Leah estaba en su habitación, frente al espejo, mirando su reflejo. La persona que la devolvía la mirada ya no se sentía como ella. Se veía igual, pero había algo distinto en sus ojos, algo que Nicholas había plantado en su interior. Ese deseo de ser más, de ser perfecta, de ser intocable. Las palabras de Nicholas aún resonaban en su cabeza.
"O te conviertes en lo que naciste para ser, o desapareces en la oscuridad."
Ese ultimátum la había estado devorando por dentro desde su último encuentro. Y ahora, mientras el teléfono brillaba con un mensaje suyo - "Ven a mí" - Leah supo que estaba lista para lo que sea que él quisiera de ella. La resistencia se había quebrado. Ya no había vuelta atrás.
La noche era densa y sofocante cuando llegó al departamento de Nicholas. Al entrar, la luz tenue bañaba todo con una calidez inquietante, y el aroma embriagador que tanto la perturbaba estaba en el aire, como si él controlara cada detalle de su mundo.
Nicholas la esperaba, de pie, apoyado en la barandilla de su terraza, mirando las luces de la ciudad con una calma calculada. Al verla entrar, sus ojos se oscurecieron, ese brillo posesivo que Leah había aprendido a temer y desear al mismo tiempo.
-Has venido -murmuró, sin dejar de mirarla con esa intensidad perturbadora.
Leah asintió, incapaz de pronunciar palabra. El aire estaba cargado de electricidad, como si todo lo que habían estado evitando hasta ese momento estuviera a punto de estallar.
Nicholas caminó hacia ella, lento, sin apartar la mirada de la suya. Cada paso que daba parecía un predador acechando a su presa, y Leah lo sentía en cada fibra de su ser. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, levantó su mano y la pasó por su mejilla con una ternura que contrastaba con el brillo frío de sus ojos.
-Eres mía, Leah -susurró, sus labios apenas rozando los suyos-. Y ahora, también el mundo lo será.
Leah cerró los ojos por un instante, sintiendo su aliento en su piel, la promesa detrás de sus palabras. No era solo su cuerpo lo que Nicholas quería; era su alma. Quería moldearla, quería convertirla en una estrella, pero bajo su control. Y ella... estaba dispuesta a dejarlo. La idea de entregarse completamente a él, de dejar que él la guiara hacia esa gloria, la embriagaba tanto como la aterraba.
-Dime que lo quieres, Leah -exigió Nicholas, su voz baja, sus dedos deslizándose por su cuello-. Dime que aceptarás ser mi ángel.
Leah abrió los ojos, mirándolo fijamente. La lucha interna que había estado sintiendo hasta ese momento se evaporó en un instante. Ya no era una cuestión de elección. Era inevitable.
-Quiero serlo -murmuró, apenas audiblemente, pero lo suficientemente fuerte para que Nicholas lo escuchara.
Él sonrió, una sonrisa que no era de alegría, sino de triunfo. Sabía que la tenía. Sabía que Leah había cruzado una línea de la que no podría regresar. En ese momento, algo cambió en la atmósfera. El control que él ejercía sobre ella se solidificó, y Leah sintió el peso de su rendición, pero también la libertad de soltar todas sus dudas.
-Entonces ven conmigo -dijo Nicholas, tomando su mano con firmeza-. Vamos a empezar con lo que realmente te hará brillar.
La llevó hasta su habitación, donde todo estaba preparado para el siguiente paso de la transformación. Leah no estaba segura de qué iba a pasar, pero lo siguió sin cuestionarlo. Lo haría todo. Sería todo lo que Nicholas le pidiera, porque había decidido que su destino estaba atado al de él. Y si eso significaba entregarse a él en cuerpo y alma, lo haría sin dudarlo.
La tensión entre ellos era palpable, cada toque, cada susurro, un preludio de lo que estaba por venir. Nicholas la guió, sus manos firmes pero cuidadosas, sus palabras suaves pero llenas de autoridad. Leah sentía que estaba cayendo en una espiral, una en la que Nicholas tenía todo el control.
-Serás perfecta -murmuró Nicholas, mientras sus dedos acariciaban su piel-. Serás lo que siempre estuviste destinada a ser.
Leah cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación de poder y control que Nicholas ejercía sobre ella. Ya no había resistencia. Era suya.
La noche se alargó, llena de susurros y promesas, de momentos de pasión que parecían interminables. Pero más allá del deseo físico, había algo más profundo en juego. Leah sentía que cada segundo que pasaba con Nicholas, él la moldeaba, la transformaba en algo más. Algo que ya no era solo Leah, sino el ángel que Nicholas había creado.
Al final, Leah se quedó dormida entre los brazos de Nicholas, su cuerpo agotado, pero su mente aún atrapada en ese torbellino de emociones. Cuando despertó al día siguiente, estaba sola. La cama estaba fría, y Nicholas no estaba en ninguna parte. Por un momento, pensó que había sido un sueño, pero la realidad golpeó duro.
Miró a su alrededor, y todo lo que encontró fue una nota, colocada cuidadosamente sobre la almohada a su lado. Al tomarla en sus manos temblorosas, leyó las pocas palabras que Nicholas había dejado:
"El mundo es tuyo ahora. Tómalo o desaparece."
Leah sintió un nudo en el estómago. Lo había entregado todo, y ahora él no estaba. Se sentía vacía y llena de confusión. ¿Había hecho lo correcto? ¿Era esto lo que realmente quería?
Pero no había tiempo para lamentaciones. Sabía que ahora estaba en el juego, y tenía que jugarlo.
ya se ya se que quieren sus detalles y por eso mismo se los dejo en el siguiente capitulo, besos
Lizzie♥
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𝐓𝐡𝐞 𝐏𝐞𝐫𝐟𝐞𝐜𝐭 𝐒𝐢𝐧𝐧𝐞𝐫'𝐬
Fanfiction╔═══════════════╗ +21 FANFINC ╚═══════════════╝ Nicholas Alexander Chavez es la definición de perfección en el mundo del espectáculo: carismático, talentoso y con un rostro que esculpió el mismo diablo. Pero detrás de esa fachada impecable, hay u...