Jungkook estaba acostumbrado a la furia. A la rabia. Esa espiral negra que lo asfixiaba había amenazado con arrastrarlo una y otra vez durante los últimos diez años y casi había conseguido terminar con él.
Sin embargo, aquello era diferente. Hoseok era diferente.
El pequeño Jung Hoseok, que en su momento lo había seguido por aquellos jardines como si fuera un tímido cachorrillo de enormes ojos y dulce sonrisa, era el responsable de su destrucción.
Por supuesto, sabía que el doncel tan solo era un peón. Jungkook sabía perfectamente la poca consideración en la que lo tenían sus parientes. Su presencia en aquella cochera alejado de todo dejaba muy claro su estatus dentro de la familia Wang, lejos de todos los que importaban.
Más que eso, Jungkook había tenido sus propios detectives indagando sobre aquella familia durante años, reuniendo todo lo que él necesitaba para que, por fin, hubiera podido quedar libre y sabía datos sobre aquella familia que dudaba que el propio Hoseok conociera, datos que utilizaría contra el sin pensárselo dos veces cuando surgiera la oportunidad.
Desde el momento de su arresto, Jungkook se había negado a aceptar que nunca más estuviese libre. En aquellos momentos, allí de pie en aquella antigua casa, se dio cuenta de que recordaba todos los entresijos de la familia Wang más de lo que le gustaría.
Todos los recuerdos del modo en el que habían excluido a Hoseok mientras fingían ayudarlo, manteniéndolo cerca para que estuviera agradecido, pero nunca lo suficiente para que olvidara el lugar que le correspondía ocupar.
Jungkook no sentiría nunca compasión por el doncel. Hoseok era el que se había sentado en el estrado y le había arruinado la vida.
Recordaba su testimonio demasiado bien, el modo en el que lo miraba, con los enormes ojos castaños llenos de lágrimas, como si le doliera acusarle de lo que estaba diciendo. Y peor aún, con miedo. A él.
Lo peor no era lo que Hoseok le había hecho, sino que, al contrario del canalla de su tío, había creído que él había hecho lo que estaba acusándole de haber hecho.
Hoseok había creído de todo corazón que él era un asesino, que había tenido una discusión con el impetuoso Jimin y que, como consecuencia de aquella discusión, él lo había estrangulado.
Según las afirmaciones de la acusación, él era un hombre incapaz de controlar su impulsividad y había temido que una relación con el heredero de los Wang terminara despidiéndolo.
Después de estrangularlo, lo había arrojado a la piscina del complejo de Oyster House. Hoseok lo encontró a la mañana siguiente muy temprano cuando salió a buscarlo.
-Si el señor Jeon temía que podría perder su puesto en la empresa a causa del doncel Wang, ¿por qué lo iba a dejar en la piscina para que alguien lo encontrara en el momento en el que se despertara? su abogado defensor le había preguntado a Hoseok.
Jungkook aún recordaba el modo en el que los ojos del doncel se le habían llenado de lágrimas. El temblor de sus labios. La mirada que le dedicó, allí, en el tribunal, como si él turbara sus sueños todas las noches, como si además de creer que había matado a Jimin, también le hubiera roto el corazón.
-No lo sé había susurrado. No lo sé...
Y, al responder así, le había convertido en el monstruo en el que el jurado le había convertido después de tan solo dos horas de deliberación.
El hecho de que Hoseok creyera que él pudiera haber hecho algo tan terrible y lo disgustado que Hoseok había parecido por aquella posibilidad, lo había mandado a la cárcel durante más de una década. Era casi como si el doncel mismo le hubiera echado la llave a la celda.
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Venganza Intima
Roman d'amourDespués de pasar diez años en la cárcel por un crimen que no cometió, el cruel griego coreano Jeon Jungkook volvió para vengarse de Jung Hoseok, el doncel cuya declaración lo sentenció. Decidió que se casaría con el y lo uniría a él para siempre. Si...