Tigre Blanco || NamGi

°. V E I N T I S E I S . °

El despertar del invierno

La mirada de YoonGi  se había perdido en el caos frente a él. Los cuerpos de su manada yacían desparramados por el río congelado, teñido de rojo por la sangré de aquellos que habían dado su vida para defender a los suyos. El viento frío se arremolinaba a su alrededor, pero no era el aire lo que hacía temblar el cuerpo de JiMin, quien observaba desde unos pasos detrás. Algo más siniestro estaba ocurriendo.

YoonGi, de rodillas sobre la nieve, no apartaba la vista del cuerpo inerte de su padre, Seo Joon, colgado del árbol de cerezo que había sido su favorito en vida. Las lágrimas corrían por su rostro, congelándose en sus mejillas, mientras un rugido de dolor y rabia brotaba de lo más profundo de su ser. Un temblor sacudió el suelo, haciendo que JiMin y los pocos lobos que quedaban vivos se estremecieran.

Un brillo helado comenzó a rodear a YoonGi, quien, entre sollozos y susurros apenas audibles, invocaba el nombre de JoonGi, el asesino de su padre.

— Voy a matarte...— murmuraba, su voz cargada de odio y venganza. Un aire frío más intenso que antes comenzó a envolverlo, haciendo que la temperatura descendiera rápidamente.

JiMin, que hasta entonces había observado con preocupación, se dió cuenta de lo que estaba sucediendo. Sabía que YoonGi no solo estaba llorando la perdida de su padre, sino que su rabia estaba despertando algo más: un poder antiguo y temido.

— ¡YoonGi!, detente! — gritó JiMin, corriendo hacia el, sintiendo como el frío le calaba los huesos.

Pero era demasiado tarde. Alrededor del omega, la nieve empezó a levantarse en espirales, como si respondiera a su dolor. Su cuerpo emitía una luz azulada, y el suelo bajo el comenzaba a cristalizarse en una capa gruesa de hielo. JiMin sabía que si no hacía algo, YoonGi sucumbiría a su sed de venganza, y ese poder incontrolable podría destruir todo a su paso.

— ¡No puedes hacerlo! ¡No te conviertas en lo que odias! — clamó JiMin, acercándose, pero un muro de hielo se formó frente a el, impidiendo que se aproximará más.

YoonGi levanto la vista, sus ojos ya no eran los mismos. El brillo lunar de antes había desaparecido, reemplazado por un frío azul glacial. Era como si todo el calor en su cuerpo se hubiera extinguido, dejando solo el deseo de sangre y destrucción.

— Se lo merece — respondió YoonGi con una voz que no parecía la suya, más profunda, más sombría — JoonGi destruyó todo lo que amaba. Ahora, yo haré lo mismo con él.

Un enorme bloque de hielo se formó en el aire, elevándose sobre el suelo, amenazando con aplastarlo todo. JiMin no sabía qué hacer. Cada palabra que intentaba pronunciar era tragada por el frío que emanaba de YoonGi.

— ¡No lo hagas! — suplico JiMin, sabiendo que, si el YoonGi cruzaba esa línea, ya no habría vuelta atrás.

Con un último grito desesperado, JiMin empujó con todas sus fuerzas el muro de hielo, abriéndose paso con sus garras. Al alcanzar a YoonGi, lo abrazo con fuerza, intentando romper la barrera de dolor y odió que lo rodeaba.

— Por favor... — susurro el alfa de cabellos negros, jadeando por el esfuerzo— No dejes que te consuma. Yo sé lo que es perder a alguien, pero esto no te devolverá a tu padre.

El hielo comenzó a detenerse, pero no por completo. Los ojos de YoonGi seguían llenos de ira, pero el contacto de JiMin lo hizo dudar por un momento.