Capítulo. 24🏵️

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Chuya se dirigió a la sala de estar y aún ponía el animalito de felpa en sus manos

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Chuya se dirigió a la sala de estar y aún ponía el animalito de felpa en sus manos. Para su mala suerte, se encontró con alguien que no era muy grato para él; parecía estar gritandole a Randou.

—¿Quieres dejar de gritar? Todo el mundo te escucha perfectamente y te recuerdo que tú no tienes el derecho a gritarle a nadie en esta mansión. ¿Debo de recordarte cada vez que vienes?

—Creí que estabas fuera —el hombre le miró y sonrió, una sonrisa fingida—. Chuya, mi querido hijo, hace mucho tiempo que no te veo.

—No, desde la muerte del tío Murase, y hace unos días, tal vez horas —se cruzó de brazos y le miró aburrido— ¿Qué haces aquí?

—Es mi casa, es obvio que tendría que estar aquí.

—No, es mi casa, mi madre me la heredó, y a ti te dejo en la calle; podías estar aquí cuando yo era un niño, no cuando cumplí 20 y más adelante, así que te puedes.

—No me trates así, soy tu padre y...

—N, déjate de bromas, es malditamente asqueroso que me trates con familiaridad.

—Pero hijo yo...

—No me sigas llamando de esa manera, ambos sabemos por qué estás aquí; no voy a dejar que ustedes dos vivan en este lugar, así que puedes largarte.

—¡Yo te creo, no puede hablarme así, gracias a mí eres lo que eres, no gracias a tu maldita madre!

—Chuya apretó los puños— Tú no me creaste, tú no eres mi dueño, la que me tuvo y me dio la vida —sonrió con suficiencia y le apuntó— tú solo eres un donador de esperma.

Le miró furioso, mientras Randou le miraba sorprendido. Normalmente, Chuya diría groserías y le gritaría a Dazai, pero nunca a alguien más y menos a su padre.

N se acercó furioso a él, dispuesto a golpearlo. Randou quiso detenerlo; Chuya, por su parte, estaba dispuesto a recibir el golpe y pelear a puño limpio contra su mayor, pero la mano del padre de Chuya ya había sido detenida por alguien.

—Ni siquiera te atrevas.

—Paul, ¿Qué haces aquí? Deberías estar en algún lugar en Francia.

—Bueno, me tomé la libertad de volver puesto que hace un tiempo me topé con Chuya y Koyo; ellos me invitaron a regresar de visita, así que acepté, pero sabes, acabo de enterarme de algo curioso: —apretó la muñeca del contrario— mi hermana había muerto.

—P—puedo explicarlo.

—Ahora tenía sentido que mi hermana no respondiera las cartas, ni me llamara o contestara mis llamadas, aunque hay una cosa que no entiendo; ¿por qué no fui comunicado sobre eso?

—Paul, halemos solo; suelta mi muñeca. —dijo con pánico.

—Oh, lo siento, no me había dado cuenta de eso —soltó su muñeca, se dirigió atrás de Chuya y lo tomó por los hombros—. Te escucho.

¿prometido o prometida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora