Cap. 14 Jungkook era una obra de arte.

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Fue como un sueño.

Eso fue lo que Hoseok se dijo, aunque sabía que jamás había tenido un sueño como aquel. Ningún sueño podría haber sido tan rico y detallado. El aroma de las flores del jardín que los rodeaba. El suave olor a cloro de la piscina y el sonido del agua lamiendo sus paredes.

El propio Jungkook, que se apartó de el para ponerse de pie junto a la hamaca sobre la que lo había tumbado.

Hoseok sabía que debía incorporarse, cubrirse, hacer algo que lo devolviera a las buenas formas que estaba seguro que había tenido hasta hace un rato.

Sin embargo, no parecía poder moverse. Prefirió quedarse completamente inmóvil para observar cómo Jungkook Jeon, su esposo, se desnudaba.

Sabía que debería decirle la verdad sobre la poca experiencia que en realidad tenía, pero no podía encontrar el valor para hacerlo.

No parecía que aquel fuera el lugar idóneo para hablar de lo que habían sido los últimos diez años para el doncel, con la ausencia de Jimin y nada más que pena e ira por parte de su tío, que parecía gozar también presionándolo.

No le había apetecido en absoluto tener citas. Todo lo bueno y lo bonito parecía haber muerto con Jimin en aquella piscina y era también como si aquella parte de Hoseok hubiera muerto allí.

Además, Jungkook era una obra de arte.

No se fijó en dónde arrojó la ropa porque lo único en lo que podía concentrarse era en la gloria de su intensa masculinidad, justo allí, delante del doncel.

Le parecía que, durante toda su vida, había estado utilizando la palabra hombre incorrectamente porque, mientras Jungkook se iba quitando el elegante traje, comprendió que debía volver a definir aquel término.

Dudaba que nadie pudiera tener aquella particular combinación de fuertes y esculpidos hombros, amplio torso y estrechas caderas.

Un ligero vello negro le cubría los pectorales y se estrechaba en una fina línea, de la que no podía apartar la mirada, y que se dirigía hacia la parte del cuerpo de Jungkook que resultaba más fascinante y más masculina.

-Me miras como si nunca antes hubieras visto a un hombre le dijo Jungkook con voz profunda.

Hoseok se sonrojó, tal y como siempre parecía hacerlo con él. No sabía cómo responder. ¿Debería confesárselo o esperar tal vez poder ocultar su inexperiencia?

Estaba de pie, con la boca curvada en una misteriosa e irónica sonrisa que parecía conectar directamente con todas las sensaciones que estaba experimentando en el vientre.

Parecían estar en una especie de esplendor, algo mágico que solo les pertenecía a ellos. Sin embargo, Hoseok se recordó que aquella era su venganza.

Todo aquello era una venganza.

Aquella podría haber sido su noche de bodas. Podría haberse sentido más cuidado que nunca en toda su vida, pero lo único que indicaba ese hecho era el vacío que había tenido siempre en ese sentido por parte de su tío.

La verdad era que no había nada bueno en aquello, ni en Jungkook. Nada dulce. Nada de lo que estaba ocurriendo se debía a devoción o a amor. Tendría que encontrar la manera de no verse confundido por el fuego que lo estaba devorando porque estaba seguro de que Jungkook no sufriría confusión alguna.

Era un hombre que había tenido más amantes de los que nadie podía contar, prueba de ello eran las interminables especulaciones que, desde siempre, habían hecho los tabloides sobre su vida privada. Él les había regalado casi todas las noches con una mujer o doncel diferente, normalmente famosos.

Venganza IntimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora