Capítulo 4: Pathetic

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Leah se dejó caer de espaldas en su cama, mirando el techo sin ver realmente nada. La sensación de vacío que la invadía era innegable. Era patética, y lo sabía. Enamorarse de un hombre al que nunca había conocido, idealizarlo hasta el punto de que su rostro la perseguía en sueños... ¿Qué clase de vida era esa?

-Ridícula -se dijo a sí misma, con una risa amarga. ¿Cómo había llegado hasta aquí? No era una adolescente con posters en la pared, suspirando por una estrella de cine. Era una mujer adulta, o al menos, eso intentaba ser.

Pero no podía escapar del hecho de que se sentía miserable. Su carrera, aunque en ascenso, aún estaba en los primeros pasos. Pasaba más tiempo soñando con lo que podría ser, que viviendo lo que era. Y luego estaba Nicholas, ese nombre que parecía personificar todo lo que ella anhelaba: éxito, reconocimiento, y tal vez... amor.

Leah cerró los ojos, tratando de alejar esos pensamientos, pero la sensación de vacío solo se hizo más profunda. Sabía que su vida no podía continuar así, girando en torno a sueños que parecían cada vez más inalcanzables. Pero al mismo tiempo, no podía evitarlo. Todo lo que hacía parecía una carrera interminable hacia un objetivo que siempre se alejaba un poco más.

Necesito que alguien me salve, pensó, y la idea la golpeó como un trueno. Alguien que la sacara de este ciclo de inseguridades, que la mirara y viera a la Leah que ella misma no podía ver. Alguien que creyera en su talento, en su valor, en su futuro.

Pero lo más doloroso era darse cuenta de que, en el fondo, esperaba que ese alguien fuera Nicholas. La versión de él que había construido en su cabeza, el hombre que en sus sueños la hacía sentir deseada, poderosa, pero a la vez frágil.

¿Patética? Probablemente. Pero ¿qué otra opción tenía? Leah sabía que aferrarse a una fantasía era su manera de escapar de una realidad que no siempre era amable. Porque la verdad era que no había nadie más en su vida para salvarla, y las esperanzas que había puesto en su carrera no parecían suficientes para llenar el vacío.

Miró su reflejo en el espejo del otro lado de la habitación. Los ojos cansados, las ojeras marcadas por noches de insomnio, y esa expresión de decepción constante.

-¿Qué estás haciendo con tu vida? -se preguntó en voz baja, como si su reflejo pudiera darle una respuesta. Pero, por supuesto, no había ninguna. Solo una verdad incómoda que comenzaba a calar cada vez más profundo: Leah estaba sola.

Y tal vez por eso Nicholas había cobrado tanta importancia. No porque fuera real, sino porque era una fantasía perfecta. Él era el hombre que no podía tener, pero que representaba todo lo que ella deseaba: alguien que pudiera salvarla de sí misma.

Apretó los labios, sintiendo el sabor amargo de la frustración. Sabía que no podía seguir así. Necesitaba algo más, algo real. Pero, ¿cómo encontrarlo cuando ni siquiera sabía por dónde empezar?

El teléfono vibró sobre la mesa de noche, rompiendo el silencio. Leah lo miró, con la esperanza ridícula de que fuera una señal de algo, de alguien. Pero solo era una notificación de redes sociales, una nueva publicación de Nicholas.

Leah suspiró y dejó el teléfono de lado. Era patética, sí. Pero al menos, por ahora, aún podía soñar.

𝐓𝐡𝐞 𝐏𝐞𝐫𝐟𝐞𝐜𝐭 𝐒𝐢𝐧𝐧𝐞𝐫'𝐬Where stories live. Discover now