos llenos de una mezcla de incredulidad y terror, como si aún no comprendiera que su fin estaba cerca.
Cassandra lo observó con desprecio, su expresión endurecida, el odio palpable en cada palabra que pronunció.
-Porque tu tiempo ya terminó. -dijo Cassandra con un tono gélido, cargado de resentimiento-. Este reino no necesita tiranos. Ya es hora de que un verdadero rey lo gobierne.
No hubo compasión en sus ojos mientras hundía la espada aún más en su corazón. El sonido final de la respiración del rey se mezcló con el silencio que se había apoderado de todos en el lugar. Los ojos de Carlos se apagaron lentamente, como si las sombras lo reclamaran, y con él, todo lo que representaba.
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🖤 Herederos de la traición 🩶
Misterio / Suspenso"Te arrancaré de mi corazón, sin importar el costo." *** Una familia noble llena de secretos. Unos forasteros se instalan en la mansión embrujada del pueblo. Rumores y susurros recorren la comunidad acerca de las misteriosas muertes que han acechado...