Podría haber sido una tarde de martes cualquiera de una primavera británica triste y gris, pero por fin había ocurrido lo peor. No era que Jung Hoseok no lo hubiera estado esperando.
Todos habían estado en vilo desde que llegó la noticia. Después de muchos años y de todas las apelaciones, que los abogados de la familia Wang habían afirmado hasta casi el final que no eran más que ruido, Jeon Jungkook era un hombre libre.
No solo libre. Inocente.
Hoseok había visto la conferencia de prensa que él había dado delante de la prisión de los Estados Unidos en la que había estado cumpliendo cadena perpetua por un asesinato que las pruebas de ADN presentadas en su última apelación habían demostrado de manera concluyente que él no había cometido. Había sido puesto en libertad aquel mismo día.
Hoseok no había podido desconectarse ni un solo instante del incesante chorreo de noticias, y no solo porque todos los canales estuvieran retransmitiendo en directo la conferencia de prensa.
–He mantenido mi inocencia desde el principio había afirmado Jungkook con su voz profunda y poderosa, que parecía atravesar la pantalla. El inglés con el que hablaba tenía una mezcla del acento británico, coreano, griego, y resultaba tan misterioso para los oídos de Hoseok como siempre.
El efecto que ejercía sobre el doncel no había cambiado. Parecía llenar el pequeño estudio que Hoseok tenía en un humilde barrio del oeste de Londres y por el que se consideraba afortunado.
Tenía un largo trayecto en autobús, más diez minutos a pie a buen paso, para llegar a la finca de los Wang, en la que trabajaba gracias a la amabilidad de su tío. Aunque en ocasiones su tío no le pareciera tan buena persona, se lo guardaba para sí y trataba de no olvidar su buena fortuna.
–Estoy encantado de que se haya demostrado sin dejar lugar a dudas.
Jungkook parecía mayor, tal y como era de esperar. No obstante, las canas aún no se habían atrevido a invadir el espeso cabello negro que siempre amenazaba con rizarse en cualquier momento.
La ferocidad que siempre había habido en su rostro era mucho más evidente en aquellos momentos, diez años después de que fuera arrestado por primera vez. Hacía que sus ojos negros relucieran y que su cruel boca pareciera aún más dura y más brutal.
Provocando que Hoseok se echara a temblar como siempre había conseguido, a pesar de estar al otro lado del Atlántico. El corazón se le había acelerado como le ocurría cada vez que él estaba cerca. Le parecía que él lo estaba mirando directamente a el, a través de las cámaras de televisión.
Al menos así se lo parecía. Estaba seguro. No tenía duda alguna de que él sabría perfectamente bien que lo estaría viendo a través de la televisión.
Recordó el modo en el que él lo había mirado hacía diez años, cuando Hoseok solo tenía dieciocho y, abrumado, tan solo conseguía tartamudear cada vez que su mirada se cruzaba con la de él en el agobiante juzgado de Martha's Vineyard. Sin embargo, de alguna manera, había conseguido dar el testimonio que lo había condenado.
Aún recordaba todas y cada una de las palabras que había dicho. Podía saborearlas en la boca, duras y amargas.
Recordaba demasiadas cosas. La presión a la que lo habían sometido su tío y sus primos para que testificara a pesar de que no había querido hacerlo, dado que estaba desesperado por creer que podría haber otra explicación. Tenía que haberla.
También recordaba el modo en el que Jungkook lo observaba, furioso y en silencio, cuando se derrumbó en el estrado y admitió que no era capaz de encontrarlo.
ESTÁS LEYENDO
Venganza Intima
RomansaDespués de pasar diez años en la cárcel por un crimen que no cometió, el cruel griego coreano Jeon Jungkook volvió para vengarse de Jung Hoseok, el doncel cuya declaración lo sentenció. Decidió que se casaría con el y lo uniría a él para siempre. Si...