Sombras Oscuras

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El aire se tornaba más denso, y una inquietante niebla comenzaba a descender entre los árboles, envolviendo el entorno en un manto de misterio. Una sensación de incomodidad crecía en mi pecho. Era como si algo acechara en las sombras, esperando el momento adecuado para revelarse. Sin embargo, ninguno de ellos parecía percibir la tensión en el aire.

Mis pensamientos eran un torbellino. ¿Qué estará pasando? ¿Por qué siento que algo no está bien?

De repente, una sombra se deslizó detrás de Caelum, y mi corazón se detuvo. La figura era etérea, casi un susurro en la penumbra, y a pesar de que mis amigos no habían notado su presencia, yo sentía el poder que emanaba de ella. Era como si la misma oscuridad la envolviera.

—Oh, Caelum, siempre el héroe, siempre el valiente —dijo una voz suave, pero cargada de sarcasmo, resonando como un eco en la bruma. Era Giselle, manifestándose como una sombra oscura, flotando con gracia, pero con un aura amenazante.

Caelum se volvió, sorprendido, y Matías frunció el ceño, preparándose para actuar.

—¿Qué tal, querida Liora? —continuó, ignorando a Matías—. He estado observándote a ti y a tus hermanas. Vaya, qué encantadora familia tienes. Pero… hay algo que me intriga, algo que me hace cuestionar qué tan bien conoces a tus seres queridos.

El ambiente se cargó de tensión. Sentí el miedo encasquillarse en mi garganta mientras ella mantenía su mirada fija en Caelum.

—¿Acaso piensas que puedes proteger a tu príncipe? —preguntó Giselle, su voz suave como la seda, pero con un filo afilado. La amenaza en sus palabras era evidente. La bruma que la rodeaba parecía cobrar vida, y mis instintos gritaban que ella era una fuerza a la que no podíamos subestimar.

—No tienes por qué estar aquí—dije, finalmente encontrando mi voz— Tu maldad no tiene lugar entre nosotros.

Giselle sonrió, una expresión enigmática que heló la sangre en mis venas.

—¿Maldad? No, querida, yo solo soy una observadora. Y debo decir que la situación es... bastante interesante. Pero no te preocupes, no estoy aquí para hacer daño… aún. —Sus ojos destellaron con una mezcla de malicia y diversión.

De repente, como si sintiera la necesidad de actuar, se lanzó hacia Caelum, susurrando un hechizo en un idioma antiguo. Una onda de energía oscura se extendió hacia él, pero logré interponerme, y aunque intenté protegerlo, Giselle era más fuerte. La energía chocó contra mí, lanzándome hacia atrás.

Matías se lanzó hacia Caelum, bloqueando su camino, pero Giselle, sin perder un instante, se dirigió hacia él, dibujando un círculo de sombras que se cerraba a su alrededor.

—Es una lástima que tu familia tenga que vivir bajo la sombra de su propia sangre. Te aconsejo que cuides a aquellos que amas, Caelum, porque a veces, las verdades son más oscuras de lo que parecen.

Mientras se alejaba de nosotros,  me dirigí hacia ellos que se encontraban aturdidos de ese ataque, sin embargo, el pánico comenzaba a surgir entre los asistentes al baile. Los murmullos se transformaron en gritos de terror. Gritos resonaron en el salón del palacio, y los sirvientes comenzaron a correr, sin entender de dónde provenía el peligro. La confusión crecía, y mi corazón se aceleraba al ver el caos que Giselle había desatado.

—¡Matías! —grité, intentando encontrar una solución—. ¡Debemos ayudar a los demás! No podemos permitir que el pánico se apodere del lugar.

Las sombras de Giselle se adentraron en el salón, y la luz titilante de las velas parpadeó, proyectando figuras distorsionadas en las paredes. Era un caos total. Mientras ella se movía, mis hermanas y yo nos miramos, comprendiendo que debíamos hacer algo pero sin revelar nuestra verdadera naturaleza en medio de esta confusión.

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