Cap.13 Tórrido, lánguido. Profundo, rico y sensual.

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 Hoseok era extraordinario. Su sabor explotó en la boca de Jungkook como si fuera un rugido.

Ya lo había besado en la capilla, por supuesto. El vicario anunció que podía besar al novio doncel y él lo había hecho, pero muy ligeramente.

Se había inclinado sobre él y le había dado un beso de cumplido, que terminó casi antes de empezar. No había razón alguna para que aquel beso lo hubiera perseguido desde entonces, como si hubiera entre ellos algo más que venganza.

Sin embargo, así había sido, a pesar de que había tratado de olvidarse de él durante toda la recepción. Por fin, cuando estaban allí en su casa, decidió tomarse por fin su tiempo.

Le besó la boca como si lo poseyera, porque en realidad así era. Porque por fin formaba parte de la familia Wang, tanto si a ellos les gustaba como si no, tal y como había planeado.

Hoseok era suyo y, en aquellos momentos, ese hecho parecía importarle más que todos los planes del mundo.

No había nada que impidiera que Jungkook lo besara. Simplemente le reclamó sus labios. Abrió la boca sobre la de Hoseok, posesiva y avariciosamente, como si llevara una eternidad conteniéndose, como si hubiera estado deseándolo todos aquellos años.

Era como si aquel no fuera el primer beso, sino uno de muchos, todos exactamente igual a aquel.

Tórrido y lánguido. Profundo y rico, increíblemente sensual.

Con cada caricia, Jungkook se recordaba que él lo poseía, que Hoseok se había entregado a él sabiendo muy bien en qué se estaba metiendo. Jungkook nunca había fingido ser un hombre civilizado antes de ir a prisión. Después... Jungkook sentía algo salvaje resonando en él como si fuera un tambor.

Él era un hombre primitivo. Fuera lo que fuera lo que ocurriera en aquel sucio juego, Hoseok le pertenecía totalmente, para hacer lo que le placiera.

El doncel tenía los puños apretados agarrándole la pechera de la camisa. Luchaba, pero no para alejarse de él, sino para estar más cerca, como si deseara mucho más.

Jungkook le hundía los dedos en el cabello, tan suave y tan hermoso, para sujetarle el rostro justamente donde quería.

Cuando puso en ángulo la cabeza, todo se hizo más húmedo. Más cálido.

Más apasionado. Mejor de lo que nunca hubiera imaginado.

Y Jungkook había estado diez años en la cárcel. Se lo había imaginado todo.

Lo besaba una y otra vez, dejándose llevar, jugando, saboreándolo.

Era concienzudo y brusco a la vez. Y con cada beso, sentía.

Sentía.

Él, que no había sentido nada desde hacía años. Él, que se había rodeado de una coraza para poder sobrevivir. Se había convertido en piedra. Una furia con forma humana.

Sin embargo, Hoseok le transmitía el sabor de la esperanza y Jungkook no parecía ser capaz de hartarse. Ni siquiera deseaba respirar.

No quería pensar en venganza al menos mientras se estaba perdiendo en la maravilla de aquel beso.

Solo eso debería haberle bastado para dejarlo marchar. Para empujarlo incluso. Para poder recuperar el equilibrio antes de que pudiera perder la cabeza por completo.

No fue así.

Se dijo que no importaba lo que sentía, sino que importaba lo que hacía.

El doncel que lo había encerrado para después tirar la llave no se merecía saber lo mucho que lo deseaba. No debía saber el miedo que le producía no controlar aquella situación como debería. No tenía que saber nada más que aquel beso. El roce de los labios.

Venganza IntimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora