Capítulo 7: El Último Acto De La Noche

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La música empezaba a bajar de volumen y los invitados comenzaban a irse. Leo y su familia se preparaban para marcharse cuando, de repente, un estruendo sordo sacudió el salón. Un cuerpo cayó desde el balcón superior, estrellándose contra el suelo de mármol con un sonido seco y contundente. El silencio que siguió fue ensordecedor.

Todos se quedaron paralizados, observando con horror el cuerpo inerte. Las miradas se volvieron hacia el cadáver que yacía en medio del salón, reconocible al instante: era el duque Alaric, uno de los nobles más importantes del reino. Su rostro estaba contorsionado en una mueca de terror, y un hilo de sangre se deslizaba desde la comisura de sus labios.

La princesa Elara, palideció y dio un paso atrás, soltándose bruscamente.

-¡Oh Dios mío! ¡Es el duque Alaric! -gritó alguien entre la multitud, lo que provocó una serie de jadeos y exclamaciones.

Leo, con su anillo rojo brillando ominosamente bajo las luces del salón, frunció el ceño y miró alrededor, evaluando rápidamente la situación. Cassandra, todavía con el rostro enrojecido por la reciente confrontación, dio un paso hacia adelante, mirando al cadáver con una mezcla de incredulidad y repulsión.

-Ayy, qué sorpresa, ¿no? ¿Crees que está bien? -susurró Leo al oído de Celeste, con una sonrisa inquietante que le provocó un escalofrío.

-Isadora, ¿qué demonios ha pasado? -exclamó el rey, acercándose con rapidez al cuerpo. La reina, más pálida que nunca, se llevó una mano a la boca, incapaz de articular palabra.

-¡Guardias! ¡Guardias! -vociferó Edward, su voz resonando autoritaria en el ahora silencioso salón. Un grupo de soldados entró apresuradamente, rodeando el cadáver y asegurando la zona.

Celeste, intentando mantener la calma, se acercó a Elara. -Princesa, debemos salir de aquí. Esto no es seguro.

Elara asintió débilmente, sus ojos fijos en el cuerpo sin vida del duque. -Sí... tienes razón.

Lucian, con una expresión incomprendida, intercambió una mirada con su hermana. Cassandra asintió ligeramente, sus ojos mostrando una chispa de determinación.

Mientras tanto, Esmeralda y la reina Isadora intercambiaron miradas significativas. Parecía que la advertencia velada de Esmeralda sobre los secretos oscuros había cobrado un nuevo y terrible significado.

El caos se desató mientras los invitados se apresuraban a salir del salón, las conversaciones se convertían en susurros frenéticos y las especulaciones volaban por doquier.

Leo, aprovechando el tumulto, se acercó a Isadora y le susurró al oído. -Esto es solo el comienzo, querida reina. Hay mucho más en juego de lo que imaginas.

Isadora, con el corazón latiendo desbocado, se volvió hacia él, pero Leo ya se había alejado, guiando a su familia hacia la salida. La reina sabía que aquella noche sería recordada no solo por el drama social, sino también por la misteriosa y siniestra muerte del duque. Y en su mente, una pregunta ardía con fuerza: ¿Qué otros secretos oscuros aguardaban por ser revelados?

Mientras los invitados abandonaban la fiesta y el caos se disipaba, Celeste no podía quitarse de la cabeza el anillo rojo de Leo. Sabía que tenía que aprovechar la situación para investigar más a fondo. Antes de la fiesta, había enviado a un espía de confianza, Nicolás, a la mansión de los Bernard para buscar cualquier información relevante. Sin embargo, no había recibido ninguna noticia de él desde entonces.

La inquietud se apoderó de Celeste mientras miraba a su alrededor. Nicolás debía haber regresado para reportar, pero no había señales de él. Con el cadáver del duque Alaric a sus pies y la creciente incertidumbre, decidió que tenía que actuar rápidamente.

Cuando la fiesta finalmente terminó y la última de las luces se apagó, Celeste se dirigió a su estudio privado y pasó toda la noche investigando sobre el anillo rojo de Leo. Recurrió a libros antiguos, documentos y cualquier registro que pudiera encontrar en la biblioteca prohibida, donde solo ella y la reina podían entrar. Lo que descubrió solo confirmó sus peores temores: el anillo de Leo pertenecía a los Bernard y había sido enterrado con ellos. No había razón lógica para que Leo tuviera esa joya, a menos que hubiera profanado la tumba de los Bernard, una tumba cuya ubicación ni siquiera ella conocía.

Con la primera luz del día, Celeste fue al palacio para encontrarse con la reina Isadora. Estaba agotada, pero la urgencia de su descubrimiento la mantenía en pie. Llegó a los aposentos de la reina y solicitó una audiencia inmediata.

-Su majestad, necesito hablar contigo de inmediato. Es sobre Leo y el anillo rojo -dijo Celeste, su voz cargada de gravedad.

La reina, aún afectada por los eventos de la noche anterior, asintió y la llevó a un lugar más privado.

-¿Qué has descubierto, Celeste? -preguntó Isadora, claramente preocupada.

Celeste tomó aire y comenzó a relatar lo que había encontrado. -Mis sospechas eran correctas. Ese anillo que Leo lleva es el mismo que fue enterrado con los Bernard. No tiene sentido que él lo tenga a menos que haya saqueado su tumba. Además, envié a Nicolás a la mansión de los Bernard durante la fiesta para investigar, y no ha regresado. Tengo un mal presentimiento sobre todo esto.

La reina Isadora escuchó con atención, su rostro se tensó al comprender la gravedad de la situación.

-Este es un asunto extremadamente serio, Celeste. Si Leo ha hecho lo que tememos, las implicaciones son enormes. Debemos actuar con cautela pero rapidez. Necesitamos pruebas concretas antes de enfrentarlo -dijo Isadora, su tono decidido.

Celeste asintió. -Sí, Su Alteza. Estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para descubrir la verdad y proteger al reino. Pero primero, debemos encontrar a Nicolás. Si algo le ha sucedido, podría estar relacionado con todo esto.

La reina Isadora asintió, su mente ya trabajando en el siguiente paso. -Muy bien. Organizaré un equipo de búsqueda inmediato para encontrar a Nicolás. Mientras tanto, continúa investigando discretamente. No puedo permitir que esta gente arruine lo que tardamos en construir durante décadas.

Celeste asintió y se dispuso a seguir con su investigación, consciente de que el tiempo era esencial. Sabía que estaban en un juego peligroso, uno que podría cambiar el destino del reino. Y con la muerte del duque Alaric aún fresca en sus mentes, la presión para descubrir la verdad era más intensa que nunca.

 Y con la muerte del duque Alaric aún fresca en sus mentes, la presión para descubrir la verdad era más intensa que nunca

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🖤 Herederos de la traición 🩶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora