Nuevos Horizontes

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El tercer juego fue el más desafiante del día: los príncipes se dividieron en equipos de dos para enfrentar a un troll gigante. Caelum lideraba uno de los equipos, mientras que Aiden, el príncipe de tierras lejanas, comandaba el otro. La tensión en el aire era evidente, todos sabían que este desafío no era solo cuestión de fuerza, sino de estrategia y trabajo en equipo.

Desde mi lugar en las gradas, observaba cómo ambos equipos se preparaban. Aunque estaba demasiado lejos para escuchar lo que decían, podía notar la forma en que Aiden y Caelum intercambiaban miradas y algunas palabras. Algo en la actitud de Aiden no me gustaba, tenía esa sonrisa arrogante que he visto en otros nobles cuando intentan provocar. Caelum, por otro lado, parecía cada vez más tenso. Sus gestos eran rígidos, y algo en mí me decía que estaba al borde de perder el control.

—¿Qué crees que está pasando? —preguntó Seren, que estaba sentada a mi lado, jugueteando con un mechón de su cabello.

—No estoy segura —dije, sin apartar los ojos de Caelum—. Aiden sabe cómo hacer que los demás pierdan la calma, y parece que está intentando algo con Caelum.

El juego comenzó y el troll, una bestia enorme con un garrote gigante, avanzaba hacia los equipos. Caelum organizó a su grupo con rapidez, moviéndose con precisión y astucia, mientras Aiden optaba por una estrategia más directa, tratando de derribar al troll frontalmente.

Mis ojos no dejaban de seguir a Caelum, que se movía con destreza por el campo. Pero cada vez que Aiden se le acercaba, podía ver cómo su expresión se endurecía más y más. Aunque no podía escuchar, era evidente que Aiden seguía diciendo algo que lo provocaba. Mi corazón latía más rápido, preocupada de que Caelum se dejara llevar por la ira.

El combate se intensificaba, pero en un momento crítico, vi cómo Caelum, en lugar de concentrarse en el troll, se giró para encarar a Aiden. La furia en su rostro me dejó helada. Estaba a punto de lanzarse sobre él, y por un instante, temí que todo se fuera a descontrolar. Quería gritar, advertirle que no valía la pena, pero antes de que pudiera hacer algo, Caelum levantó la vista y nuestras miradas se cruzaron.

Fue solo un segundo, pero fue suficiente. Lo vi detenerse, respirar hondo, y de alguna forma, esa conexión silenciosa pareció calmarlo. En lugar de enfrentarse a Aiden, Caelum volvió su atención al troll, justo a tiempo para esquivar uno de sus golpes.

El resto del combate fue frenético. Caelum y su equipo trabajaron juntos para arrinconar al troll, combinando fuerza y estrategia. Finalmente, con un último movimiento, lograron derribarlo. El troll cayó con un estruendo, levantando una nube de polvo y marcando el final del juego.

La multitud estalló en aplausos, y aunque Caelum alzó la mano en señal de victoria, su mirada seguía fija en Aiden, con un brillo de enojo aún presente. Aiden, por su parte, también lo observaba con el mismo sentimiento. Caelum apretó los puños, pero rápidamente cambió su expresión, volviéndose hacia la multitud con una sonrisa tranquila.

Cuando todo terminó y la gente comenzó a dispersarse, yo lo esperé cerca de un árbol a la salida del campo. El sol empezaba a ponerse, pintando el cielo de un suave color anaranjado. Caelum llegó al lugar, con el rostro aún marcado por lo que había pasado.

—¿Estás bien? —le pregunté cuando llegó junto a mí.

Caelum se dejó caer a mi lado, apoyando la espalda contra el tronco del árbol, y soltó un suspiro.

—He estado mejor —admitió, mirando al horizonte—. Aiden sabe perfectamente cómo hacer que pierda los estribos.

Asentí. Aunque no había escuchado lo que Aiden le había dicho, era evidente que había intentado provocarlo.

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