𝔈𝔩 𝔏𝔢𝔤𝔞𝔡𝔬 𝔡𝔢𝔩 ℑ𝔫𝔣𝔯𝔞𝔪𝔲𝔫𝔡𝔬

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La noche en Hogwarts era profunda, casi abrumadora en su quietud, rota solo por el leve susurro del viento. Nico di Angelo caminaba por los jardines, buscando un respiro de las sombras que lo atormentaban. Sin embargo, esta noche no encontraría la paz que buscaba. La oscuridad no tardó en traer consigo una figura que lo había estado observando desde lejos: Lord Voldemort.

El aire se volvió más frío a su alrededor cuando su abuelo apareció, sus ojos rojos brillando como carbones encendidos en la penumbra.

Nico, —pronunció Voldemort con esa voz gélida y calculada—, ha llegado el momento de que sepas la verdad. Ya no puedes escapar de lo que eres.

Nico lo miró en silencio. Había tantas preguntas acumuladas, tantas dudas sobre su origen que lo habían atormentado desde que tenía memoria.

—¿De qué hablas? —murmuró Nico, aunque en el fondo sabía que finalmente llegaría el momento de conocer su legado.

Voldemort se acercó lentamente, su capa ondeando tras él como si la propia noche lo siguiera.

—Tu madre, Maria di Angelo, fue mi hija. —Las palabras resonaron con un peso inmenso—. Una vez, fue una joven llena de vida, pero también una mujer que deseaba alejarse de mi sombra. Como todos aquellos que intentan escapar de su destino, ella pagó un precio por su decisión.

Voldemort hizo una pausa, permitiendo que las palabras calaran hondo en Nico. El joven sintió como si el mundo a su alrededor se desmoronara. Maria di Angelo, la madre a la que apenas recordaba, era la hija de Lord Voldemort, el mago más temido del mundo. Pero eso no era todo.

—Maria no solo huyó de mí —continuó Voldemort, su voz ahora más suave, casi melancólica—. Buscó refugio en un lugar donde creyó que podría estar a salvo: el Inframundo. Hades, el dios de la muerte, la acogió en su reino. En él, ella encontró algo que nunca habría imaginado... amor.

Nico sintió que el aire a su alrededor cambiaba, y de repente, su mente fue transportada a un lugar lejano, como si estuviera viendo los eventos a través de los ojos de su madre. El flashback comenzó.

El Inframundo.

Maria di Angelo caminaba entre las sombras, su figura esbelta contrastando con el paisaje sombrío que la rodeaba. El aire era denso, pesado con el aroma de la muerte y la desesperación. Pero ella no temía. Se adentraba cada vez más, buscando la presencia del dios que la había llamado.

Y allí estaba, Hades, con su imponente porte y su corona de ébano. Sus ojos, oscuros y profundos como el abismo, se posaron en ella.

¿Qué haces aquí, hija de la oscuridad? —le preguntó Hades, su voz retumbando como un trueno lejano.

Maria levantó la mirada, con una mezcla de desafío y vulnerabilidad. —He venido a escapar de la guerra que me persigue. Mi padre... él es Lord Voldemort. Y si me encuentra, me utilizará para sus propios fines. Necesito protección.

Hades la observó con detenimiento, fascinado por su coraje. Y en ese momento, algo cambió en él. A pesar de ser el dios del inframundo, el frío señor de los muertos, se sintió atraído por la fuerza de aquella mortal que se atrevía a pedirle ayuda.

Con el tiempo, su relación creció. El amor floreció en el lugar más insospechado, en el rincón más oscuro del mundo. Maria encontró en Hades un consuelo que jamás había conocido, y en sus brazos, dejó de temer a su destino.

—De su unión —continuó Voldemort, sacando a Nico de su trance—, naciste tú. Eres el hijo de la muerte y de la oscuridad. Un ser único, Nico. Mitad mortal, mitad divino, con una herencia que te hace más poderoso de lo que puedas imaginar.

Nico sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Las imágenes del pasado seguían latentes en su mente. La relación entre su madre y Hades no era simplemente una historia de amor; era una unión de dos mundos que jamás debieron cruzarse. Y él, Nico, era el fruto de esa unión prohibida.

¿Por qué me cuentas esto ahora? —preguntó Nico, su voz quebrada por la confusión—. ¿Qué esperas de mí?

Voldemort lo miró, su expresión dura, pero con una chispa de algo que podría haber sido orgullo.

—Porque, Nico, debes entender que tu destino está atado al nuestro. No puedes huir de tu herencia. Tu madre intentó escapar de mí, pero incluso en la muerte, no pudo romper el lazo que nos une. Hades te dio poder, pero yo te di ambición, la fuerza para sobrevivir en un mundo que te teme.

El silencio se hizo pesado entre ambos, mientras Nico procesaba la verdad. Había vivido toda su vida entre las sombras, sin saber que las mismas sombras lo definían.

No seré como tú, —replicó Nico, finalmente, con una firmeza que sorprendió a Voldemort—. No seré una herramienta en tus planes. No usaré mi poder para destruir.

Voldemort soltó una carcajada fría. —Eso es lo que dices ahora. Pero tarde o temprano, todos aceptan su destino. Tú lo harás también.

Nico apretó los puños, sintiendo la oscuridad dentro de él, la herencia de Hades y Voldemort tironeando en direcciones opuestas. Pero, por ahora, estaba decidido a mantenerse firme. No permitiría que nadie dictara su camino.

El tiempo lo dirá, Nico, —dijo Voldemort con un tono sombrío—. Pero cuando llegue el momento, estaré aquí. Esperando.

Y con esas últimas palabras, la figura de su abuelo se desvaneció en la noche, dejando a Nico solo, una vez más, pero ahora con el peso de un legado que no había pedido.

El Último Hijo de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora