Capítulo 8: Sombras Del Pasado

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Mientras Celeste regresaba a su estudio, la reina Isadora envió discretamente a un grupo de guardias de confianza en busca de Nicolás.

En otro rincón del pueblo, Leo se reunía con su familia en sus aposentos privados, dentro de la mansión. Su rostro mostraba una calma inquietante.

Esa noche, Celeste decidió infiltrarse en la mansión de los Bernard. Sabía que estaba entrando en territorio peligroso, pero la necesidad de respuestas la impulsaba. Llegó sigilosamente a la propiedad, oculta en las sombras. Mientras buscaba pistas en el estudio, encontró un compartimento secreto en el escritorio. Dentro, halló antiguos documentos que hablaban de una alianza secreta entre los Bernard y un mapa que señalaba la ubicación de la tumba de la familia Bernard. Estaba absorta en la lectura cuando escuchó un sonido detrás de ella. Se giró rápidamente, su corazón latiendo con fuerza.

Leo estaba de pie en la entrada del estudio, su expresión una mezcla de sorpresa y diversión. El anillo rojo brillaba ominosamente en su mano.

-¿Es común para ti infiltrarte en las casas ajenas, gatita traviesa? -preguntó con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

Celeste guardó rápidamente los documentos y el mapa detrás de su espalda. -Podría preguntarte lo mismo, Leo. ¿Qué es lo que escondes?

Leo se acercó lentamente, su mirada fija en ella y la tomó del rostro. -Pensé que éramos más que esto, dulzura. ¿Por qué te empeñas en ir en mi contra?

Celeste sostuvo su mirada, su mente trabajando frenéticamente para encontrar una salida. -Estoy aquí por la verdad. Ese anillo... no debería estar en tus manos.

Leo soltó una risa suave, casi triste, mientras la tomaba por el rostro. -¿Siempre eres así de moralista? Pero hay cosas que no entiendes. Créeme, es mejor que te detengas, antes de que te consuma con el resto.

Celeste sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que él escondía algo muy grave, algo que no podía permitirse ignorar. -No puedo confiar en alguien que profana tumbas y juega con fuerzas oscuras.

Leo dio un paso más cerca, su rostro ahora a solo unos centímetros del de ella. -¿Y qué harás ahora, Celeste? ¿Me entregarás? ¿Lucharás contra mí? Sabes que eso no terminará bien, para ti claro.

La tensión en la sala era casi palpable. Celeste podía sentir su corazón acelerado.

Leo dio un paso adelante, su rostro se tornó en una mezcla de reconocimiento y dolor. -Tú... te pareces tanto a ella -murmuró, casi para sí mismo.

Celeste frunció el ceño, confundida. -¿A quién?

-Una mujer a la que una vez amé más que mi propia vida -dijo Leo, su voz teñida de amargura. -Ella también me traicionó, igual que tú estás intentando hacerlo ahora.

La tensión en la habitación era palpable, cada palabra cargada de emociones reprimidas. Celeste no conocía a Leo, pero él parecía conocerla de alguna manera. Intentó buscar una salida, pero sabía que enfrentarse a él era inevitable.

-Esto no tiene que terminar así. Podrías detener todo esto si nos dices la verdad y detienes lo que sea que estás planeando hacer. Aún hay tiempo para redimirte -dijo Celeste, su voz suave pero firme.

Leo la miró con una expresión de desafío. -No entiendes, querida. Esto es más grande que tú y yo. Si quieres detenerme, tendrás que hacerlo ahora.

Con un movimiento rápido, Leo intentó tomar los documentos y el mapa de las manos de Celeste. Ella retrocedió, desenvainando su espada.

-¡Eso ni lo pienses! -exclamó, su voz resonando con determinación.

🖤 Herederos de la traición 🩶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora