𝔈𝔩 𝔇𝔢𝔰𝔞𝔣í𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞𝔰 𝔖𝔬𝔪𝔟𝔯𝔞𝔰

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El aire en Hogwarts se sentía diferente esa mañana, cargado de expectativa y una pizca de temor. Los estudiantes se agrupaban en el Gran Comedor, conversando animadamente sobre el tercer desafío de los Juegos Mágicos. Este sería el más complicado hasta el momento, y la emoción era palpable. Nico y Draco se encontraban en la mesa de Slytherin, sus miradas fijas en Dumbledore, quien se preparaba para anunciar los detalles del desafío.

—Este desafío, mis queridos estudiantes,— comenzó Dumbledore, su voz resonando en el silencio, —será una prueba de valentía y trabajo en equipo. Cada uno de ustedes será enviado a un laberinto oscuro, lleno de trampas y criaturas mágicas. Solo los mejores de cada casa serán elegidos para representar a Hogwarts.—

Nico sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar la palabra "laberinto". Había escuchado historias sobre estos laberintos, donde los miedos tomaban forma y los secretos más oscuros salían a la luz. Miró a Draco, que parecía decidido, pero también había una chispa de nerviosismo en sus ojos.

—¿Estás listo para esto?— preguntó Draco, con una mezcla de preocupación y determinación en su voz.

—Listo o no, tenemos que hacerlo. Siempre hemos estado juntos en esto, ¿verdad?— Nico respondió, intentando transmitir confianza.

Los estudiantes fueron llevados al patio de Hogwarts, donde el laberinto se alzaba imponente, sus muros altos cubiertos de hiedra y sombras. La atmósfera se tornó sombría a medida que se acercaban a la entrada, y el sonido de los murmullos cesó.

—Recuerden, deben confiar el uno en el otro—, advirtió Dumbledore antes de que el primer grupo entrara. —La luz siempre vencerá a la oscuridad, pero solo si están juntos.—

Con una última mirada entre ellos, Nico y Draco se adentraron en el laberinto, la oscuridad envolviéndolos al instante. Sus varitas iluminaban el camino, pero la penumbra parecía tener vida propia, susurrando secretos y miedos.

A medida que avanzaban, empezaron a escuchar sus propios pensamientos resonando a su alrededor. Las sombras cobraban forma, manifestando sus miedos más profundos.

—¿Qué tal si no logramos salir?— musitó Nico, su voz apenas un susurro.

—Eso no va a pasar. Juntos, podemos enfrentarlo todo—, respondió Draco, aferrándose a la varita con más fuerza.

De repente, un grito resonó en el laberinto, haciendo que ambos se detuvieran en seco. Sin pensarlo, comenzaron a correr hacia el sonido. Al girar una esquina, se encontraron con un grupo de estudiantes atrapados por criaturas sombrías que emergían de la oscuridad.

—¡Ayuda!— gritó uno de ellos, su rostro pálido de terror.

—¡Vamos, tenemos que ayudarles!— exclamó Draco, avanzando valientemente.

Juntos, conjuraron hechizos de luz, luchando contra las sombras que intentaban envolver a sus compañeros. A pesar del miedo que se apoderaba de ellos, la conexión entre Nico y Draco crecía más fuerte con cada hechizo conjurado.

—¡Unidos!— gritó Nico, y en ese momento, ambos levantaron sus varitas, creando un haz de luz que dispersó las sombras. Las criaturas retrocedieron, permitiendo que los estudiantes atrapados se unieran a ellos.

—Gracias, no sé qué habríamos hecho sin ustedes—, dijo una chica de Ravenclaw, recuperando el aliento.

—Sigamos juntos, no podemos separarnos—, sugirió Draco, y todos asintieron, formando un grupo sólido mientras continuaban avanzando.

A medida que se adentraban más en el laberinto, el ambiente se volvía más opresivo. Sus propios miedos comenzaban a manifestarse en forma de visiones aterradoras. Nico veía a su madre, María di Angelo, y la sombra de su abuelo, Lord Voldemort, acechando desde las esquinas del laberinto.

—¡No! ¡Esto no es real!— gritó Nico, tratando de sacudirse la visión.

—Es solo tu mente jugándote una mala pasada. No estás solo—, dijo Draco, poniendo su mano en el hombro de Nico. —Lo superaremos, como siempre.—

Finalmente, llegaron a un claro en el laberinto, donde se alzaba un guardián oscuro, una figura envolvente que emanaba una energía aterradora. Era la prueba final, un desafío que pondría a prueba no solo sus habilidades, sino también su determinación y su amistad.

—¿Quién se atreve a desafiarme?— resonó la voz del guardián, envolviéndolos en un aire de desafío.

—Nosotros—, respondió Draco con confianza. —Estamos aquí para superar este desafío y demostrar que la amistad puede vencer cualquier oscuridad.—

Nico asintió, sintiendo una oleada de poder. Con sus varitas en alto, ambos conjuraron un hechizo de luz, uniendo su magia. La luz brilló intensamente, disipando la oscuridad que los rodeaba y empujando al guardián hacia atrás.

La figura oscura se desvaneció en la luz, dejando solo una puerta hacia la salida del laberinto. Ellos sonrieron, sus corazones rebosantes de triunfo.

Al salir del laberinto, fueron recibidos por los aplausos de sus compañeros. Dumbledore, con una sonrisa satisfecha, anunció que habían superado el desafío. Nico y Draco se miraron, sintiendo que su amistad había superado una prueba más, cimentando un vínculo que solo se fortalecía con cada desafío que enfrentaban.

El Último Hijo de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora