Capítulo 2: dreams come true

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Leah despertó de golpe, su respiración acelerada y el eco de las palabras de Nicholas aún resonando en su mente. El sudor perlaba su frente mientras trataba de sacudirse el recuerdo vívido del encuentro que acababa de tener. Miró a su alrededor, reconociendo su modesto departamento. No había luces brillantes ni escenarios, solo el sonido tenue de la ciudad que se filtraba a través de la ventana.

Solo un sueño, se dijo, pero la sensación de aquel encuentro con "el diablo" aún la tenía atrapada. A veces, la línea entre lo real y lo imaginario era demasiado fina para su gusto.

Leah suspiró y se levantó lentamente, observando el caos a su alrededor. La ropa esparcida por el suelo, las partituras arrugadas sobre la mesa, y su vieja guitarra apoyada en una esquina. Este era su mundo real, lejos de las alfombras rojas y los reflectores. El sueño de Hollywood aún parecía distante, pero al menos ya había comenzado a construir el camino.

Desde pequeña, Leah siempre había sentido que su vida no encajaba en la rutina de los demás. Las horas que pasaba cantando en su habitación, escuchando los vinilos antiguos que su madre coleccionaba, le daban una especie de refugio. La música era su única constante, la única forma de expresar lo que no se atrevía a decir en voz alta.

Un día, solía repetirse, seré más que este lugar, más que esta vida que parece atraparme. Pero, por ahora, lo único que tenía eran sueños como el que acababa de experimentar. Tal vez ese sueño era solo un reflejo de su deseo: ser vista, ser escuchada, ser alguien.

Con un suspiro, encendió su pequeña cafetera mientras su mente vagaba por los recuerdos de cómo había llegado hasta aquí. Había crecido en una pequeña ciudad, demasiado lejos de los escenarios que siempre había soñado. Los días de su adolescencia estaban llenos de pequeños conciertos en bares locales, donde su voz apenas lograba competir con el ruido de las conversaciones. No era glamoroso, pero cada vez que subía a esos pequeños escenarios, Leah se sentía más cerca de lo que algún día podría ser.

Y aunque la música siempre había sido su pasión, había algo más que la empujaba a salir de su zona de confort. Sabía que su vida tenía que cambiar. No podía quedarse atrapada en la rutina de su pequeña ciudad, observando cómo otros alcanzaban sus sueños. Leah quería más. Quería todo.

Así que empacó lo poco que tenía y se mudó a la ciudad. Aún recordaba el primer día que llegó a su diminuto departamento. El espacio era pequeño, apenas lo suficiente para una cama y una mesa. Pero para Leah, era el primer paso hacia su sueño. Allí, lejos de la comodidad de su hogar, decidió que nada la detendría.

-Solo un día más -se dijo a sí misma mientras miraba su calendario. Cada día marcaba una pequeña victoria: una nueva canción, una audición, un contacto en la industria. Lentamente, el sueño que había tenido la noche anterior comenzó a disiparse, pero la sensación persistente de que algo grande estaba a punto de suceder no desaparecía.

Leah tomó un sorbo de café y miró por la ventana hacia las calles llenas de vida. Podía sentirlo en el aire: algo estaba cambiando, y aunque no sabía cuándo o cómo, sabía que estaba más cerca de lo que jamás había estado. Hollywood aún parecía un sueño lejano, pero estaba decidida a alcanzarlo, paso a paso.

El destino, a veces, solo necesita una pequeña chispa para encender el fuego. Y Leah estaba lista para empezar a arder.

𝐓𝐡𝐞 𝐏𝐞𝐫𝐟𝐞𝐜𝐭 𝐒𝐢𝐧𝐧𝐞𝐫'𝐬Where stories live. Discover now