Caelum
Llevé a Liora hasta su habitación después de nuestra noche bajo la lluvia. Todavía podía sentir la calidez de su mano en la mía, y me costaba soltarla, pero sabía que debía hacerlo.
—Gracias por esta noche —dijo ella, con una sonrisa suave que parecía brillar más que la luna misma.
—No tienes nada que agradecer —respondí, sintiendo un cosquilleo extraño en mi pecho—. Fue… inolvidable.
Liora bajó la mirada, algo nerviosa, y su risa ligera llenó el aire. Algo en ella me hacía sentir que todo lo demás carecía de importancia.
—Bueno, será mejor que te vayas antes de que algún guardia piense que estoy secuestrando al príncipe —bromeó, y yo solté una carcajada, agradecido por su humor.
—Nos veremos pronto —murmuré, inclinándome un poco. Mis ojos no querían dejar los suyos.
Ella asintió antes de que yo finalmente me diera la vuelta y me dirigiera hacia el pasillo, pero entonces, un guardia apareció, interrumpiendo mis pensamientos.
—Su Alteza, la reina lo solicita en su habitación.
Me detuve por un momento, asintiendo, aunque mi mente todavía seguía con Liora. Caminando por los corredores silenciosos, mi mente regresaba a la noche. Me había sentido tan libre con ella. Me encantaba cómo la lluvia nos envolvía y cómo su risa resonaba en el aire húmedo. Me pregunté cómo sería poder pasar más tiempo juntos sin las preocupaciones del protocolo, sin las expectativas que la realeza imponía. Pero entonces, la realidad me golpeó. Sabía que no era tan fácil.
Las normas del reino eran claras, y aunque yo fuera el príncipe, no podía simplemente hacer lo que quisiera. La corte tenía un poder oculto sobre mí, sobre mis decisiones… pero, ¿cómo podría ignorar lo que estaba sintiendo? Algo en Liora me atraía, algo más profundo que cualquier regla impuesta por mi estatus.
Llegué a la puerta de la habitación de mi madre. Toqué suavemente antes de entrar.
—Caelum, querido —dijo la reina, esbozando una sonrisa que no veía muy a menudo.
—Madre —respondí, inclinándome levemente—. Me dijeron que me necesitabas.
—Así es, hijo. Solo quería hablar contigo… casi no pasamos tiempo juntos. —Su voz sonaba un poco triste—. Siempre estoy con tu hermana, pero me gustaría pasar más momentos contigo.
Me acerqué y me senté a su lado, notando la suavidad de la cama y el aroma familiar de su perfume.
—Lo siento, madre —dije, bajando la mirada—. Sé que debería estar más presente, pero siempre hay algo que me distrae.
Ella me miró, sus ojos reflejaban una mezcla de nostalgia y preocupación.
—Lo sé, Caelum, y no te culpo. Hay mucho que cargas sobre tus hombros. —Su mano se posó sobre la mía con ternura—. Pero me preocupa que te estés olvidando de ti mismo.
—No me olvido —mentí suavemente, aunque ambos sabíamos la verdad—. Solo que… siempre hay algo por hacer, algo por lo que luchar.
—Ese es el problema, hijo —respondió, suspirando—. No puedes luchar todas las batallas solo. A veces, incluso los más fuertes necesitan descansar.
Me quedé en silencio, sabiendo que tenía razón, pero no queriendo admitirlo. De pronto, su expresión cambió. Levantó su mano y con un gesto ligero intentó atraer un pequeño objeto de la mesa con su magia, como solía hacer para relajarse.
—¿Madre? —La llamé, cuando vi que su gesto se detuvo abruptamente. El objeto no se movió.
Ella frunció el ceño, su rostro palideciendo ligeramente.
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Reino De Lunaris
FantasyEn el reino de Lunaris, donde la magia danza entre los árboles y el cielo guarda secretos, dos almas estaban destinadas a encontrarse. Liora, una joven bruja, vivía con sus hermanas en un bosque encantado, ocultando su magia del mundo. Un día, una t...