Parte 21. Pedir perdón.

1 1 1
                                    

Apenas había terminado de hablar, cuando Magda tomó aire, como si quisiera asegurarse de que no quedara nada sin decir. Noté un brillo en sus ojos, ese brillo que solía tener cuando estaba por compartir algo importante.

—La Dra. Mayra llegó aquí un buen día, hace ya cuatro décadas, tal vez un poquito más, tal vez un poquito menos. Se reintegraba a su esencia de forma sobresaliente —Magda hizo una pausa, como si recordara cada detalle—. Se debatía si seguir el rumbo del Frente Conservador... ¿Quién sabe? Tal vez en la Tierra fue activista, o revolucionaria, o bruja.

Nunca había hablado sobre sus memorias, pero había algo en su actitud que me hacía pensar que ya tenía experiencia en estrategia. Magda continuó, bajando un poco la voz como si me estuviera revelando un secreto.

—Mayra consiguió germinar las primeras especies de facilitadores en La Estancia, algo que nadie había logrado antes. Los llamó Etéreas. Eran unas bellas palmas con terminaciones puntiagudas, y si las acariciabas mal, enterraban espinas en tu piel. Quitarlas era un problema —Magda sonrió como quien cuenta una anécdota curiosa—. Pero lo más importante no eran las espinas, sino que esas palmas susurraban secretos.

Imaginé a las Etéreas como algo mágico, o como algo mitológico, como una leyenda que ha sido contada una y otra vez para terminar como reliquia. Magda continuó.

—Su sonido era tan sutil, tan efímero... como esos trenes suburbanos que pasan y nunca vuelven a tomar el mismo camino. Para entenderlas, tenías que acercarte mucho, pero sobre todo, debías haber trabajado antes en tu libertad.

Me quedé pensando en esas palabras. "Trabajar en la libertad". No era solo una cuestión física, sino algo más profundo.

—Con el apoyo de las Etéreas, Mayra y otras compañeras que compartían sus ideas comenzaron a organizarse en secreto. Necesitaban una forma de comunicar sus ideales, y esas palmas fueron su mejor aliada.

Sentí un escalofrío al imaginar todo lo que esas mujeres habían tenido que hacer para sublevarse. Magda me miró, probablemente adivinando lo que pasaba por mi cabeza, y me dio una sonrisa de complicidad.

—No fue fácil, claro que no. Pero estas mujeres valientes y decididas encontraron la forma de evadir a las vocales más cerradas. Se ganaron el apoyo de las guías más rebeldes, y luego de las consejeras que también habían sido maltratadas por la mano dura de la ideología conservadora.

Magda hizo una pausa, como si estuviera evaluando mi reacción antes de seguir.

—Juntas, lograron lo impensable: formaron el Frente Liberal.

Había una chispa de orgullo en su voz, pero también algo más, como un eco de todo lo que esas mujeres habían sacrificado.

—Nada de eso fue sencillo. ¿Qué rebelión ha sido fácil? —su tono cambió ligeramente, haciéndose más serio—. Sabían que la retórica no sería suficiente, así que un buen día tomaron el Edificio Central. Con la ayuda de guardias que ya estaban hartas de los malos tratos de La Administración, lograron interrumpir el sistema de audio y controlar el flujo de información.

La imagen de esas mujeres tomando el control me llenaba de orgullo, como si fuese parte de esa lucha que ni siquiera presencie, Magda no se detuvo.

—Mandaron comunicados a todas, no solo a las conservadoras, sino a todas las pasantes y a La Orden. Pero, por supuesto, los de arriba intentaron desacreditar sus esfuerzos, diciendo que solo eran "jueguitos" de niñas inmaduras.

Me indigné ante esa idea, por su lado Magda negaba con la cabeza.

—Para suerte nuestra, esas mujeres no se rindieron. Se plantaron firmes, con un pliego petitorio en mano, hasta que lograron que La Orden aceptara la creación de un sistema democrático en La Estancia 312. Reconocieron legítimamente la presencia de un nuevo frente y establecieron procesos electorales para evitar que la dictadura funcional siguiera controlando todo.

La fuerza en su voz me inspiraba, como si ese pasado aún estuviera vivo y respirando en cada rincón de La Estancia. Magda continuó, ahora con una calma que solo quienes han visto el cambio de cerca pueden transmitir.

—Después de días de mediación, La Orden instruyó un comité para trabajar en los nuevos protocolos, y así fue como nació el sistema de votaciones que tenemos hoy. Y con una mayoría casi aplastante, las chicas del bloque liberal lograron cambiar el rumbo de La Estancia, lideradas por la Maestra B.

Magda se recostó ligeramente, como si por un segundo quisiera saborear la victoria de aquella época, pero luego su rostro se ensombreció.

—Hoy, seguimos aquí, bajo la dirección de la Dra. Mayra, pero... —su voz bajó, casi como si hablara consigo misma— no sé cuánto más durará. Los días del Frente Liberal en La Estancia están contados.

Ese comentario me dejó en shock. Sentí cómo algo dentro de mí se tensaba.

—No tenemos el apoyo de La Orden —continuó Magda, con un suspiro que revelaba su agotamiento—. El bloque conservador nos está asfixiando con requerimientos y observaciones sobre nuestros resultados. Las delegadas que llevarán los votos al aula democrática han dado señales claras de estar abrumadas. Y, hasta yo, mi niña, empiezo a dudar si el rumbo que tomamos es el correcto.

Me miró, sus ojos reflejaban algo que no había visto en ella antes: cansancio.

—Mira esos edificios llenos de mujeres. Sí, es cierto, dan el paso rápido, pero no a la misma velocidad que la tasa de ingreso de nuevas pasantes. Las mujeres en la Tierra están siendo asesinadas... más que nunca. Y, me temo, So, que somos culpables de alguna manera.

Me quedé sin palabras. Magda se puso de pie lentamente, sacudió el poco pasto que se había pegado a su falda y, con una paz melancólica, bajó la cabeza antes de hacer contacto visual conmigo. Su boca tembló, como si quisiera pedirme perdón.

"¿Qué había pasado?" me preguntaba mientras la miraba alejarse. Magda me pidió perdón. No solo por mí, sino por todas. Como si llevara sobre sus hombros el peso de cada una de las que habíamos sufrido, de todas las que habían muerto por la violencia de un hombre. Sabía, o al menos creía saber, que esto no era culpa de Magda ni de Mayra, ni siquiera del Frente Liberal. Pero entonces, la duda comenzó a sembrarse en mi mente, lenta y constante.

Tierra en la miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora